La Calórica lleva la crisis climática y su propio váter al TNC
La compañía estrena ‘De què parlem mentre no parlem de tota aquesta merda’
W.C . en el TNC. La compañía La Calórica desembarca en el Teatre Nacional de Catalunya con su estilo más desenfadado y gamberro para estrenar De què parlem mentre no parlem de tota aquesta merda (Sala Petita, 4 de marzo al 4 de abril), un espectáculo sobre el cambio climático en el que se mezclan un congreso de negacionistas de la crisis ambiental con una reunión de vecinos desesperados enfrentados con su propio trance: se han embozado las cañerías y un váter de la comunidad ha reventado.
La Calórica, que define su montaje como “auca ecologista”, llega al TNC con su equipo artístico habitual pero con la incorporación estelar de Mònica López al frente de un elenco compuesto por Xavi Francès Aitor Galisteo-Rocher, Esther López, Marc Rius y Júlia Truyol. El texto lo firma Joan Yago y la dirección Israel Solà.
“Es un espectáculo de creación colectiva con todos los actores calóricos”, señaló ayer el director, que subrayó que por fin han acometido el montaje sobre el cambio climático que llevaban tiempo queriendo hacer. “Habláramos de lo que habláramos, el capitalismo, el populismo, el emprendimiento, siempre acabábamos haciéndolo del cambio climático, y la insostenibilidad. Hasta que hemos caído en la cuenta de que la crisis del clima unifica todas las luchas del mundo contemporáneo”.
El espectáculo, dicen los calóricos, no quiere aleccionar sobre sus convicciones ecologistas, sino ofrecer una visión del tema crítica e incisiva y a la vez divertida. La Calórica escenifica dos tramas, cada una con su estilo teatral propio, que acaban mezclándose: una, con tratamiento realista, es la del congreso de negacionistas del cambio climático que se celebra en un hotel del área metropolitana de Barcelona; la otra, con un aire a 13 Rue del Percebe o La comunidad de Álex de la Iglesia, es la reunión vecinal por un acuciante problema con un váter que literalmente desborda. Esta segunda trama tiene la particularidad de que es un caso real: el que vivió la propia compañía en su local de ensayos con el W. C. Los actores se interpretan a sí mismos y a sus vecinos de escalera. Es, dicen, “como un documental”.
Al congreso negacionista asiste toda una galería de personajes característicos, como mosén Caparrós, que niega el cambio climático en nombre de Dios, o un médico, o un representante de las compañías energéticas. Al frente del congreso está Aurora (Mònica López), “una ciudadana Kane tremenda”.
Se mezclan así el negacionismo, “un problema macro”, y el “micro problema” de la comunidad. La Calórica quiere criticar el que a menudo, aunque nos mostremos convencidos de la necesidad de enfrentar los problemas ambientales, obramos de manera contradictoria con los principios. “Después de asegurar que estamos concienciados de los riesgos del planeta abrimos una lata de coca-cola o cogemos el coche para ir a comprar el pan. Decimos tener claro el tema medioambiental, y sin embargo no hacemos nada para arreglarlo. Cierto, tiramos el plástico en el contenedor adecuado, pero ¿qué más?”.
La compañía se pregunta “cómo es que no estamos reaccionando suficiente todos para salvar el planeta; lo hemos hecho contra el machismo, la homofobia, el racismo, nos hemos vuelto intolerantes a todo eso, pero seguimos siendo tibios en el tema ambiental, que podríamos decir que es el más importante de todos”.
Esa contradicción es la base del título, De què parlem mentre no parlem de tota aquesta merda, que desde luego también, apunta la compañía, es una no especialmente sutil forma de hacer referencia a la trama del váter. Se manifiestan muy orgullosos de poner ese título en una programación del Teatre Nacional. “Somos gamberros y hacemos salir la palabra mierda en el TNC”, se exclaman.
El espectáculo girará por 13 localidades
Con La Calórica vuelven las giras del TNC, de lo que se felicitó el aún director artístico del teatro, Xavier Albertí. El espectáculo hará bolos por 13 localidades del territorio. Los miembros de la compañía, que destacaron el lujo de trabajar con las facilidades que ofrece el TNC, matizaron que aunque puede verse como un éxito del teatro joven su desembarco ahí, ellos, con una media de edad de 35 años, ya no lo son, y de hecho se consideran ya “tapón” de las nuevas generaciones. Han tardado 11 años en llegar al TNC y esperan que los jóvenes de verdad no tarden tanto.
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