24%
Este es el porcentaje de la militancia de Junts que se ha opuesto al liderazgo, la filosofía y la composición de la lista que Xavier Trias presentará para las elecciones de mayo
El número que titula estas líneas no se refiere a ningún indicador económico o social, la inflación, la pobreza, el paro o los contratos indefinidos. Tampoco a la cantidad correspondiente a alguna mordida sobre obras públicas. Tampoco aún a ningún sondeo preelectoral de los muchos que circulan en estos tiempos.
Es una cifra cierta, ya medida y se refiere al porcentaje de militancia de Junts que se ha opuesto al liderazgo, la filosofía y la composición de la lista que Xavier Trias piensa presentar en las elecciones municipales de Barcelona del próximo mayo.
La cuestión tiene mucha enjundia en la medida en que la operación política del exalcalde de Barcelona no tiene sólo el objetivo de recuperar la vara de mando en la capital catalana, convirtiéndose en el receptáculo “útil” de las muchas pulsiones —todas ellas conservadoras y todas ellas con mucha cobertura mediática— en contra del modelo de ciudad construido en los últimos ocho años y liderado por la alcaldesa Ada Colau.
Lo que está haciendo Xavier Trias va más allá y tiene que ver con el intento de reconstrucción del espacio que fue de Convergència Democràtica de Catalunya después de la década procesista. Se argumentará que volver atrás no es posible, y es cierto. Nunca las cosas vuelven de la misma manera. Sin embargo, el intento de Trias va en la dirección de recompactar las muchas almas de ese espacio. Calibrando un liderazgo moderado en términos nacionales para las elecciones en Barcelona —en donde por otra parte, la cuestión nacional tiene menos peso, siempre y en estas elecciones en general—, pero marcadamente conservador en términos socioeconómicos. Pero, sobre todo, intentando integrar las diferentes almas del partido. Así lo atestiguan el pacto con los sectores puigdemontistas que han facilitado la integración en la lista de Josep Carles Rius, la apuesta por lo que se definió en su momento el sector gubernamental —con perfiles como Victòria Alsina, que en su día eran claramente contrarios a salirse del Govern de la Generalitat— y los puestos dejados libres para la incorporación de perfiles del PDeCat —intentando suturar alguna herida del pasado—, o de fuerzas políticas afines como Demòcrates.
Quienes se quedan fuera de esta recomposición son claramente los sectores cercanos a Laura Borràs. La cuestión supera a la propia presidenta del Parlament suspendida, que se entiende que, después de la condena en los tribunales, tiene difícil volver a ser un activo electoral. Pero el borrasismo se ha ido conformando en estos años como un fenómeno político concreto: exaltado nacionalmente, agresivo en el debate, populista en las argumentaciones. Una declinación del trumpismo más, como varios comentaristas han subrayado. Ahora sabemos que representa un cuarto de la militancia de Junts, al menos en Barcelona. Queda la duda en torno al porcentaje que representa entre sus electores.
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