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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El lento regreso a la política

Por fin se rompe la mítica unidad en torno a la razón patriótica. Es sobre estas fisuras que pueden emerger fórmulas para retomar esta vía. No hay peor error que no saber por dónde se camina

Josep Ramoneda
Pere Aragonès, y el secretario general de Junts, Jordi Sànchez, en la escenificación del acuerdo el pasado 17 de mayo.
Pere Aragonès, y el secretario general de Junts, Jordi Sànchez, en la escenificación del acuerdo el pasado 17 de mayo.

Los ojos del sector puigdemontista del independentismo están ahora mismo puestos en los tribunales europeos. Después de que el Tribunal Constitucional validara la sentencia condenatoria a Jordi Cuixart los focos se han desplazado hacia Estrasburgo, como nueva gran esperanza para sacar los colores a la justicia española. Un objetivo que muestra ya de por sí una ambición limitada. La decisión del Constitucional ha venido acompañada de dos votos particulares, que van al fondo de la cuestión: la desproporción entre la realidad de los hechos y la condena validada y la restricción de derechos básicos. Por supuesto, hay razones para creer que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos puede enmendar el ejercicio de los magistrados del Supremo. Pero, como todo el mundo sabe, es un proceso de largo recorrido, como es propio de la justicia europea, que con escaso poder coercitivo sobre los Estados, se pronuncia cuando las cosas ya están tan enfriadas que los efectos de sus decisiones pierden entidad.

Oriol Junqueras no renuncia a nada, simplemente constata lo obvio, que el camino es largo
Oriol Junqueras no renuncia a nada, simplemente constata lo obvio, que el camino es largo

La apuesta por Europa tiene además un factor añadido: es la bandera con la que se legitima que Puigdemont optara por la huída. Desde fuera se podrá hacer más que desde la cárcel, era el argumento del expresidente, cosa que no es evidente si vemos el protagonismo adquirido, por ejemplo, por Oriol Junqueras y Jordi Sánchez, decisivos ambos en los últimos movimientos políticos: desde la formación de Gobierno hasta la definición de los escenarios para el futuro inmediato. En cualquier caso, la apuesta por Europa es a largo plazo y limitada. Poco se van a mover los gobiernos, siempre fieles al corporativismo entre estados, y los éxitos serán más simbólicos que prácticos. Lo único seguro es que cuando lleguen los presos ya estarán en la calle.

La importancia que se da a esta vía confirma lo que todos sabemos: que hay conciencia creciente de los límites de la apuesta independentista y que, por ninguna parte aparece un escenario de desenlace próximo. Con lo cual, la irritación que provoca en algunos sectores de Junts per Catalunya que se reconozca que el objetivo final no está en el orden del día, sólo puede explicarse por razones de estrategia casera —es decir, del control del vecindario independentista—. Dicho de otro modo, la insistencia en la vía unilateral es solo un argumento ideológico para desprestigiar al socio, y a su vez adversario, que acaba de infligirles una derrota difícil de digerir para quienes se consideran dueños de la marca.

A Jordi Sánchez le ha tocado el papel de señalar al republicano, en la dinámica de pelea entre socios
A Jordi Sánchez le ha tocado el papel de señalar al republicano, en la dinámica de pelea entre socios

Por mucho que se adornen retóricamente todos operan en términos de presente: unos buscando vías de diálogo que retornen el conflicto a la política y otros intentando recuperar la hegemonía perdida. Aunque sea a costa de falsear las palabras del otro. Porque Oriol Junqueras no renuncia a nada, simplemente constata lo obvio, que el camino es largo, el recorrido no está escrito y queda mucha gente que sumar. Lo que la responsabilidad política exige es optimizar los sucesivos escenarios que la dinámica social ofrece. Es tan ridícula la inminente defunción del independentismo que la prensa española viene proclamando con escaso éxito por lo menos desde 2014 como la promesa de aceleración del proceso por la vía de un embate invisible que vienen repitiendo algunos medios catalanes.

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El simple hecho que la apuesta del Gobierno de España por los indultos tome visos de realidad ha abierto brechas en la escena política española. Y el cambio de posición de la vieja guardia socialista, echando una mano a Pedro Sánchez indica que algo se mueve. Por fin se rompe la mítica unidad en torno a la razón patriótica. Es sobre estas fisuras que pueden emerger fórmulas para retomar la vía política.

No hay peor error que no saber por dónde se camina y en qué momento estamos. Pretendiendo acelerar el proceso, en realidad, lo que hace Junts es poner la carreta por delante de los caballos. Puro inmovilismo. A Jordi Sánchez le ha tocado el papel de señalar a Junqueras, en la dinámica de pelea entre socios. Pero en este magma llamado Junts, una parte de sus colegas han saltado como un resorte contra él por haber dicho lo que es evidente: que el 1 de Octubre no era para proclamar la independencia de Cataluña sino para forzar al Estado a negociar. En la casa de todos la pelea es permanente, porque sólo les une el mito, cada vez más descolorido, de la unilateralidad.

Hoy, Pere Aragonès y Oriol Junqueras están más cerca de la realidad, que Junts per Catalunya y tengo que reconocer que no consigo entender qué hace Jordi Sánchez en un sitio como éste.

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