Los cocineros del Puerto Olímpico de Barcelona: “Es un palo cerrar el restaurante después de 30 años”
El Cangrejo Loco se muda a partir del sábado al antiguo restaurante La Camarga, en el Eixample
Trasiego de ollas, de utensilios de cocina, de aparatos, palés, sillas y montones de mesas en el día después de las últimas comidas servidas el domingo. Atrás quedan miles y miles de paellas, fideuás y raciones de calamares. Este lunes toca comenzar a recoger después de 30 años de servicio en los restaurantes del Puerto Olímpico de Barcelona, que acogió las competiciones de vela en los Juegos de 1992. En los buenos tiempos, restaurantes como El Cangrejo Loco, entre el local cerrado y la terraza, llegaron a tener espacio para 600 comensales. “Es un palo cerrar el restaurante después de 30 años. Llevo 27 años de mi vida trabajando en La Barca de Salamanca. Solo me queda esperar a que pasen estos 18 meses en ERTE”, asegura Antonio Moreno, el jefe de cocina de La Barca mientras sale a tomar el sol antes de seguir desmontando el restaurante.
El cierre de los locales se produce para poder materializar la reforma del Puerto Olímpico, un espacio al que el Ayuntamiento quiere dar un carácter más ciudadano: sacando los aparcamientos y ganando espacio de estancia para la ciudadanía, y con lo que llama “economía azul”, negocios vinculados al mar o la náutica. La transformación comenzó con el cierre de los locales de ocio (foco durante años de incidentes de madrugada), que no reabrirán. Y ahora son los restaurantes quienes cierran, aunque 11 podrán reabrir en 2024.
De hecho, toda la operación de reforma se ha acelerado por la celebración de la Copa del América en Barcelona en 2024. El consistorio quiere crear un espacio de restauración, lo que ha llamado el Balcón Gastronómico del Port Olímpic, cuya fecha estaba prevista para 2026 pero se ha adelantado para hacerla coincidir con las regatas. De los seis restaurantes que quedaban hasta este fin de semana, los cuatro más veteranos reabrirán en la nueva etapa: El Cangrejo Loco, la Barca del Salamanca, La Fonda y La Taberna Gallega.
Entre ruidos de martillos y gaviotas como testigo, los carteles y vallas anuncian por el paseo del puerto la renovación de las infraestructuras olímpicas. Los trabajadores, por su parte, cargan en camiones el mobiliario y tiran lo que no quieren en grandes contenedores: dentro de los locales, ubicados dentro del muelle, no puede quedar nada. “Tenemos diez días para recogerlo todo y dejar solo cuatro paredes”, explica el cocinero.
Los últimos días de los restaurantes han sido emotivos, coinciden los empleados de todos los locales. “Sentimos mucha tristeza. Llevo trabajando desde 2001 aquí, son muchos años”, comenta emocionada y con voz temblorosa Eva Bertran, comercial de La Fonda del Puerto Olímpico. La noche del domingo hicieron una fiesta de despedida, y ahora unos 80 trabajadores externos vacían el local para llevarse su interior a un hangar que han alquilado. Volverán a abrir, aunque buscan un local para abrir otra Fonda en Barcelona.
Por la Barca de Salamanca (el restaurante original está en pleno barrio marinero de La Barceloneta) también han pasado muchos clientes a despedirse, explica el cocinero Antonio: “Estos últimos días muchos clientes han venido a comer su última mariscada. Ha sido muy emocionante”. Varios turistas y clientes habituales, pero, aún se paseaban despistados por el puerto buscando una mesa donde sentarse a comer: no sabían nada de la remodelación.
A los empleados de estos locales les esperan dos alternativas: o que los dueños de los restaurantes les recoloquen en otros negocios de sus grupos; o bien Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) mientras no reabran en el Puerto Olímpico. “La mayoría va al ERTE, y quizás una minoría pasa al otro restaurante que tenemos en la Barceloneta”, apunta Antonio Moreno. En vistas al futuro, se muestra esperanzado: “El proyecto promete mucho. Creo que irá bien. Esta zona es una referencia en Barcelona y lo van a hacer todo nuevo, seremos 11 restaurantes muy buenos. Si sumamos la Copa América, será una inauguración muy especial”.
También hay críticas entre los restauradores al Ayuntamiento y los precios, a su juicio demasiado elevados, de los futuros locales. Hace unas semanas la patronal del sector, el Gremio de Restauración de Barcelona, criticó en un comunicado “las condiciones de la adjudicación a fin de evitar la elitización del Puerto”. El Gremio alertó que los alquileres, de hasta 500.000 anuales, “acabarán repercutiendo en el precio de las consumiciones: comer o cenar en el Puerto dejará de estar al alcance de muchos barceloneses”. Pese a los precios, La Fonda, La Barca del Salamanca, La Taberna Gallega y El Cangrejo Loco figuran entre las empresas que han ganado el concurso, con otras cuatro, para reabrir en 2024.
Fuentes de BSM, la empresa que gestiona el Puerto Olímpico, rebaten que “los restauradores han tenido unas condiciones de alquiler excepcionalmente bajas” y han añadido que en la licitación constaba “que los restauradores que ganaran deben asumir la carga de los empleados existentes”.
El Cangrejo Loco se muda al Eixample, al local que ocupó el restaurante La Camarga
El Cangrejo Loco, uno de los restaurantes más populares del Puerto Olímpico, reabrirá tras la reforma del espacio. Y mientras, se muda al Eixample: al número 115 de la calle de Aribau, donde estaba el restaurante La Camarga (célebre por una conversación grabada con un micro en un florero que formó parte del espionaje a la ex pareja de Jordi Pujol Ferrussola). Lo cuenta el gerente de esta empresa familiar, Toni Herrero. Sus padres (Alfons Herrero y Rosa Maria Garrido) fueron los primeros en abrir en 1992, lo hicieron durante la celebración de los Juegos, para que autoridades y delegaciones tuviran un restaurante donde reunirse en el mismo puerto. En los buenos tiempos El Cangrejo Loco llegó a tener capacidad para 400 comensales en la sala y 200 en la terraza.
El nuevo local, que se llamará igual, lo han reformado "de arriba a abajo" y permitirá mantener a los 35 empleados del puerto. Tendrá capacidad para 180 comensales. "Tendrá el mismo nombre, una cocina parecida, tradicional y marinera, y hemos incorporado platos nuevos para dar un paso adelante", dice Herrero. Cerrar ha sido "muy emotivo", coincide con los compañeros de los locales de la competencia. "Son muchos años, muchos clientes y muchas vivencias, han venido a despedirse", celebra. "Su cariño nos empuja hacia adelante, en 2024 volveremos", concluye.
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