Maite Salord gana el premio Proa de novela con la memoria de la ‘pequeña Maó’ en la Argelia colonial
‘El país de l’altra riba’, bajo el influjo espiritual de Camus, permite a la expolítica balear volver a la literatura y obtener los 40.000 euros del galardón
La madrugada del 24 de febrero de 1943, un Junker 88 de la Luftwaffe ameriza, sin combustible, en el sudeste de Menorca. Venía de bombardear la costa norte de África, seguramente afectando Fort de l’Eau, pueblo de la abadía de Argel fundado en 1852 por unos seis mil habitantes de las Baleares, casi todos menorquines… Con esa imagen que parece un capricho de la Historia arranca El país de l’altra riba, obra con la que la expolítica menorquina Maite Salord ha obtenido hoy el III premio Proa de novela, dotado con 40.000 euros, y con la que ilumina la particular epopeya vital de la emigración menorquina en Argelia, historia de memoria de la “pequeña Maó” que lleva hasta la Barcelona de 2003.
“Es un tema muy vivo en la isla: casi no hay familia que no tenga un pariente lejano en Argelia”, asegura Salord (Ciutadella de Menorca, 1965), un nombre quizá menos en boga que el de sus predecesores en el galardón (Jordi Nopca y Francesc Serés) por el largo paréntesis desde la publicación de su última novela L’alè de les cendres (2014). Una ausencia generada por su actividad política de 16 años, mayormente como miembro del Consell Insular de Menorca (institución que llegó a presidir entre 2015 y 2017), desde la formación econacionalista MÉS per Menorca.
Salord parece no haber olvidado, sin embargo, el espíritu de su hasta ahora última obra, donde recogía el testimonio de los vencidos de 1939 en las islas Baleares. “El escritor no se puede poner hoy al servicio de los que hacen la Historia: está al servicio de los que la sufren”, aseguró Albert Camus, influjo tácito de El país de l’altra riba. “No sale en la novela, pero toda ella es un homenaje a su figura y pensamiento, a ese sentido de su humanismo, de la justicia y de la concordia”, admite la escritora sobre el Nobel francés, nieto de una menorquina y autor de unas periodísticas Crónicas argelinas (1939-1958) que ha utilizado como fuente documental.
La novela ganadora (que publicará Proa, sello del Grupo Planeta, el 17 de noviembre) traslada al lector al Argel, donde se cruzan los destinos de dos judíos sastres de oficio, Daniel Gold y su abuelo Alfred, llegados a Argelia huyendo de los nazis, con el de Michel Bisset, orgulloso colono francés, insensible a la población musulmana, que regenta un lujoso restaurante. En él trabajarán Omar, excombatiente con las tropas francesas, e Isabel Vidal, hija de inmigrantes menorquines (su segundo apellido es Sintes, como el de Camus, en tácito homenaje). Junto a esa trama argumental, la novela desarrolla otra en la Barcelona de 2003 en plenas protestas por la intervención internacional en guerra de Irak, con dos estudiantes: Marta, nieta de Daniel Gold, y Hanna, alemana con la que vive una compleja relación sentimental.
Payeses honrados
“Es la manera de dar a entender que identidad y memoria del pasado explican y están siempre íntimamente ligadas al presente”, afirma Salord sobre el doble plano de la novela, donde los personajes sufren e intentan salvarse de las inclemencias espirituales y afectivas provocadas por algunos de los grandes desastres del siglo XX: Segunda Guerra Mundial, la de Argelia y la de Irak. La novela, en cualquier caso, muestra un Argel de los años cuarenta y cincuenta sorprendentemente multicultural, pero donde sus habitantes “a pesar de ser opuestos ideológicamente, de chocar con sus ideas, convivían”. En esa mezcolanza estaban los descendientes de aquellos menorquines, que llegaron a ser inicialmente 10.000, casi una cuarta parte de la población que tenía a finales del XIX una isla que veía como se desangraba humanamente por la decadencia del puerto de Maó; con las diversas crisis, marcharían después hacia Marsella u Orán. “Mayormente, se dedicaron al campo, tuvieron fama de payeses muy trabajadores y honrados”, fija Salord, que ha consultado el estudio de referencia sobe el tema, Els menorquins d’Algèria, de Marta Marfany.
Ese trabajo, y la anécdota contada por el propio Camus de que se avergonzaba de ir con su abuela al cine porque no entendía el francés y le debía traducir las películas, dan fe de una comunidad menorquina muy cerrada y pequeña que la autora refleja en la novela con expresiones dialectales para entender la viveza de la lengua en ese momento: “Trasladaron unas costumbres, una gastronomía... Incluso muchos árabes de la zona entendían entonces o sabían mallorquín”, sostiene.
Salord, que quedó finalista del premio Sant Jordi en 2006 con La mort de l’ànima y que cuenta en su haber con obras como I del somni, tot (1998) y Mar de boira (2004), asegura que, precisamente, entró en política “por mi lengua, un compromiso que también he traspasado a la literatura; dicen que la función de los políticos es generalizar y la de los escritores, matizar, ¿no?”. El país de l’altra riba quiere tornasolar desde la identidad y la memoria.
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