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Cumplimiento mayoritario de la limitación de grupos a seis personas

Entra en vigor la reducción del tope permitido para hacer reuniones públicas o privadas

Clara Blanchar
Terraza del restaurante Salamanca de la Barceloneta, esta semana.
Terraza del restaurante Salamanca de la Barceloneta, esta semana.MASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)

La reducción de los grupos permitidos por la Generalitat para reuniones sociales de 10 a seis personas entró este sábado en vigor y se cumplió de forma mayoritaria. Salvo parques donde se concentran a diario decenas de jóvenes sin guardar distancias, en Barcelona no se observaron grupos de más de seis integrantes. Tampoco los hubo en las terrazas y restaurantes a mediodía, lo que no evitó las quejas de los restauradores, que se sienten perjudicados.

La entrada en vigor se produjo tras la publicación en el Diario Oficial de la Generalitat (DOGC) de la resolución del Departamento de Salud, que busca reducir el ritmo de propagación del coronavirus. El incumplimiento de la medida, avalada por el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, amenaza con multas que oscilan entre 100 y 3.000 euros.

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En Barcelona, el puente de La Mercè y el frío que trajo el temporal de viento redujo el público en las terrazas, a no ser que estuvieran en el sol. En un recorrido desde el Guinardó hasta la parte baja del Poblenou, pasando por el Clot y Sagrada Familia, no se observaban aglomeraciones. Los vecinos iban a la idea, como suele pasar los sábados por la mañana, cuando las familias compran o hacen recados. En los bares, un día más reinó el enfado y el desconcierto entre los propietarios y trabajadores que han perdido la cuenta de normativas, prohibiciones y modificaciones.

“No podemos vivir pendientes del DOGC”, lamentaba Antoni, un restaurador de la parte alta del Poblenou. Quemado por una pandemia que “ha provocado una caída de la facturación al 18%, mientras los gastos se mantienen en un 85%”, alertaba del malestar en el sector. En su terraza se disponía a almorzar un grupo de diez mujeres que ejemplificaban la excepción que confirmaba la regla del cumplimiento: aseguraban que asumían el riesgo. “Teníamos la comida planeada desde hace semanas, llevamos mascarilla y no nos la quitaremos hasta que nos traigan la comida”, apuntaba Marta, mientras sus compañeras criticaban que se pueda ir en metros llenos y no comer diez personas.

Más arriba, tocando al Guinardó, en el restaurante A Cañota, que a mediodía tiene todas las mesas al sol, Sergio aseguraba que las reservas de más de seis personas las dividían en dos mesas. Pero también se quejaba: “Cuando no es la mitad de mesas, es que no se puede fumar, ahora los grupos... yo me pierdo”. En la calle del Clot, Pedro, del bar El Gamberro reconocía que no se había enterado de la última novedad. “Al final nos van a hacer cerrar”, lamentaba.

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Y en el mercado, Esteve, propietario del bar, señalaba que nadie les avisa con una circular de cada nuevo cambio. “No recibimos niguna notificación, pero nos sentimos acorralados. Primero cerramos tres meses y ahora ya no se trata de ganar dinero, sino de no perderlo”, manifestaba y rechazaba la limitación de las mesas de seis personas: “¿Qué le digo al grupo que viene cada viernes por la tarde? ¿Que se separen en dos mesas?”.

Entre los locales donde la restricción no se cumplía, bodegas con locales pequeños o estrechos que concentran a parte del público en la calle, como la Sopena, también en el Clot. O zonas de grandes parques donde a diario se agrupan ya no seis o diez, sino 60 o 100 jóvenes con comida y bebida, sin mascarillas ni respetar distancias. Es el caso de la zona deportiva del parque del barrio.

En Girona, este sábado muchos bares están cerrados, pero en la plaza Independència, que concentra el vermuteo, sí estaban las terrazas llenas, con grupos de dos, cuatro o seis comensales, pero ninguna mesa superaba la nueva limitación, informa Marta Rodríguez.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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