Un ambicioso ‘Il trittico’ abraza 35 años después el Liceo
El Teatro de La Rambla estrena la obra de Puccini que comprende tres óperas independientes entre si en una sola función
Un escenario que se va estrechando como un túnel y que lleva al espectador primero a un muelle junto al Sena, a principios del siglo XX (Il tabarro); después a un convento italiano en el siglo XVIII (Suor Angelica) y por último a una casa en la Florencia del siglo XIII donde se vive una hilarante comedia por una herencia (Gianni Schicchi). Las tres historias, en teoría tan diferentes, tienen en común el hilo conductor de la muerte y la mentira. Son tres óperas en una que Giacomo Puccini imaginó como un tríptico, como un cuadro en tres partes y que bautizó así. El Gran Teatro del Liceo estrena este domingo Il trittico, esta colosal obra del célebre compositor de Lucca, tan difícil de programar porque necesita 38 personajes, un gran volumen de orquesta y esfuerzo presupuestario. La ópera se representará hasta el 15 de diciembre.
Estrenada en 1918 en Nueva York, el Liceo solo ha puesto en cartel esta ópera postrera de Puccini en tres ocasiones y la última vez fue en 1987, antes por tanto del devastador incendio que asoló el teatro. Han pasado 35 años y el tiempo transcurrido da idea de la dificultad de la apuesta. “Muchos teatros son reactivos a programar Il Trittico”, admite el director artístico, Víctor García de Gomar, en referencia al ambicioso reto. Bajo la dirección musical de la finlandesa Susanna Mälkki, el elenco lo conforman la soprano noruega Lise Davidsen (Giorgietta, en Il tabarro); la albanesa Ermonela Jaho (suor Angelica); el barítono italiano Ambrogio Maestri (Michele, en Il tabarro y Gianni Schicchi), el tenor norteamericano Brandon Jovanovich (Luigi, Il tabarro) y Daniela Barcellona (la princesa de Sor Angelica).
Tras haber triunfado ya con La Boheme, Tosca o Madama Butterfly, Puccini, un compositor perfeccionista, quiso experimentar con este tríptico inspirado en los retablos medievales y en la estructura de Divina Comedia del infierno, el purgatorio y el paraíso. Lotte de Beer, la directora de escena holandesa, ideó la compleja e ingeniosa escenografía estrenada en Múnich para enlazar el crimen junto al Sena -un marido mata al amante de su mujer-, el suicidio de suor Angelica tras saber que el hijo por el que fue enclaustrada había muerto y el desternillante Gianni Schicchi, inspirado en un personaje de Dante, en el que el protagonista suplanta a un rico mercader para acabar estafando a su ruin familia.
“Son tres títulos de épocas y estilos diferentes que nos plantean las bajezas del alma humana”, explica Anna Ponces, del equipo artístico. “Es una escenografía unitaria y simbólica que representa el túnel entre la vida y la muerte y la luz al final del mismo”. Con una hora de duración cada una, las obras son independientes entre sí y a menudo se representan por separado. Pero esta producción respeta el deseo de Puccini de programarlas juntas y en ese orden. La escenografía es apabullante con los giros que da de 360 grados moviendo ahora a un personaje, ahora a una cruz gigante o dejando colgada una cama del techo.
Tras debutar en el Liceo hace 15 días junto a Iréne Theorin y Waltraud Meier en el concierto de 175 años del teatro, Davidsen, de registros wagnerianos y gran potencia vocal, se estrena en este rol de Georgetta. “Cuando estudiaba, a diferencia de mis compañeros, no me gustaba Puccini. Y la música es maravillosa”, admite. Especialista en interpretar a suor Angelica, en una actuación tan conmovedora como desgarradora, Jaho afirma que la obra es una “catarsis y un viaje espiritual”. “Es una experiencia operística completa”, dice.
El sufrimiento de las dos primeras obras, que parten de la muerte de los hijos de Giuletta y Suor Angelica, da paso al Gianni Schichi de la célebre aria O mio babbino caro. La desnudez del escenario del Suor Angelica da paso a una decena de cómicos y ruines personajes vestidos de mil colores. “Los espectadores llorarán con las dos primeras partes pero reirán con Schicchi. Todo es muy actual”, bromeó el barítono italiano en alusión a la disputa de la herencia. Feliz por dirigir “esta catedral sonora”, Mälkiki afirmó que Il Trittico es una “partitura perfecta, un regalo” y vaticinó que el público, como así fue tras el ensayo general, con la alocución final de Schicchi incluida, saldría con una sonrisa del Liceo.
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