Los desheredados de Beyoncé en Barcelona: “No se ve nada, pero se oye bastante bien”
Decenas de personas escuchan desde fuera el concierto de la diva en el Estadio Olímpico
Devorando una bolsa de patatas con sabor a jamón minutos antes de que suene la música; con el niño metido en el maxi cosi en constante movimiento y tapado por el arrullo; estirada en la toalla tamaño extra de la playa con el novio, la amiga y la prima; o simplemente paseando al perro. Decenas de personas aguardan este jueves a que empiece el show en la hierba, en el otro lado de la calle, del Estadi Olímpic de Montjuïc de Barcelona. Estrella Serrano y Claudia Marín, con lágrimas en los ojos, explican: “Es la primera vez y solo lo haría por Beyoncé”. Estrella cuenta que no consiguió entradas, pero sus amigas sí: “He hecho la cola como si entrara con ellas a las cinco de la tarde y luego me he quedado fuera para verla. Ellas han pagado 93 euros en pista”. Claudia está emocionada. “Todo muy bien hasta que nos han cerrado las puertas. Le hemos visto la cara y el pelo planchado”. Junto a ellas, dos irlandesas que se han enterado que toca Beyoncé esta noche y hasta aquí han llegado. “Ni siquiera hemos intentado comprar las entradas, sabíamos que la gente se quedaba fuera escuchando y hemos venido”. Entre el mogollón, algunos más motivados que otros. Uno trata de subirse a un árbol, una especie de frágil olivo. Pero no es fácil. Otra, con top y gafas naranjas fosforito, no deja de bailar. Da igual lo que suena y como suene. Se acerca Cecilia, que llegó anoche de Lisboa junto a su hija Marta y su marido. Quiere contar su historia. Marta tiene 18 años y es una buena estudiante. Por eso, Cecilia la ha traído hasta Barcelona para ver a Beyoncé. Han pagado 200 euros por la entrada, más los billetes y las dos noches de hotel. Mientras, Marta disfruta de la diva dentro del estadio, sus padres escuchan las canciones sentados en la acera del exterior. Seguramente se irán a dormir antes de que acabe el concierto. Amor de madre. Y de padre. Solo por Marta.
“No se ve nada”, dice Ander resignado, “pero se oye bastante bien”. La de Ander es la cara de la felicidad. Sentado, relajado, no es la primera vez que acude a un concierto desde fuera. Estuvo en Coldplay: “Eso sí fue impresionante porque había gente que se quedó fuera por las entradas falsas”. Los Mossos d’Esquadra detectaron a más de 300 estafados en los conciertos de la banda británica en la ciudad condal. “Captaron a las víctimas a través de Instagram y de Twitter. Ofrecían una apariencia de veracidad e incluso hicieron videollamadas con algunas de las víctimas”, explicó la policía catalana. Pero para Ander, Coldplay no era la primera vez, también estuvo en Bruce. Y desde luego piensa asistir desde fuera a Harry Styles, el próximo 12 de julio. Son muchos los que andan como locos por este concierto constante en que se ha convertido Barcelona este verano. Y si estás fuera, nadie te quita el móvil como ha ocurrido en el último concierto de Bob Dylan. El músico ha contratado los servicios de una empresa líder en crear espacios sin dispositivos. A Ander solo le preocupa que corra la voz y la práctica se acabe prohibiendo. “Estas vallas que hoy han puesto, no estaban en Coldplay”, advierte. Mucha policía por todos los lados.
Escuchar conciertos desde el recinto de fuera es algo que ha ocurrido siempre. ¿Siempre? ¡Siempre! Sí. Desde los tiempos de Woodstock, me dice un experto en música. Y eso, sin duda, suena a siempre. Pero algunas cosas han cambiado para que ahora sean más. La mejora tecnológica del sonido ha aumentado su volumen (se oye razonablemente bien desde fuera) y ahora mismo con las enormes pantallas, incluso se puede ver con bastante detalle si se dan condiciones físicas oportunas (es el caso de la Plataforma Marítima del Fórum que ubica los dos escenarios principales y que se pueden ver desde el paseo). Ocurrió con el Primavera Sound y ese nocturno concierto de Rosalía. Pero las imágenes más recientes son las de decenas de personas botando con sus móviles encendidos con el ohh de Chris Martin. Y lo más llamativo de todo es que la banda retuiteó el vídeo de uno de sus seguidores.
No puedo entrar dentro a ver a coldplay pero lo que se esta viviendo fuera es una barbaridad!!❤️🎶 #ColdplayBarcelona #Coldplay pic.twitter.com/XzoPtqXNuM
— ibi (@ibeyxd) May 27, 2023
Ir a las puertas de un estadio para escuchar un concierto tiene una explicación sencilla: el precio de las entradas. El encarecimiento del proceso de producción, la alta demanda, los gastos de gestión, los precios dinámicos, los aforos segregados y la consolidación de la cultura vip son algunos de los factores que explican estos precios, contaba Fernando Navarro en este diario. Para ver a Bruce Springsteen en Barcelona, las entradas oscilaban entre los 65 y los 400 euros. Ocurre, además, algo curioso: la gente olvida rápidamente el precio que ha pagado por un concierto, quizás por vergüenza a desvelar esas cifras que son astronómicas. Y porque por ellos, por sus ídolos, están dispuestos a hacer y pagar lo que sea. Ander tendrá que asumirlo. Mientras sigan con esos precios y esas dificultades, cada vez serán más los que vayan a las puertas no para verlos, pero sí para escucharlos.
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