Un hospital instalado en casa
El centro Moisès Broggi implanta un servicio de atención domiciliaria para pacientes con cirugías complejas
“¡Aquí llegan mis ángeles!”. Mónica recibe a las puertas de su casa de Sant Feliu de Llobregat a dos sanitarias del hospital Moisès Broggi. Eva, una enfermera, y Leire, cirujana, visitan a la paciente en su domicilio. La paciente las hace entrar en casa, sonríe y les dice que se pasen al comedor. Allí se sienta en una silla mientras Eva saca el material de su mochila. Le toma la presión y le comprueba la frecuencia cardíaca. “Estás un poco alta”. Deben ser los nervios, responde Mónica, que al día siguiente recibirá el alta definitiva. Ella es una de las pacientes que supervisa el nuevo equipo de hospitalización domiciliaria para pacientes quirúrgicos complejos del centro hospitalario. “Os echaré de menos, de verdad”, repite durante la visita.
El hospital creó al principio de la pandemia este equipo porque necesitaba liberar camas para asumir enfermos con covid. La externalización protegía al mismo tiempo a los propios pacientes de un posible contagio en el centro. Y tras el éxito de los primeros casos, la dirección del hospital afianzó el proyecto. “En la primera ola teníamos que dar respuesta a algunas cirugías no demorables y pusimos en marcha a este equipo”, explica Jordi Castellví, jefe del servicio de cirugía general y digestiva del hospital. “Ahora lo implementamos de forma definitiva”. El equipo domiciliario asiste actualmente a un máximo de ocho pacientes que realizan en su casa el postoperatorio de hernias complejas, o de neoplasias de colón y de recto, entre otras tipologías diversas.
Mónica sufrió una pancreatitis. La ingresaron en el hospital Moisès Broggi y al cabo de unos días le propusieron seguir el tratamiento en casa. “Al principio me generó recelo porque piensas que si sufres un problema no tienes a una enfermera cerca”, admite la paciente. “Pero recuerdo que me dijeron que no iba a estar sola, y así ha sido. Me he sentido siempre muy arropada por el hospital.
Los beneficios de recuperarse en casa han sido varios, asegura Mónica, mientras señala el incienso del comedor. “Solo por el olor y por la comida, ya vale la pena. No me gustaba el menú del hospital, y en casa te pones mejor”. El primer día que volvió a su domicilio le pidió a Jordi, su compañero, que le comprara jamón. “¡Es que soy muy sibarita!”, bromea.
El servicio de sanitarios del Broggi llama cada día por la mañana. Le preguntan si todo sigue en orden, y le notifican cuándo vendrán a verla. Acostumbra a ser cada dos días. Y cuando el teléfono no suena a la hora habitual, temprano, Mónica se inquieta. “Me digo: ‘ya se han olvidado de mí”, ríe, “pero siempre han llamado, cada día”.
Cada día que las sanitarias la visitan, Mónica se descubre la vía intravenosa que lleva incorporada desde que salió del hospital para que le inyectan un antibiótico que se toma a diario. Cuando las profesionales no van a su casa —aproximadamente uno de cada dos días— , Jordi lo hace por ella. “Nos enseñaron a realizarlo el primer día que vine a casa”, explica. “La enfermera ya nos dijo que poner el antibiótico por la vía era más fácil que cocinar. Y es verdad”, bromea Mónica, que huye de las agujas. “También tengo que inyectarme heparina”, relata, “pero yo sola no puedo”. Jordi, de nuevo, hace la inyección, mientras ella mira adonde puede. “Me pongo una película de acción para distraerme y ni darme cuenta del pinchazo”.
Mónica tiene pendiente que el hospital la cite para que le extirpen el apéndice. “La recuperación será corta pero si necesitara más tiempo, me gustaría hacerla en casa. He estado muy bien atendida”.
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