El taxi, en estado de alarma
El descenso de la movilidad laboral y el escaso turismo provocan caídas de la facturación de entre un 60% y un 80%
Pistear es como los taxistas llaman a dar vueltas por la ciudad en busca de pasaje, algo que ahora no sale a cuenta porque apenas hay clientes, gastan gasoil, contaminan y confiesan que es desesperante. En la parada del hospital Clínic, este miércoles al mediodía, la cola de taxis era de más de una veintena y daba la vuelta por la calle de Roselló. “Y eso que aquí hay algo de movimiento”, explica Jaume después de pasar más de una hora adelantando su coche metro a metro. En la estación de Sants ha llegado a esperar dos horas para encochar: “Es que todo se ha derrumbado, no hay turistas, tampoco hay convenciones, los comercios tiran poco, el teletrabajo también ha restado movimiento y ahora se notan las vacaciones”, añade.
El del taxi ha sido un sector muy castigado por la pandemia con una caída de la facturación del 80% en los primeros compases del desconfinamiento y que ahora se mantiene entre un 60% y un 80% en comparación con lo que se facturaba antes de la crisis. Esos son los cálculos que hace el Sindicato Catalán del Taxi (STAC) y Élite Taxi, que se ven refrendados cuando se pregunta a los conductores cómo va la cosa.
En la parada de taxis de Rambla de Catalunya con Provença los conductores están de charla a la sombra en el paseo central: “Esto es una ruina. Es que no hay clientes y ya puedes dar vueltas, que es lo mismo. Al centro ya ni bajo”, explica Miguel, con 30 años al volante del taxi. Lleva 60 minutos en la parada que es de las bien situadas por el intercambiador del metro de los Ferrocarriles de la Generalitat: “Nos tiramos jornadas de 12 horas de trabajo para ingresar entre 60 y 70 euros y de ahí tienes que descontar todos los gastos. No salen las cuentas”.
Omar, un marroquí asalariado con 10 años de experiencia, cuenta que ganaba más cobrando el ERTE que con la actual facturación. Coinciden en la tertulia improvisada que ahora las paradas menos malas son las que están en los hospitales, en el mercado de la Boqueria y las que siempre han funcionado bien, como la de Travessera de Gràcia con Bailén, además de la estación de Sants. “Ir al aeropuerto supone una espera de entre 5 y 6 horas para coger pasaje y luego igual es una carrera de poco más del mínimo…”, añade Miguel. Y al puerto no llegará ningún crucero hasta el otoño, si se cumplen las previsiones. Como la mayoría de los hoteles están cerrados, tampoco es buena la opción de estar cerca de ellos.
Sacar un taxi a la calle supone un gasto fijo diario de entre 40 y 50 euros. “Hay taxistas que apenas pasan de los 60 euros al día, eso es imposible. El taxi no había vivido una crisis como esta en la vida”, resume Tito Álvarez, el líder de las movilizaciones de hace dos años de los taxistas que se rebelaron contra Uber y Cabify.
Jornadas de 12 horas al volante para recaudar entre 60 y 70 euros
Álvarez, que sigue coordinando la asociación Taxi Project y Élite Taxi, fue junto con STAC y otras asociaciones del sector los promotores de una autoregulación de los conductores para el mes de agosto: “Si no hay trabajo ni para 1.000 taxis ¿cómo iban a estar 8.000 dando vueltas cada día?”
Barcelona cuenta con una flota de 10.500 taxis: el 95% son autónomos y el 5% restante está en manos de empresas. Y de los 10.500, 3.000 de ellos suelen estar a doble turno. Durante los meses del confinamiento —desde mediados de marzo, abril, mayo y junio— trabajó el 20% de la flota. Y de forma progresiva trabajaron más días a la semana, al principio solo un día, después dos hasta la liberación completa en julio. “La previsión de que en julio se iba a recuperar algo el turismo no se ha cumplido y afrontar agosto con todos los coches en movimiento era impensable. Acordamos que entre semana trabajaría el 60% de la flota, y el 50% el fin de semana. Así se trabajan cuatro días y se descansan tres”, explica Luis Berbel, presidente del STAC.
El sector reclama ayudas efectivas a las administraciones
Que un sector tan heterogéneo como el del taxi se ponga de acuerdo en una autoregulación es bastante singular y tanto el STAC como Álvarez coinciden en que el Instituto Metropolitano del Taxi (IMET) se tenía que haber implicado. “La respuesta del IMET era que no tenían competencias jurídicas para regular una actividad de un trabajador autónomo. Lo cierto es que ya lo han hecho en otras crisis, como cuando se fijaron los turnos en el aeropuerto o se introdujeron los dos días de fiesta”, recuerda Berbel.
Presión al Gobierno
Sergio, con 30 años al volante del taxi, ha vivido otras crisis del sector: “La de los años posteriores a los Juegos fue dura, la económica de 2008 también, pero esta es peor. La prueba es que hasta ahora nunca hubo ningún tipo de ayuda al sector”. Se refiere a las ayudas del Gobierno central a los autónomos, que habían perdido el 80% de los ingresos, además de los pagos únicos de la Generalitat y el Ayuntamiento durante los meses del estado de alarma.
La dificultad de acceder ahora a la continuidad de esas ayudas es y será uno de los caballos de batalla del próximo otoño, avisa Tito: “Vamos a presionar al Gobierno a partir de septiembre para que faciliten el acceso a las ayudas. Para un taxista es difícil demostrar pérdidas por encima del 75% pero no hay trabajo. Hay taxistas que han pedido moratorias a los bancos, más de 3.000 tienen la licencia pignorada y pagan 1.000 euros al mes. Para muchos la situación es ya desesperada y no nos vamos a cruzar de brazos”.
Además, el STAC amplia la petición de ayudas, dentro del marco de un plan de choque, a la administración central a que acorde la moratoria de todos los préstamos, hipotecarios o no, relacionados con la actividad del taxi, como la compra de la licencia o la del vehículo. También instan la condonación total o parcial de la cuota de los autónomos durante un año: “Está claro que esta crisis va a costar mucho más de un año en remontar”, alega Berbel.
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