Ildefonso Falcones se escuda en su hermano en el juicio por fraude fiscal
El autor declara que cedió la explotación de ‘La catedral del mar’ por 3.000 euros porque era “un manuscrito que no valía absolutamente nada”
Ha costado sentar en el banquillo a Ildefonso Falcones casi tanto como construir una catedral o, por lo menos, como escribir una novela. En el juicio ―fascinante solo si uno es inspector de Hacienda―, el autor superventas se ha comportado más como el abogado que fue que como un hombre que afronta una petición de nueve años de cárcel. A Falcones le ha tocado este viernes dar su versión. Batallador, desafiante y enérgico pese al cáncer que padece, ha atribuido a su hermano Rafael Falcones, fallecido hace dos años, la creación y gestión de la estructura empresarial en el extranjero que, según la Fiscalía, sirvió para defraudar a Hacienda.
Han pasado seis años desde que la Fiscalía desmontó una trama de ingeniería fiscal bastante más compleja que el argumento de una novela histórica. El resumen es el que sigue: bajo la iniciativa de su hermano Rafael, abogado experto en fiscalidad internacional, Falcones transmitió los derechos de autor que generaron sus tres primeras obras (La catedral del mar, La mano de Fátima y La reina descalza) a empresas ubicadas en países con una tributación muy favorable —Irlanda, Chipre, República Dominicana— que, en realidad, controlaban él y su esposa, María del Carmen Rosich, que también se sienta en el banquillo.
La Fiscalía pide nueve años de cárcel para el autor, al que se ha bautizado como el Ken Follett español (lleva más de 10 millones de ejemplares vendidos con sus novelas históricas), por tres delitos fiscales cometidos entre 2009 y 2011. El ministerio público le acusa de haber defraudado 700.000 euros —los técnicos de Hacienda hablaron inicialmente de 1,4 millones, pero rebajaron esa cifra— y le exige además el pago de una multa.
El desencadenante de la narración es, precisamente, La catedral del mar, la obra que lo lanzó al Olimpo editorial. En 2004, Falcones cedió los derechos de autor de la novela al bufete regentado por su hermano por apenas 3.000 euros. Solo un día después, el bufete firmó un contrato con el gigante Random House, que se comprometió a publicar la novela en un plazo de 10 meses. ¿Podía prever Falcones el éxito que acabó teniendo la novela protagonizada por Arnau Estanyol, que va ya por los seis millones de ejemplares en 40 países, se ha traducido a una quincena de idiomas y ha inspirado una serie de televisión?
El nacimiento de una novela
De la respuesta a esa pregunta depende, en buena medida, el desenlace de esta historia. La defensa de Falcones insiste en que nada indicaba que fuera a convertirse en el fenómeno editorial que fue dos años después: publicada en 2006 por Grijalbo, fue la sensación del Sant Jordi de ese año y se transformó en un éxito mundial. La Fiscalía replica que el escritor disponía ya entonces de serios indicios de que la obra gozaría, al menos, de una generosa distribución y publicidad. Y que, consciente de ello, ideó con su hermano una forma de eludir el pago de impuestos.
Vestido con chaqueta oscura, con los botones del cuello de la camisa desabrochados, Falcones se ha lanzado a una intensa batalla dialéctica con el fiscal. Los juicios, a veces, sirven para conocer detalles que van más allá de lo penal y se adentran en el terreno personal. “Siempre me ha gustado escribir. Tengo muchas novelas que no valen un céntimo. Antes de La Catedral del Mar escribí otra que fue rechazada por todas las editoriales, claro. La autopubliqué”, ha explicado antes de revelar que trabajó en El Bastaixo —nombre original de lo que después sería La Catedral del Mar― durante cinco años, entre 1994 y 1999. Desde entonces intentó venderla, pero, de nuevo, “todas las iniciativas fracasaron”. Hasta que, a través de un amigo de su esposa, surgió la oportunidad de presentarla y fue bien acogida.
Sobre la cesión de los derechos económicos de la novela en 2004 al Bufete Falcones —de la que su esposa poseía la mayor parte, y él apenas un 1%— asegura que lo hizo para “satisfacer” a la mujer. A Rosich le atribuyó “el 70%” del mérito de esa primera obra: le ayudó a corregirla y fue ella quien movió cielo y tierra para darla a conocer a las editoriales. “Si se hubiera separado de mí, se habría quedado con los derechos”, ha ironizado. El autor ha aclarado ante la jueza que el precio (3.000 euros) le parece adecuado porque se trataba de “un manuscrito que no valía absolutamente nada”.
El protagonismo de Rafael
El posteriormente fallecido Rafael Falcones salvó a su hermano de una deuda de 120.000 euros que tenía con Hacienda y, a cambio, se quedó con el 80% de Bufete Falcones. En 2005, el despacho vendió los derechos de La Catedral del Mar (aún no se había publicado) a una empresa, pero ya por un valor muy superior: 60.000 euros. “Lo decidió mi hermano. Yo lo autoricé. Quedamos en que mi actividad literaria iba a servir para sustentar los 120.000 euros que me dejó”, ha dicho sobre esos contratos.
Desde ese momento, todo lo económico está en manos de Rafael. Son sus empresas las que reciben los beneficios de las obras que él escribe. Al escritor le pareció bien y no hizo nada para retomar el control de una carrera literaria cada vez más exitosa. “Hubiera sido desagradecido con mi hermano. Fue el único que me ayudó cuando lo necesité”. Rafael le “compensaba”: le entregaba cantidades de dinero o le alquilaba una casa que había comprado en la zona alta de Barcelona donde, de hecho, siguen viviendo él, su esposa y sus cuatro hijos. Para la Fiscalía, todo fue una maniobra para camuflar al propietario real de la casa y del dinero: Ildefonso Falcones.
El escritor ha insistido en escudarse en su hermano: “No lo conozco”, “son cosas que llevaba mi hermano”, “él pensaba que todo estaba bien hecho”. A preguntas de su abogado, Emilio Zegrí, Falcones ha detallado que la relación con su hermano era muy cercana. El padre de ambos murió joven e Ildefonso trabajó en un bingo mientras estudiaba para ayudar a pagar la carrera a Rafael.
Los delitos fiscales de las grandes fortunas a menudo se arreglan antes de llegar a juicio, un escenario siempre peligroso, tanto para el fiscal (que se juega su reputación) como para el acusado (que se juega algo seguramente más valioso: su libertad). Se paga lo que se tiene que pagar y se acepta una pena de cárcel menor. Pero a Falcones, explican fuentes judiciales, un pacto no le servía de casi nada. Porque hay más juicios que están por llegar: la justicia investiga también los ejercicios posteriores a 2011 porque la estructura en el extranjero se mantuvo. “Tenemos procedimientos hasta 2017. Traigo las empresas a España y ahora también me lo meten en delito”, ha lamentado. Ha tenido tiempo incluso de hablar de su última novela, El pintor de almas, de la que ha vendido, dice, unos 200.000 ejemplares. “¿Cuánto puede haber cobrado por ello?”, le ha preguntado su abogado. La respuesta da una idea del mercado editorial: “Un euro por ejemplar”.
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