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CRÓNICA PARLAMENTARIA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Starring’ Laura Borràs

Si ha de dejar la presidencia del Parlament, siempre sería mejor hacerlo por desobediencia -el voto delegado- que por malversación de fondos públicos

Laura Borras
La presidenta del Parlament de Catalunya, Laura Borràs, en el pleno del 6 de julio de 2022.David Zorrakino (Europa Press)
Manel Lucas Giralt

“Esto parece más la sesión de control a la presidenta del Parlament que al president de la Generalitat”, ha afirmado, con orgullo poco disimulado, el portavoz de Junts per Catalunya, Albert Batet. Y la sonrisa de satisfacción de Laura Borràs casi podía oírse. Ya hemos comentado en otras ocasiones que la presidenta del Parlament valora ser el centro de atención del debate, lo cual no se corresponde con el perfil teórico de su cargo, tan relevante institucionalmente como limitado en el propio debate parlamentario. Pero Borràs ha actuado desde el principio de su mandato como esos árbitros de fútbol de los que conocemos el nombre porque adoptan actitudes que les dan mayor relevancia que a los jugadores.

Borràs ya ha entrado en la sesión plenaria de este miércoles como estrella principal del casting, después de haber anunciado que no va a dejar el cargo aunque le abran juicio oral por corrupción. El reglamento del Parlament dispone que alguien juzgado por un motivo así pierde sus derechos como diputado. Borràs sigue insistiendo en que solo se la persigue porque es independentista, a pesar de que la acusan de fraccionar contratos públicos ilegalmente para beneficiar a un amigo, en una investigación que empezaron los Mossos d’Esquadra en época de consejeros de Junts per Catalunya, su partido. Detalle que no parece importar a los diputados de Junts, que con disciplina han arrancado todas sus intervenciones mandando palabras de apoyo a la líder.

En cambio, la actitud del resto de partidos independentistas es muy diferente. El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, podría muy bien haber hecho la cobra en una pregunta sobre el tema recurriendo a la separación de poderes: el Ejecutivo no se mezcla con el Legislativo etc, etc. Y algo así ha empezado a comentar, pero no se ha detenido aquí, y ha lanzado una frase mucho menos ambigua de lo que parece: “estoy convencido de que (…) por el prestigio de las instituciones, en el momento oportuno, cada uno de los que estamos aquí (…) tomaremos la mejor decisión que permita preservar el servicio público que prestamos a los ciudadanos de Cataluña.” Para ERC y la CUP, esa “mejor” decisión es que Borràs se borre.

Por si no fuera suficiente protagonismo, la presidenta también ha asumido la decisión de desafiar al Constitucional y permitir el voto delegado de Lluís Puig, diputado de Junts exiliado en Bélgica. Ante la indignación -sobreactuada, como suele ser- de la derecha anti-independentista, la presidenta ha contabilizado verbalmente el voto de Puig, que no aparecía en el marcador electrónico.

Los dos desafíos están, en el fondo, relacionados. Borràs no podía mostrar firmeza solo cuando el problema la afecta personalmente. Y si ha de dejar la presidencia, siempre sería mejor hacerlo por desobediencia -el voto delegado- que por malversación de fondos públicos.

Termine como termine todo, hay que reconocerle a Laura Borràs el mérito de saber centrar las miradas, hasta el punto de que ha logrado superar en atención mediática a su antecesora Carme Forcadell, la presidenta que leyó la declaración de independencia.

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