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Purines, hidrocarburos y, ahora, pesticidas. Los contaminantes se acumulan en los acuíferos de la Cataluña rural

Unos 20.000 vecinos de 25 municipios catalanes se han quedado sin agua potable esta semana por la presencia de herbicidas

Limpieza de vertido de purines en Las Masias de Voltregà (Osona).
Limpieza de vertido de purines en Las Masias de Voltregà (Osona).Albert Alemany
Carlos Garfella Palmer

La contaminación ha vuelto a jugársela al agua de Lleida. 25 municipios de Les Garrigues, una comarca cuyo motor económico es la agricultura, se quedaron sin poder consumir agua potable durante cinco días tras detectar la Agencia de Salut Pública altos niveles de herbicidas. Los cortes afectaron desde el pasado viernes a unos 20.000 vecinos, que tuvieron que comprar agua embotellada incluso para cocinar. Fuentes de la Agencia Catalana del Agua (ACA) y de la consejería de Acción Climática de la Generalitat explican que la principal hipótesis es que la masiva contaminación fue causada por productos utilizados a principios de este mes para paliar los efectos de las heladas en los campos frutícolas. El Síndic de Greuges (defensor del pueblo catalán) ha anunciado una investigación de oficio para indagar las causas de las filtraciones en un territorio históricamente afectado por la contaminación agrícola, ganadera e industrial. Cataluña sigue estancada entre malas aguas y se aleja de cumplir los objetivos europeos de descontaminación para 2027, advierten los expertos.

A parte de las dificultades domésticas, este último episodio ha evidenciado el problema generalizado que la comunidad tiene con el agua contaminada en un contexto de emergencia climática. El 63% de las masas de agua de los ríos están en “mal estado”, atendiendo a criterios comunitarios, y siete de cada 10 acuíferos están contaminados, principalmente por los purines de la industria cárnica, según un informe técnico adjunto al Plan de Gestión de Distrito de Cuenca Fluvial 2022-2027 del ACA. En el documento, los técnicos alarman de la histórica contaminación de los acuíferos y advierten que la situación no ha mejorado en dos décadas.

En julio del pasado año, los mismos municipios ya cortaron el grifo por un vertido de hidrocarburos que afectó al canal Seròs, de nuevo afectado por la contaminación y que ha ido a parar al embalse de Utxesa, un pantano construido en 1914 en la cuenca del río Segre. El Govern levantó el miércoles las restricciones tras constatar en los últimos análisis que los contaminantes se habían reducido. “Se trata de un episodio puntual de ‘contaminación difusa’. Las primeras pesquisas apuntan a que fueron herbicidas utilizados durante las heladas y que con las últimas lluvias se han ido filtrando a aguas subterráneas y al río”, detallan fuentes de Agricultura.

La prohibición ha causado molestias. “Ha afectado más a los vecinos que a los comerciantes. Algunos bares sí que han tenido problemas para servir cafés. Pero yo, por ejemplo, no he parado de vender botellas de agua”, apuntaba ayer por teléfono Natalia, del restaurante gallego Casal So de Notre, en el diminuto municipio de Aspa (Segrià), de apenas 200 habitantes. La situación también despertó la picaresca de algunos y la Mancomunitat d’Aigues de Les Garrigues, que gestiona el servicio, alertó de estafa por parte de falsas empresas que ofrecían revisar la potabilidad en domicilios.

No es la primera vez que los herbicidas dejan sin agua a pueblos enteros. En 2016, 12.000 habitantes de La Bisbal d’Empordà y Forallac (Girona) se quedaron sin agua potable por otra filtración. La crisis se alargó más de una semana y Cáritas incluso se vio forzada a repartir garrafas a familias vulnerables. Ya antes, numerosos pueblos de zonas de producción ganadera de la Cataluña central también han sufrido restricciones por episodios. La Comisión Europea dio un ultimátum en junio de 2020 a España para que afrontara las carencias de Cataluña con los suelos contaminados. El pasado julio, la Generalitat volvió a vetar durante cuatro más la ampliación y la instalación de nuevas granjas en 68 municipios afectados por la contaminación de purines.

“El episodio de Les Garrigues es un caso muy claro de lo que está ocurriendo no solo en Lleida, sino también en otros lugares. Mi sensación es que no se hace nada y que con el sector agricultura cada vez irá a peor. Los pesticidas acaban continuamente en el río y se saca mucha agua de los caudales (para regar)”, explica Narcís Prat, catedrático emérito de Ecología en la Universitat de Barcelona (UB). A la contaminación se suma la falta de líquido generalizada. Las reservas de agua de Cataluña son un 30% inferiores a la media de la década por estas fechas. La mayor parte del territorio está en prealerta por sequía a escasas semanas de afrontar la temporada de riego, una práctica que según la Unesco consume en torno al 70% del líquido.

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Roger Lloret, un químico y agrónomo ya jubilado que lleva más de vida estudiando las aguas catalanas, apunta que los ríos “llevan de todo” y cree que el futuro no es nada halagüeño. “Estoy satisfecho porque parece que por fin ya se están tomando en serio aquello de lo que yo alerté hace décadas”, dice. “Pero también estoy muy triste por la situación: estamos sufriendo una comparsa de problemas que se van sumando y desembocarán en una gran crisis”, dice este químico que durante años colaboró como perito judicial en la Fiscalía de Medio Ambiente.

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Sobre la firma

Carlos Garfella Palmer
Es redactor de la delegación de Barcelona desde 2016. Cubre temas ambientales, con un especial interés en el Mediterráneo y los Pirineos. Es graduado en Derecho por la Universidad de las Islas Baleares, Máster en Periodismo de EL PAÍS y actualmente cursa la carrera de Filosofía por la UNED. Ha colaborado para otros medios como IB3 y Ctxt.

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