Anna Maleras: “He enseñado a bailar a mucha gente de a pie”
La bailarina, coreógrafa y pedagoga barcelonesa, reciente Medalla de Oro de la ciudad, se declara orgullosa de sus alumnos anónimos
“Uno tiene que tener claro lo que quiere en la vida y entonces ir a por ello”, estas palabras que han sido el leitmotiv de la vida de Anna Maleras (Barcelona, 1940) definen la personalidad de esta bailarina, coreógrafa y pedagoga. Palabras que también pronunció el pasado 14 de enero cuando recogió la Medalla de Oro de la Ciudad de Barcelona al Mérito Cultural, al igual que el bailarín y coreógrafo Cesc Gelabert.
Maleras es a sus ochenta años una mujer de apariencia frágil, pero la fuerza y la valentía, que siempre ha desprendido no han mermado ni un ápice. “Continúo asistiendo a clases de piano a pesar de tener la carrera y acudo a clases de gyrotonic al estudio de una de mis ex alumnas, Alba Marco, en el corazón del barrio de Gràcia. Ahora mi escuela la dirige su hija Joan”, explica. “Me he de mover constantemente siempre lo he hecho, llevo una prótesis de rodilla, pero continúo practicando danza”.
A la pregunta si acude a ver espectáculos de danza responde: “Me gusta ir al Liceo, al Mercat de las Flors o al TNC, ofrecen espectáculos interesantes, pero se han olvidado de una cosa, de crear ilusión en los espectadores. Un espectáculo debe producir una sacudida en el corazón. Ahora, sinceramente, esto ocurre pocas veces. Así es muy difícil crear público”.
Recorrer la vida de Maleras es sumergirse en una Barcelona poliédrica, triste en su niñez, esperanzada en su juventud y glamourosa en su madurez. “De pequeña vivía con mis padres y mi abuela en la calle Riera Alta, estudiaba en una academia que estaba en un piso y empecé las clases de piano. Mi padre trabajaba en una oficina y también le gustaba tocar el piano y a mi madre le agradaba la danza, todo ello hizo que viviera en un ambiente que fomentaba las artes. Mi padre pertenecía al bando perdedor de la Guerra Civil y le había ocasionado problemas, por lo que nuestra situación económica era precaria.
Hay una fecha decisiva en la vida de Maleras, “cuando empecé las clases de rítmica con el maestro Joan Llongueres, que impartía el método Jacques Dalcroze, las clases se hacían en el Palau de la Música y eran gratuitas”.
“Después”, continúa, “comencé a estudiar danza clásica con el maestro Joan Magriñá, danza bolera y danza española con mi prima Emma Maleras. Bailé en el Liceo con la compañía estable que dirigía Magriñá, pero no tenía talla de solista. Es sorprendente que en época de Franco hubiera una compañía estable de ballet en el Liceo y luego con la democracia no haya habido ninguna”. Su gran descubrimiento fue al acudir a un stage de verano a la escuela de Rosella Hightower en Cannes. “Había visto a Rosella en el Liceo cuando vino con la Compañía del Marques de Cuevas y bailó La bella durmiente. En su escuela de Cannes descubrí la danza contemporánea y el jazz de la mano de Lynn McMurray y decidí que quería llevar estas disciplinas a mi ciudad, formar a bailarines pero también enseñar al ciudadano de a pie”.
Varios encuentros se produjeron en esta época y ayudaron a Maleras a llevar a buen puerto sus proyectos. Uno es con el profesor de jazz Walter Nikcs, que realizó numerosas clases y stage organizados por Maleras. Otro, con su amigo del alma el diplomático y músico Delfí Colomé que apoyo todas las iniciativas de la bailarina y que curiosamente empezó de pianista en su estudio de danza mientras estudiaba derecho. Maleras también tiene palabras de agradecimiento para Hermann Bonnin que la contrató cuando era director de L’Institut del Teatre para dar clase de movimiento a los actores. “Fue una época fantástica, tuve muchos alumnos en mi estudio, del barrio de Sant Gervasi; tenía que cerrar la matrícula porque no cabían en las clases. Fui de las primeras en impartir claqué y resultó un éxito”.
“Mi compañía la llamé Estudio Anna Maleras”, prosigue. “No éramos un grupo profesional, ensayábamos por la noche y yo pagaba el vestuario, no tuve ayudas”.
A la pregunta de qué haría ella si fuera Ministra de Cultura contesta sin dudar: “Elegiría a alguien de aquí o del extranjero para hacer la compañía nacional de danza de Cataluña, y crearía un equipo para que tutelara la enseñanza de la danza en colegios y academias”.
Anna Maleras se siente orgullosa de los grandes profesionales que ha formado en su escuela, el más internacional de ellos Cesc Gelabert y después Toni Jodar, Montse Colomé, Montse Catarineu y muchos más. Pero también está muy contenta de sus numerosos alumnos anónimos, ejecutivos, secretarías, dependientas, peluqueras... Todos acudían a sus clases, y se sentían bailarines de musicales de Broadway.
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