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Fase 1: la soprano canta por última vez en su ventana del Eixample

Con la entrada de una nueva fase de la desescalada, Begoña Alberdi deja las actuaciones que ofrecía desde el 14 de marzo en un interior de manzana de Barcelona

Alfonso L. Congostrina
Begoña Alberdi en una de sus actuaciones desde la ventana de su casa.
Begoña Alberdi en una de sus actuaciones desde la ventana de su casa.Albert Garcia

“Albert, mi marido, me dijo: ‘¿Y por qué no?’ Saqué la cabeza por la ventana e hice lo que mejor se hacer: cantar”. Así comenzó el 14 de marzo la soprano Begoña Alberdi, desde su casa en la calle Calàbria de Barcelona, un conjunto de actuaciones improvisadas para sus vecinos del interior de manzana del Eixample. Desde uno de los pisos de enfrente alguien grabó con el móvil parte de la interpretación y la colgó en las redes. La soprano adquirió mucha más repercusión entre el público general por esta acción que por los 30 años de carrera profesional actuando en teatros de medio mundo.

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Desde aquel día, Alberdi no ha faltado ni un día a la cita de las 20.00 horas en su ventana. Lo que era una canción improvisada se fue profesionalizando. Pero este lunes, por primera vez desde que se decretó el estado de alarma, no saldrá a cantar. La soprano asegura que una vez entrada la fase 1 ya no tiene sentido. El confinamiento le ha dado muchas ideas para continuar transmitiendo su pasión: la ópera. Ahora de otra manera.

“Llevamos más de 70 actuaciones desde la ventana de mi casa. Al principio cantaba sin música. Para que todo el mundo puediera verme emitimos en directo por Instagram y Albert me grababa con un palo de selfie. He tenido que comprar un altavoz para añadir música a la interpretación y para hablar con los vecinos, porque cantar sí lo hago, pero para hablar necesito micrófono”, destaca la artista. “Empezaron a llegarme en las redes peticiones de los vecinos. Cada día felicitamos y cantamos a aquellos que cumplen años durante el confinamiento. Después, siempre acabo con el brindis de La Traviata: Libiamo ne'lieti calici”, añade la soprano.

“Esto surgió como algo espontáneo y, al final, mi marido y yo estamos casi todo el día respondiendo a personas en las redes sociales”. Además, le ha servido para darse a conocer entre los vecinos. “Entramos en esta casa el 18 de enero. No llevábamos ni dos meses cuando se decretó el confinamiento. No conocía a nadie y ahora tengo muchas invitaciones y cenas pendientes”. Cuando la artista más ha disfrutado en estos dos meses y pico fue cuando, el 29 de marzo, se adelantó la hora. "De repente salía a cantar y era de día”.

La experiencia le ha hecho reflexionar: “Los cantantes de ópera no somos youtubers. Yo en mi cuenta de Instagram no llegaba a los 100 seguidores y ahora tengo más de 3.000. Creo que es el momento de acercar la ópera al gran público y quiero contribuir a ello”. La soprano está programando una serie de conciertos, de pequeño aforo, para este verano. “La ópera no puede ser el mundo tan cerrado en el que se ha convertido. Las élites podrán pagar la mejor silla, pero la música debe ser para el pueblo”.

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