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BOSNIA Y HERZEGOVINA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La próxima secesión

Nada indica que ni Bosnia y Herzegovina ni la comunidad internacional vayan a poder impedir la próxima secesión unilateral de la Republika Srpska, una de las dos entidades políticas que forman el país

Desfile en la República Srpska, el pasado 9 de enero.
Desfile en la República Srpska, el pasado 9 de enero.Anadolu Agency (EL PAÍS)
Albert Branchadell

En una entrevista publicada en EL PAÍS, Josep Massot consideraba que las obras de ensayo que se publican en Cataluña suelen ser “demasiado localistas”. Por suerte, no todo lo que se publica va de “lo de casa” y de vez en cuando aparecen honrosas excepciones. Uno de los ensayos políticos más interesantes publicados en 2021 es la reflexión del periodista Joan Salicrú sobre la naturaleza de la guerra de Bosnia y Herzegovina, en un sobrio volumen publicado por Apostroph gracias al micromecenazgo, Bòsnia, la guerra que no ens van explicar.

Con precisión periodística y un buen dominio de las fuentes, Salicrú desarrolla una tesis que contradice el relato canónico de la guerra de Bosnia de 1992-1995. Según Salicrú, esa guerra no fue el resultado de un conflicto nacional irresuelto. Más bien, el conflicto nacional fue el resultado de la guerra, y la guerra fue promovida por las élites del antiguo sistema yugoslavo, que agitaron las tenues diferencias “étnicas” existentes sin ninguna otra finalidad que perpetuarse en el poder. En este contexto, no es extraño que Salicrú sea muy crítico con los Acuerdos de Dayton, en los cuales los negociadores internacionales no vieron otra salida al conflicto bélico que el tipo de compromiso que las élites políticas buscaban, es decir, la división de la sociedad a partir de criterios étnicos. Así es como Dayton selló la limpieza étnica con la creación de dos entidades: la Republika Sprska (RS) por un lado, puramente serbia, y la Federación de Bosnia y Herzegovina por el otro, formada por diez cantones con fronteras trazadas cuidadosamente para garantizar una mayoría croata o musulmana en cada uno de ellos.

El análisis casi irrebatible de Salicrú tiene el mérito de vincular el precedente bosnio con el momento de “repliegue nacional” que vive el continente europeo, del cual Cataluña no es precisamente una excepción. El defecto involuntario del libro es que se publicó demasiado pronto. En abril de 2021 Salicrú no podía adivinar es que en estas últimas semanas la Republika Sprska daría pasos de gigante hacia la implosión de Bosnia y Herzegovina.

El pasado 9 de enero las autoridades serbobosnias celebraron el Día de la Republika Srpska, que conmemora la proclamación de la autodenominada República Serbia de Bosnia y Herzegovina en 1992. Esta celebración fue un ejercicio de desobediencia por partida doble: la fiesta en sí fue declarada inconstitucional por el Tribunal Constitucional en 2015, y el referéndum unilateral que las autoridades serbobosnias organizaron para ratificarla también fue declarado inconstitucional en 2016. Pero lo realmente preocupante de la situación no es este ejercicio de desobediencia simbólica. Lo realmente preocupante es que nada indica que el Estado bosnio ni la comunidad internacional vayan a poder impedir la próxima secesión unilateral de la Republika Srpska.

El pasado 10 de diciembre fue una fecha clave en el proceso de desmantelamiento de Bosnia y Herzegovina. Ese día el parlamento de la RS dio un paso decisivo en la hoja de ruta hacia la independencia trazada por el presidente Milorad Dodik. Se aprobaron las conclusiones de cinco informes que preconizan la “devolución” a las autoridades de la RS de más de 100 competencias estatales en materia de fiscalidad, justicia, seguridad y defensa. Los siguientes pasos son la aprobación en el plazo de seis meses de leyes de la RS sobre estas materias, la anulación de las leyes estatales correspondientes y la prohibición de que las instituciones estatales operen en su territorio.

Mientras Putin se frotaba las manos, este malaventurado movimiento solo mereció una liviana nota de protesta de las embajadas de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania e Italia. Ahora que las potencias occidentales tienen el foco puesto en Ucrania, el presidente Dodik tiene campo libre para consumar una deriva que ya no puede calificarse de simple escalada retórica.

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Vista desde Cataluña la posible secesión de la Republika Sprska resulta especialmente interesante, dados los notables indicios de que el proceso catalán ha inspirado a las autoridades serbobosnias. Por un lado, Dodik sostiene que su proyecto reposa en el “derecho a decidir” del pueblo serbobosnio. Será chocante cuando el Gobierno independentista catalán salga a defender la integridad territorial de Bosnia y Herzegovina, como ya ha defendido la de Ucrania. Por otro lado, Dodik planea una desconexión gradual “de la ley a ley”, según la fórmula que acuñó en su día el hoy periclitado Carles Viver Pi-Sunyer. En resumen: el proceso catalán fracasó tal como se había planteado, pero la réplica de ese planteamiento puede llevar a la destrucción de Bosnia y Herzegovina.

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