Las universidades detectan 615 alumnos que no pueden seguir el curso ‘online’
Los campus han cedido ordenadores y conexiones a internet para que sus estudiantes no se descuelguen del curso
La brecha digital no es exclusiva de las escuelas. Los universitarios también padecen esta lacra, con el inconveniente de que, en su caso, las clases en línea están más generalizadas y los campus ya han anunciado que no volverán a abrir este curso y que los exámenes serán virtuales. Las siete universidades públicas han detectado al menos 615 estudiantes sin recursos tecnológicos adecuados para seguir las clases. Todas ellas han puesto en marcha iniciativas para ceder ordenadores o dispositivos para conectarse a internet.
La orden de confinamiento cogió en plena mudanza a Aitor, que estudia Trabajo social en la Universidad de Barcelona, así que su ordenador se quedó en casa de unos familiares, que viven en otro municipio. “Yo tengo una discapacidad visual y auditiva, así que soy población de riesgo. Y en casa de mis familiares hay otra persona de riesgo, así que nos tomamos el confinamiento muy seriamente”, cuenta. El problema es que al no tener ordenador no pudo continuar sus estudios durante varias semanas. “No pude seguir las clases en línea ni acceder a los materiales, solo pude hacer algunos trabajos conjuntos por teléfono”, lamenta. Al final, admite, se saltó el confinamiento y fue a buscar su ordenador.
Un compañero de Aitor, Álex, también se queja de haber perdido parte del semestre. Con el confinamiento se marchó a vivir con su padre a un pueblo de Zaragoza. “Cogí el portátil y descargué los materiales que necesitaba, pero después nos pusieron un montón de deberes”, apunta. Allí no tenía conexión a internet y usaba su móvil, pero pronto se quedaba sin datos. “He perdido entregas de trabajos. Al final nos pusimos internet, pero mi padre está pagando un gasto que no necesita”, se queja el joven.
En situaciones parecidas o diferentes, las universidades públicas catalanas han detectado 615 alumnos con problemas de conectividad, según el recuento realizado por este diario. La que más alumnos acumula, 277, es la UB, que también es el campus más grande. La Autónoma ha concedido ayudas a 173 alumnos; la Politécnica, 35; la Rovira i Virgili, 15; la de Girona, 60; y la de Lleida, 55. A la cifra total habría que sumar los de la Pompeu Fabra, que solo facilitan la cifra global de reparto de 107 portátiles y 21 módems entre toda la comunidad universitaria (estudiantes, profesores, investigadores y profesores de administración), pero no detalla los que corresponden a alumnos.
Para hacer frente a esta problemática, la Universidad de Barcelona puso en marcha en abril la iniciativa Connecta UB, para dotar de dispositivos o conexión a los alumnos más vulnerables. El problema es que para beneficiarse del programa había que ser becario, cosa que dejó fuera a alumnos como Aitor o Álex. “Yo tengo bonificaciones en la matrícula por mi discapacidad, así que no tengo beca”, tercia el primero.
“No podíamos estar comprobando documentación para saber el nivel socioeconómico de los alumnos, así que una forma de asegurarse es pedir que fueran becados. Las ayudas había que activarlas rápidas”, justifica Mercè Puig, vicerrectora de estudiantes de la UB. El campus invirtió 110.000 euros en la compra de ordenadores y dispositivos de conexión a internet para 208 alumnos. A principios de mayo, la UB abrió una segunda convocatoria del programa de ayudas tecnológicas, ahora para no becarios, de la que se han beneficiado 69 estudiantes más.
La Autónoma también ha puesto en marcha dos convocatorias muy similares aunque mantienen abiertas las puertas a peticiones de ayudas por necesidades de última hora. En el resto de universidades, de tamaño más reducido, han sido los departamentos y facultades las que hicieron la consulta entre sus alumnos para detectar sus necesidades.
“No todos los estudiantes son de clase media"
Cristina Gelpí, vicerrectora de la UPF incide en que “no todos los estudiantes son de clase media” y algunos o “no tienen un ordenador a su disposición en casa” para seguir las clases virtuales. “La crisis actual ha evidenciado las barreras socioeconómicas, pero que siempre han estado ahí. Si un alumno no tenía ordenador iba a la biblioteca, pero ahora esta problemática se ha hecho visible”, asevera Genís Vives, del consejo del alumnado de la UB.
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