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El hombre que dirigía los narcopisos del Raval desde prisión acepta una pena de nueve años

Una macroperación contra la venta de droga en Barcelona acaba con una conformidad para una veintena de acusados

calle Sant Josep Oriol
Agentes de los Mossos d'Esquadra registran uno de los narcopisos en la operación de 2019 en El Raval.Albert Garcia

Waqas fue el rey de los narcopisos del Raval de Barcelona antes y después de ser detenido y encarcelado en junio de 2019. Mientras estuvo en libertad, este paquistaní que a ojos de la Seguridad Social era empleado de una carnicería dirigió, con mano de hierro, la venta de droga (sobre todo heroína) en más de una veintena de pisos del barrio. Waqas obtenía la mercancía de los proveedores, exigía el cobro de las deudas, ordenaba la ocupación de inmuebles y solucionaba, si era necesario con violencia, las disputas entre clanes paquistaníes por el control del territorio. “A mí nadie me roba porque no tiene cojones a hacerlo”, se le oye decir en una de las conversaciones telefónicas intervenidas. Tras ingresar preventivamente en Brians 2, mantuvo el liderazgo de la organización a través de teléfonos que guardaba en su celda y que le permitían, entre otras cosas, organizar viajes al extranjero para comprar droga o llamar a su madre en Pakistán para decirle que acababa de enviarla tres millones de rupias (algo más de 10.000 euros).

El tráfico de drogas del grupo en el Raval dio lugar a dos macroperaciones de la policía catalana, que desembarcó en el barrio en junio de 2019 y, con Waqas ya entre rejas, en octubre de 2020. Ahora, tanto él como la mayoría de miembros de la organización han aceptado condenas a la baja por esos dos procesos judiciales tras alcanzar un pacto con la Fiscalía, según las sentencias a las que ha accedido EL PAÍS. Waqas —que ya había sido condenado por tráfico de drogas en 2013, aunque no entró en prisión— ha asumido una pena de cinco años y dos meses de cárcel por el primer episodio y otra de cuatro años y tres meses por el segundo. Las condenas para el resto de acusados son menores y oscilan entre cinco años y nueve meses.

La tarde del 20 de junio de 2019, un millar de agentes (Mossos, Policía, Guardia Urbana) con el apoyo de un helicóptero tomaron el Raval para atajar el problema de los narcopisos, que estaba haciendo la vida imposible a los vecinos. Medio centenar de personas fueron detenidas, de las que una veintena han sido finalmente procesadas y han aceptado una condena. La sentencia de ese primer capítulo considera que formaban parte de dos grupos (una “estructura paquistaní” liderada por Waqas y una “estructura latina) que controlaron el tráfico de heroína y cocaína en el barrio.

La sentencia concluye que Waqas era el jefe del grupo, que llegó a controlar 22 pisos, varios de ellos en la calle de Reina Amalia. Allí se guardaban pequeñas cantidades y se vendía y (ocasionalmente) consumía droga. El grupo utilizaba a jóvenes “punteros” para captar a turistas y potenciales clientes en la calle. Algunos lo hacían contra su voluntad. La resolución de la Audiencia de Barcelona castiga a una parte de los procesados por trata de seres humanos, entre otras cosas por tener a un menor de edad trabajando en un narcopiso durante 12 hora al día. También les atribuye coacciones y lesiones a dos testigos protegidos, hombres paquistaníes que se vieron forzados a vender drogas en la calle. Una de las víctimas denunció a los implicados por romperle una pierna y varios dedos de una mano cuando se negó a traficar.

“No suministro mala calidad”

Las intervenciones telefónicas han sido claves para desenmascarar al grupo. En los teléfonos, y a diferencia de la tendencia de los últimos tiempos en las que los traficantes apenas usan sus terminales para comunicarse o lo hacen a través de aplicaciones encriptadas, los implicados se referían abiertamente a harina, caballo, crack, mercancía o material de la nariz. Las conversaciones de Waqas, por ejemplo, son elocuentes. “No suministro mala calidad”, presume en una de las llamadas. En otra, pide a un colaborador que “abra” una vivienda para dedicarla al tráfico de drogas. “¿Tienes a alguien para meter dentro? Por abrir yo también te lo puedo abrir”, le dice el líder, que solía impartir las instrucciones en el Chicken Point, un restaurante en una callejuela cercana a la Rambla del Raval donde también almacenaban parte de la droga. Waqas se movía en un deportivo (un Honda Legend que fue decomisado) aunque vivía con su pareja muy lejos de allí, en el barrio de Trinitat Vella, junto al río Besòs.

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De resolver los conflictos también se encargaba Waqas. En mayo de 2019, discute con un proveedor porque, en lugar de medio kilo de heroína como habían pactado, le ofrece 250 gramos. “En 13 años no me ha pasado nunca”, dice antes de amenazarle con pegarle “un tiro en las rodillas para que no pueda caminar”. Otros colaboradores le advertían de problemas con un grupo de Badalona por el control de territorios clave en la venta (Raval, Puerto Olímpico), ante lo que Waqas imponía la necesidad de mantenerse firmes. Además de tráfico de drogas, la sentencia en este primer caso incluye el delito de blanqueo de capitales: el líder había contratado falsamente a varias personas para dar salida al dinero procedente del narcotráfico.

El 7 de octubre de 2020, la policía llevó a cabo una segunda operación contra miembros del mismo grupo y también contra Waqas, que seguía liderándolo desde prisión. En esa ocasión contaba con un grupo más reducido de personas, entre ellos su hermano y su mujer, y un menor número de pisos. Esta vez, pasaron a hablar de la droga en nombres clave, como películas, dulces, café, harina o leche. La sentencia concluye que Waqas “disponía de diferentes teléfonos desde los que efectuaba regularmente llamadas a otros miembros del entramado, fundamentalmente su hermano”. También recibía “continuamente” llamadas de este, que le daba “cuentas de la marcha” del negocio. Desde la cárcel, el condenado “impartía instrucciones” sobre todos los aspectos del negocio: cómo debían gestionarse los beneficios, a qué proveedores había que acudir, cuánto había que pagar por la droga y cuánto dinero en efectivo se enviaría a Pakistán.

Además del negocio en las calles del Raval, Waqas se dedicó también a introducir heroína en la cárcel. Se valió para ello de un preso en régimen abierto, al que le encargaba entrar heroína cada vez que regresaba de sus permisos. En este segundo caso, que curiosamente fue juzgado antes que la macrocausa de 2019, cinco personas además de Waqas han sido condenadas a penas de entre cuatro años y medio de prisión y dos años. La decisión también se ha alcanzado por conformidad con la Fiscalía.

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