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Jordi Coca y Paco Ortega se citan con Beckett en el Teatre La Gleva

El director y el actor estrenan en la sala barcelonesa su montaje de ‘La última cinta de Krapp’, una de las obras más difíciles de poner en escena del dramaturgo irlandés

Jordi Coca Paco Ortega
Paco Ortega en 'La última cinta de Krapp'ROBERTO MILLÁN

Corren unos tiempos, en lo que a las artes escénicas se refiere, que casi es un acto de valentía y arrojo, no sólo montar un texto del irlandés Samuel Beckett (1906-1989), sino elegir para ello La última cinta de Krapp, considerada por muchos su mejor texto, pero también uno de los más difíciles de poner en escena. Pero dos hombres por cuyas venas corre el teatro desde hace muchos años, Jordi Coca como director y traductor de la pieza y Paco Ortega como único actor, se han lanzado a este proyecto que la noche del viernes se estrenó en el pequeño pero tan activo Teatre La Gleva de Barcelona. Entre el público muchos profesionales de teatro que no ocultaban su alegría por ver un Beckett y además abordado desde una perspectiva nueva, original, sin perder en nada la esencia de la obra y del autor.

Beckett escribió la obra para el actor norirlandés Patrick Magee cuya voz rota y grave, le tenía fascinado y la estrenó en 1958. El texto tuvo primero el título de Monólogo de Magee y estaba en inglés, aunque la mayor parte de su obra a partir de 1945 fue escrita en francés y, de hecho, el propio Becket la tradujo con los años a la lengua gala.

El mismísimo Harold Pinter llevó la obra a televisión dirigida e interpretada por él para la BBC. También el cineasta Claudio Guerín la hizo, como cine experimental, para TVE, contando con el gran Fernando Fernán-Gómez como protagonista. Mientras que en América y Francia se ha puesto en escena en muchas ocasiones, en España han sido escasos los montajes, aunque cabe recordar el de Sergi Mateu, Manuel de Blas, el Teatro Lagrada e incluso una de las propuestas internacionales que se han visto en nuestro país es la que prácticamente dirigió el propio Beckett a Rick Cluchey, un preso condenado a cadena perpetua en la cárcel de San Quintín, y que este al quedar libre llevó por las cárceles de todo el mundo.

La obra original no ocupa más de diez páginas y encima esas palabras, no siempre comprensibles, se mueven entre el absurdo, los recuerdos dolorosos y los retazos de una memoria que Krapp encuentra en las cintas de un magnetófono en el que ha ido grabando y a lo largo de años fragmentos de su vida. Pero cuando se enfrenta a ellos se sumerge en el caos de una existencia que transcurre entre el fracaso, el encierro y la rabia.

El director del montaje le ha dado una vuelta de tuerca a la pieza, situándola en el lado más humano de Krapp y renunciando a los tintes clonwescos e incluso con marcado sello de teatro del absurdo que siempre ha tenido. Jordi Coca, una importante figura del teatro catalán y la investigación escénica desde hace décadas, vuelve con este trabajo a uno de sus textos preferidos que nunca se cansa de leer. De hecho ya lo montó en 2008 con Quimet Pla y, durante años, a sus alumnos del Institut del Teatre les ponía como lectura obligatoria La última cinta de Krapp.

“Es un montaje distinto; aquí quería humanizarlo lo más posible, mostrar a una persona que vive en un entorno normal, con vecinos y que, al final de su vida, el dolor se le agudiza cada vez que oye esa cinta”, señala Coca, quien reconoce que es un texto muy difícil, pero le parece de los más grandes. “Alrededor del nombre de Beckett siempre hay algo vanguardista, ahí está el teatro del absurdo, son adjetivos que pueden servir de espoleta para abordar el montaje, pero aquí he querido subrayar la emoción. Al final todos nos hacemos viejos, y las carencias le dan al texto una validez internacional; es un clásico, lo leas como lo leas siempre funciona y aquí esa conciencia del paso del tiempo, está más presente que en otras obras y novelas del autor”, concluye.

Fue precisamente Coca quien lio al actor Paco Ortega para que fuera Krapp: “Le dije que no sólo me apetecía, sino que era uno de los textos que más me ha interesado en mi vida, junto con El hombre con la flor en la boca, de Pirandello”, explica el intérprete.

Ortega, que recuerda que Coca ha estudiado muchos años y en profundidad a Beckett, estuvo desde el principio de acuerdo con el director en convertir a Krapp en un ser humano con toda su fragilidad: “Siempre he considerado también, que todos los personajes beckettianos tienen un lado reconocible porque son espejos humanos, aunque sean distorsionados o grotescos, pero siempre son personas que te hacen querer escarbar en lo profundo”, sostiene Ortega. “Al humanizar a Krapp hay que trabajarlo físicamente y crear un personaje destruido por la vida, pero que a pesar de la destrucción que lo ha erosionado tanto, tiene la posibilidad de volver a ser feliz, aunque sea sólo por unos momentos. Y ahí es cuando pasa de ser un personaje antipático y meticuloso a otro con un punto de nostalgia”.

Este montaje de La última cinta de Krapp, coproducción del zaragozano Teatro del Espejo y el barcelonés Teatre del Temps XXI y dedicado al desaparecido director de teatro Joan Ollé, tras estar en la sala de La Gleva hasta el 29 de octubre, viajará a Zaragoza y Málaga y queda abierto a otros circuitos y festivales.

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