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20 años de la agencia que imaginó una Barcelona con menos coches

La Agencia de Ecología Urbana, una idea del padre de las supermanzanas, cumple dos décadas

Clara Blanchar
Federacion Entidades Vecinales Barcelona
Una de las plazas de la supermanzana de Sant Antoni, en Barcelona.Albert Garcia (EL PAÍS)

La idea de juntar “ecología” con “urbana” podía parecer chocante hace dos décadas. Pero se trataba de que la ecología entrara en la planificación urbana. Porque, cuentan los que saben, la ecología académica también considera las ciudades como ecosistemas: especiales, porque sus habitantes son personas. Y de estas premisas nació en 2000 la Agencia de Ecología Urbana de Barcelona, con la fórmula de un consorcio público y capitaneada por el ecólogo y psicólogo (le gusta recordar que lo es) Salvador Rueda.

Entre el legado de Rueda destaca la idea de las supermanzanas: cerrar al tráfico cuadrículas de tres por tres manzanas para reducir drásticamente el tráfico (y con él, el ruido y la contaminación) y ceder asfalto para la vida cotidiana. Pero, sobre todo, la implantación de sus propuestas: “Las ideas son buenas cuando se plasman, y el urbanismo ecosistémico, el modelo de ciudad compacta y cohesionada, sale y se extiende desde Barcelona: podemos levantar esta bandera, y la hemos llevado en 400 proyectos por todo el mundo”.

Veinte años y unas cuantas supermanzanas después, parte del equipo de la Agencia se ha integrado en 2021 en Barcelona Regional (BR), el think tank público de la ciudad. Y BR ha compilado en un libro el centenar de proyectos realizados por Rueda y su equipo. Supermanzanas o la red ortogonal de autobuses urbanos para Barcelona. Pero también planes de movilidad, estrategias de lucha contra el cambio climático, proyectos de espacio público, de aumento del verde, de regeneración de fondos marinos, de gestión de residuos o sistematización de indicadores para medir la sostenibilidad urbana en decenas de ciudades. Municipios metropolitanos pero también del resto de España (Donostia, Vitoria, Bilbao, Córdoba, Coruña…), y de puntos tan dispares como Vancuver (Canadá), Buenos Aires (Argentina), Quito (Ecuador) o La Habana (Cuba).

Hace unas semanas, en la presentación del libro, el director de Barcelona Regional, Josep Bohigas, señalaba que los 20 años de la Agencia de Ecología Urbana “son veinte años que han cambiado la ciudad, porque la agencia nos inoculó un bicho que nos hizo cambiar”. “Nunca se ha hablado tanto de términos que salen de allí: de supermanzanas, de urbanismo ecosistémico”, celebró.

¿Y qué es el urbanismo ecosistémico? Pues promover un urbanismo que vehicule fórmulas a favor de la sostenibilidad en las ciudades a partir de 15 principios básicos, indicadores que permiten diagnosticar su calidad, planificar mejoras y actuar. Aspectos como si las ciudades son dispersas o compactas (cuanto más compactas, más fácil es conseguir mayor sostenibilidad), en qué se basa la movilidad (si en transporte privado o público), qué usos tiene el espacio público, cuánto hay de asfalto y cuánto de verde, cuál es el consumo de agua, la brecha socioeconómica, o si hay equipamientos y vivienda cerca de todos los vecinos.

En el acto surgió la anécdota que siempre se cuenta sobre Rueda y la peculiar fórmula que defendía hace 20 años para cambiar las miradas de gobernantes y técnicos municipales ante sus apuestas. Su receta para “hervir una rana”, un concepto impropio de un ecólogo. A saber, no se trata, decía, de ponerla en agua hirviendo, porque saldría saltando del agua; se trata de dejarla en agua templada e ir subiendo la temperatura poco a poco.

En agua templada y subiendo la temperatura fue como Rueda hizo mapas de ruido para demostrar “que la mitad de la gente vivía fuera de norma”, estudios de movilidad sin simuladores (porque no había), ideó “corredores verdes”. “Las ciudades tienen una escala temporal que no es la que uno tiene; hay que tener paciencia y yo tengo mucha; y es importante ser coherente, yo lo soy, y pesado”, resume.

Sobre las supermanzanas, sentenció: “Hoy, probablemente, es el concepto urbanístico de las ciudades más importantes del mundo”. Y en presencia de la teniente de alcalde de Urbanismo, Janet Sanz, a quien reprocha haber rebajado su planteamiento al crear ejes verdes y no cuadrículas cerradas al tráfico, optó por no aguar la fiesta: “No me gusta que me lo rebajen, pero ahora no entraremos en polémicas”.

Con la mirada de quien trabaja a los dos lados del Atlántico, la directora de Land Lab, Miriam García, señaló en la presentación que “Barcelona ha generado método, es una ciudad que se piensa y se estudia, y que está tan mal y tan bien como el resto, con una crisis que nunca hemos vivido, pero ha tomado conciencia de la ecodependencia”. Elena Albarda, fundadora de Cíclica, destacó también que “la virtud de la Agencia de Ecología Urbana es haber llevado todas estas teorías a la práctica, pasar del crecimiento urbano a la regeneración, y haber incorporado la vertiente social, de las cuestiones que sostienen la vida”.

Rueda está ahora al frente de la Fundación Ecología Urbana y Territorial desde donde sigue trabajando en proyectos para lograr ciudades más sostenibles. “Ante las evidencias científicas de que la contaminación mata, lo importante ahora es ir cociendo y que no se rompa nada, que el legado de la Agencia de Ecología Urbana no tenga marca política y que los proyectos de transformación no se paren”, confía.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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