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Queralt Lahoz, en el Castillo de Montjuïc, el jueves.
Queralt Lahoz, en el Castillo de Montjuïc, el jueves.Carles Rodriguez

La voz enraizada de Queralt Lahoz abrió el ciclo Sala Barcelona en el Castell de Montjuïc

La cita musical ofrecerá propuestas emergentes durante todo el verano

El tronío no se aprende, el tronío se tiene. Y Queralt Lahoz lo tiene. Arrobas de tronío. Su abuela, aquella señora que lo perdió todo en su Andalucía natal, iniciadora de una saga de mujeres que continúa en su madre y de momento acaba en ella, hizo algo más en la vida que perderlo todo ante el caciquismo. El poso de aquellas vidas de trabajadores y mujeres insobornables mantiene el pulso en la música de Queralt Lahoz, nacida en una Santa Coloma de Gramanet defendida por ella como espacio de identidades en comandita. Lo hizo en un concierto en el que no rehuyó la agitación y la ideología al recordar que los suyos no podían velar cadáveres porque simplemente se ignoraba dónde estaban. Y lo hizo, precisamente, en el Castell de Montjuïc, resignificado por la música en terraza de verano mediante reivindicaciones de libertad de género en el arranque de Sala Barcelona, un ciclo de conciertos estivales bajo el cielo y piedras que esta vez acunan, que se prolongarán hasta el 21 de septiembre gracias a las salas de conciertos y su asociación (ASACC) y al Institut de Cultura de Barcelona. Nacida bajo la pandemia, Sala Barcelona sigue porque la vida de las salas continúa precaria en esta tierra de grandiosos fastos musicales.

Queralt Lahoz es otra de esas artistas que no olvidan la raíz pero que tampoco quieren museizarla. Es por ello que partiendo del flamenco, la artista envuelve su música con sonoridades digitales y acústicas que nunca pierden el norte en una borrachera de modernidad. Teclados, batería acústica y bases son las herramientas de su música, que tiene en su generosa voz, el mascarón de proa. Así, sólo con su voz, a capella, interpretó en la parte final del concierto Aurora, la pieza que cierra su excelente y reciente epé de 4 temas titulado Alto cielo. Artista cabal, se cambió de vestuario mediada la actuación en un gesto que más que presuntuoso se leyó como muestra de respeto a la asistencia, melena azabache, mirada franca, en la primera parte de la actuación oculta por unas gafas negras por las que Bono pagaría, el primer tramo incluyó piezas de trabajos previos como Puñalá, El tiroteo o Si la luna quiere, piezas con mucho resabio flamenco y palmas para marcar el compás. Eso sin olvidar el pulso actual, ya que abrió con Tan rico, de su último trabajo. A medida que el concierto fue avanzando la pulsión bailable también se aceleró.

“Soy una intensa”, dijo Queralt tanto para explicar sus alocuciones, el reparto de abanicos LGTBI o el movimiento de su cuerpo mientras bailaba y el bombo se iba a negras para que el público, con notable presencia femenina tanto en número como en complicidad, se dejase ir. Fue la parte final, como corresponde, la más acelerada y bailable, y composiciones como Con miedo a ti, No me salves y éxitos perfil De la cueva a los olivos , Con poco o Dame doblones certificaron que a Queralt le atrae el paso del hip-hop, la calidez de la melodía aflamencada, su compás y los resabios latinos que no le hacen ascos puntuales al dembow. Le gusta, en suma, la música que sienta próxima una mujer de su generación (la que estrena la treintena), que si algo tiene claro es de dónde viene y qué quiere transmitir con un arte en el que callar también significa. Y la semana que viene, allí mismo, Putochinomaricón. En una fortaleza que fue castrense.

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