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“La filantropía es una iniciativa privada en favor del bien común”

Àngel Font, director corporativo del CaixaResearch Institute, defiende la colaboración de las fundaciones privadas y el sector público

En la foto aparecen Àngel Font y Eugènia Bieto.
En la foto aparecen Àngel Font y Eugènia Bieto.
Tomàs Delclós

“Filantropía” es un término griego que significa “amor al género humano”. Con este recordatorio, Àngel Font, director corporativo del CaixaResearch Institute, quiso subrayar su vigencia durante la intervención en el Fòrum Social que organiza la Fundació Pere Tarrés con la colaboración de EL PAÍS. “La filantropía”, dijo, “es una iniciativa privada en favor del bien común y muchas veces actúa como catalizador de la colaboración entre el sector privado, las fundaciones, y el sector público”.

Aunque tiene una historia secular –”el hospital de Figueres del siglo XIV es producto de la filantropía”-, es ahora cuando ha adquirido una mayor relevancia social. “Las crisis han pasado de ser sucesivas con períodos de estabilidad a acumularse y ser concurrentes. En el siglo XXI hemos tenido y vivimos desde crisis financieras, sanitarias o migratorias a la guerra en Europa y la escalada de precios. Son tiempos turbulentos que presentan nuevos riesgos sociales y a los que hay que dar respuesta. Es muy significativo en este sentido que la Unión Europea haya incluido por primera vez las fundaciones en su plan de economía social, que contemple las fundaciones como un socio clave para la ejecución del citado plan superando la dicotomía entre sector público y privado. Demasiadas veces las fundaciones han sido actores invisibles”. Font preside actualmente Philea, una entidad que representa directa o indirectamente a unas 10.000 asociaciones filantrópicas europeas de las 180.000 que se calcula existen en este ámbito territorial.

¿A qué se dedicarán primordialmente las fundaciones en un futuro? Según Font, se dibujan tres tareas primordiales: la lucha contra el cambio climático, la mitigación de las desigualdades y la defensa de la democracia frente a tentaciones totalitarias. Entre las actuales tendencias de la filantropía, Font destacó la incorporación de una dimensión económica a través de inversiones en el corazón de las fundaciones, el auge de las fundaciones comunitarias que no definen sus objetivos por una misión concreta si no que intervienen en todos los problemas de un territorio pequeño –”de lo global a lo local”- y el crecimiento de las fundaciones de empresa. Un modelo en el que la fundación es propietaria de la compañía en un porcentaje relevante y los rendimientos de ésta sufragan los gastos de la primera. Entre los muchos ejemplos que citó figuró el de la propia Caixa. Font mencionó un estudio danés que afirma que este modelo mejora, obviamente, los indicadores sociales de las compañías, pero también, a medio plazo, su conducta económica.

Font concluyó su intervención con un listado indicativo de filántropos europeos que, a diferencia de lo que sucede en Estados Unidos, son más desconocidos. En el capítulo de catalanes mencionó a Dorotea de Chopitea (que impulsó el hospital de Sant Joan de Déu, entre otras iniciativas); el fomento de la cultura popular de la mujer por parte de Francesca Bonnemaison; Àngels Mateu, que fue secretaria del Institut de la Dona; Pere Tarrés, sacerdote y médico cuya atención sanitaria a los más necesitados anticipó lo que sería Càritas; Francesc Moragas, que creó en Cataluña la estructura del sistema de pensiones que, ocho años más tarde, el Gobierno central le pidió que extendiera a toda España; o, citando a la revista Forbes, Isidre Fainé,, “el arquitecto de la estructura corporativa de La Caixa”.

Una de las dedicaciones de Font actualmente, desde el cargo que ocupa, es levantar el Centre de Recerca Biomèdica en Barcelona que iniciará sus actividades dentro de dos años. El ponente del foro, fue presentado por Eugènia Bieto, presidenta de la Coordinadora Catalana de Fundacions que agrupa unas 700 entidades de las más de 2.000 fundaciones que existen en Cataluña, “unas gran desconocidas”, y que ocupan a 90.000 trabajadores, sin contar los 40.000 voluntarios que colaboran con ellas. Tanto Bieto como Font se mostraron críticos con la actual ley de mecenazgo y lamentaron que muchas veces el debate se focalice en las ventajas fiscales cuando, afirmaron, ninguna fundación se crea con el objetivo de aprovecharlas. Hay que tener presente, concluyeron, que lo que la administración deja de ingresar por la rebaja fiscal también lo deja de gastar porque son las fundaciones quienes asumen la tarea.

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