La manifestación por la Diada se vuelve contra el Govern y certifica el cisma del independentismo
La acto organizado por la ANC acaba con gritos de los asistentes pidiendo la dimisión del Ejecutivo que comparten ERC y Junts
El desgaste en la tríada que ha sostenido por una década el procés en Cataluña (partidos políticos, entidades independentistas y la ciudadanía movilizada) ha quedado más que certificado este domingo, durante la manifestación de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) con motivo de la Diada. Esta entidad había apostado por poner en el centro de su reivindicación la presión a ERC y Junts para hacer efectiva la independencia, pero la marcha ha terminado con un grito de “Govern dimisión”. La convocatoria, según la Guardia Urbana, ha conseguido sacar a 150.000 personas a la calle en Barcelona (700.000, según los convocantes).
”Si el Govern y el Parlament se ponen de espaldas, hay un grueso de personas para hacer una lista cívica para ganar la independencia. Está en nuestras manos cambiar las reglas del juego”, ha advertido durante su discurso la nueva líder de la Assemblea, Dolors Feliu. La opción de hacer listas para las elecciones tanto autonómica como municipal, al margen de los partidos tradicionales, lleva años en la hoja de ruta de la ANC pero hasta ahora no se había planteado como un correctivo posible ante la gestión de ERC y Junts. “O independencia o elecciones”, ha apostillado Feliu. Los manifestantes respondieron a la disyuntiva con gritos que reclamaban la dimisión del Ejecutivo que encabeza Pere Aragonès.
El planteamiento de la Assemblea para esta Diada, conocido hace un par de semanas, ya había abierto un nuevo frente de fricción entre los dos socios del Govern. Los republicanos, con Aragonès a la cabeza, descartaron asistir a una manifestación a la que no solo le veían una deriva antipolítica sino también de ataque directo a la gestión del Ejecutivo y, muy especialmente, a la apuesta por la mesa de diálogo. Feliu, de hecho, ha cargado en su intervención contra los “falsos diálogos que no engañan a nadie”. En la noche del sábado, en el tradicional discurso previo al Onze de Setembre, el jefe del Govern precisamente sacó pecho por la negociación en el ámbito de la desjudicialización, aunque sin especificar los acuerdos.
La respuesta de Junts a la negativa de ERC de no asistir a la marcha fue dejar claro que sí participarían y cargar contra el president y su partido por lo que consideraron un boicot a la principal cita anual de los defensores de la secesión. En la formación que lidera Laura Borràs vieron en la polémica un filón perfecto para desgastar al socio en el Govern y la propia presidenta de Junts acusó al republicano de querer rehuir la crítica ciudadana por su gestión en el eje nacional. Sin embargo, los gritos pidiendo el fin del Ejecutivo durante este domingo muestran que la estrategia se les ha vuelto finalmente en contra.
A la espera del Debate de Política General
La relación entre los socios estaba ya en un punto especialmente crítico después del anuncio de Junts, el pasado 29 de agosto, de poner la próxima semana como límite para que ERC se aleje de su apuesta por el diálogo con el Gobierno y se pacten avances para hacer efectiva la declaración unilateral de independencia que en 2017 aprobó y después congeló Carles Puigdemont. Ese límite temporal coincide con la celebración en el Parlament del Debate de Política General. Si antes del día 29, cuando se votan las propuestas de resoluciones, Aragonès no rectifica, Junts dejará en manos de la militancia la decisión sobre romper el Ejecutivo o no. En el debate del año pasado, los socios no se pusieron de acuerdo en ningún texto en ese mismo debate.
Los reproches contra el planteamiento de la ANC no solo fueron contestados desde las filas republicanas. El expresident Artur Mas, si bien ha afeado la decisión de Aragonès de no participar, ha lamentado la “radicalización” del discurso antipartidos de la entidad que preside Feliu. “Pensar que algún día la ANC hará la independencia en contra o al margen o por encima de los partidos políticos es muy ingenuo”, ha insistido el exlíder de la desaparecida Convergència en una entrevista al diario Ara.
Pero Òmnium Cultural, la otra gran entidad detrás del auge del apoyo al independentismo, también ha levantado, a su manera, la voz contra el plan dibujado por la ANC de cara a influir directamente en las elecciones con las listas cívicas. Después de que explotara la polémica por la ausencia de Aragonès en la marcha y llegaran las quejas de falta de “transversalidad” de la convocatoria, Ómnium había optado por un perfil bajo pero sin desmarcarse claramente de la cita. Este domingo ha ido más allá.
La entidad que ahora preside Xavier Antich ha aprovechado su propio acto de celebración del día nacional de Cataluña, en el paseo de Lluís Companys de la capital catalana, para desmarcarse públicamente del planteamiento de la Assamblea, un hecho inédito. “Nunca cederemos a la tentación populista de la antipolítica”, ha defendido Antich ante una Feliu que ha recibido el comentario frunciendo el ceño. La líder de la Assembla incluso ha insistido este domingo en que la reivindicación de la ANC no pretende atacar a ninguna formación específica. A la cita de Ómnium, por otra partido, sí acudió el Govern en pleno, tanto los consejeros de Junts como los de ERC y las cúpulas de ambos partidos como representantes de los comunes y de la CUP. La entidad gana perfil político, un rol que siempre había dejado en manos de la Assemblea.
La manifestación, según los organizadores, convocó a 700.000 personas, una cifra que la Guardia Urbana rebaja a 150.000. En 2019, el último año antes de la pandemia, la ANC logró movilizar a 600.000 personas según la policía local barcelonesa, cuatro veces más que hoy. Aunque el ambiente siguió en la línea festiva y pacífica de las anteriores Diadas, muchas pancartas mostraban cómo había calado la idea de poner al Govern en la diana de los reproches. “Sin políticos ya seríamos independientes”, se podía leer en una pancarta casera que un participante exhibía cerca de la Estació de França, donde terminaba el recorrido. “Botiflers [traidores] ni aquí ni a Madrid”, rezaban miles de carteles, esos sí, impresos por millares y sin un responsable conocido. Los republicanos tuvieron que aguantar algunos silbidos durante la ofrenda floral a Rafael Casanova, a primera hora de la mañana, donde se vio una disminución entre los ciudadanos que se acercaron a ver las delegaciones de los partidos y entidades cívicas. La mayor parte, sin embargo, eran trabajadoras del servicio municipal de asistencia domiciliaria.
La decisión de la ANC de plantear finalmente un órdago a los partidos no es un movimiento aislado y se ha madurado dentro de las diferentes cúpulas de la entidad. En 2021, la entonces presidenta Elizenda Paluzie, ante las crónicas peleas entre ERC y Junts, interpeló directamente a sus líderes, Oriol Junqueras y Carles Puigdemont, durante la Diada para que llamaran al orden a sus filas y pusieran la independencia sobre la lucha partidista. El año pasado, la manifestación también se quiso vender como un pulso contra la apuesta por el diálogo de ERC, que justamente se materializaría pocos días después. Ante una clara pérdida de influencia por parte de la ANC (muchos recuerdan el ”President, ponga las urnas” de Carme Forcadell, en 2014, cuando presidía la Assemblea y poco después se celebró la consulta del 9-N), es comprensible que se quiera poner sobre la mesa una enmienda a la totalidad.
Una nueva fórmula
Pero no es la única propuesta que se ha puesto sobre la mesa esta Diada. Tras años en que los partidos y entidades repiten de manera estéril un llamamiento a la unidad de acción independentista, Ómnium ha optado por una enmienda a la totalidad sobre cómo se ha abordado el liderazgo de los secesionistas y ha pedido poner fin a “tendencias autodestructivas”. “La fórmula de estos cinco años de bloqueo ya no nos sirve”, ha reflexionado Antich, quien ha propuesto, por ejemplo, que se incorporen “nuevas voces” dentro de ese liderazgo e ir más allá de las fronteras tradicionales del voto independentista para ampliar la base.
Este planteamiento seguramente tendrá consecuencias y, hasta cierto punto, también señala a la manera como se ha ejecutado el relevo en la dirección de los partidos. En Junts, Jordi Turull, su secretario general, es el único exconsejero condenado en el juicio al procés en la primera línea del partido. Carles Puigdemont dio el paso atrás en junio, cuando renunció a repetir como presidente de la formación. Hace dos semanas, Oriol Junqueras y Marta Rovira expresaron su deseo de repetir como máximos líderes de ERC. Una posición que ocupan desde 2011.
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