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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El caos bajo el cielo posconvergente

La retirada de Artadi no parece ser el único problema que ahora mismo tiene que resolver Junts de cara a su próximo congreso

06/05/2022.- Elsa Artadi anuncia durante una rueda de prensa que deja la política. EFE/Marta Pérez.
06/05/2022.- Elsa Artadi anuncia durante una rueda de prensa que deja la política. EFE/Marta Pérez.Marta Pérez (EFE)
Paola Lo Cascio

La reciente dimisión de Elsa Artadi de todos sus cargos -institucionales y partidistas-, tiene un componente personal muy fuerte. La política en primera línea es un trabajo duro, que implica una dedicación absoluta y que, en más de un caso, llega a provocar un desgaste difícil de asumir. En este sentido, no es una casualidad que la solidaridad personal a la dirigente de Junts haya llegado de todo el espectro político.

Y, sin embargo, la renuncia de Artadi tiene una dimensión también política. A un año de las elecciones municipales, los posconvergentes se quedan por sorpresa sin candidata (aún en las casetas del partido en Sant Jordi, en la Rambla de Cataluña de Barcelona, campaba su enorme foto y su lema prelectoral) y con el run run de fondo de una posible candidatura autónoma del PDeCAT. No nos engañemos: las perspectivas electorales del espacio nacionalista e independentista conservador en las elecciones municipales de Barcelona nunca han sido halagüeñas. Pero es indudable que, con este suceso, la percepción generalizada es que renuncia a Barcelona. Aunque fuera sólo por intentarlo.

Sin embargo, la retirada de Artadi no parece ser el único problema que ahora mismo tiene que resolver Junts de cara a su próximo congreso en menos de un mes.

El paso al lado de Puigdemont, que no optará a la presidencia, redimensiona el capital simbólico que ha constituido durante mucho tiempo su baza más eficaz, pero, sobre todo, deja entrever el cuanto y el cómo de dividido debe de estar el partido. Desde la distancia el expresidente ha ejercido un papel decisivo en decantar las balanzas en los equilibrios entre facciones, muchas veces resolviendo conflictos. Ahora parece que la única cosa que puede hacer es inhibirse.

Por otra parte, la renuncia de Jordi Sánchez, cuestionado por su solvencia independentista y por la manera de llevar la formación, deja descabezado el partido en su orientación más inmediata, cuando precisamente uno de los grandes problemas es la coherencia en líneas políticas, objetivos, estilos de las muchas almas que lo integran.

Ahora mismo pues, están vacantes tanto el cargo de presidente como de secretario, y aún no hay un acuerdo entre Jordi Turull -que ha recompactado detras suyo los cuadros procedentes del PDeCAT-, y Laura Borrás, que aglutina los sectores más independientes y verbalmente más radicales.

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Convence poco interpretar el conflicto entre estos dos sectores en términos de línea política: la competición entre una parte más moderada vinculada a Turull y una más intransigente vinculada a la presidenta del Parlament es sólo la cáscara. Lo que se dirimirá es la capacidad de influir en el control de ayuntamientos, listas electorales, recursos. De esto se hablará en el congreso. El resultado no está decidido. Y, de momento, el caos bajo el cielo posconvergente reina soberano.

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