El pasaporte inmunológico de Quim Torra: del todo a la nada
La propuesta del ‘president’ de identificar quién ha pasado la covid-19 ha quedado diluida tras el rechazo social y científico
Ni una semana ha aguantado sobre la mesa del Govern una de las medidas estrella del plan de desconfinamiento del presidente de la Generalitat, Quim Torra. Han bastado seis días para fulminar la propuesta de implantar un pasaporte inmunológico que abriría el acceso a determinados espacios según el estado serológico. Este certificado, que identifica a las personas que han pasado la covid-19, se ha diluido en medio del rechazo de la comunidad científica y de los propios socios de gobierno. El borrador del grupo de trabajo, que coordina el infectólogo Oriol Mitjà, contemplaba el pasaporte serológico entre las 10 medidas clave para desescalar el encierro. Sin embargo, el documento final del Govern, presentado ayer por Torra, solo hace una mención a esta medida para descartar su viabilidad. Entremedias, un polvorín.
Solo era un borrador, justificó Mitjà. Un esbozo de carácter científico, no ejecutivo, del grupo de trabajo que estudiaba la estrategia del desconfinamiento. De hecho, en el grupo de trabajo no había ningún facultativo de los hospitales catalanes —ni jefes de servicio, ni adjuntos, ni expertos en especialidades capitales como Enfermedades Infecciosas, Salud Pública, Epidemiología o Cuidados Intensivos— y Mitjà había enviado el documento a profesionales externos, esta vez sí, nombres relevantes de la sanidad catalana, para que revisasen el documento. El referente del Departamento de Salud para el grupo de trabajo tampoco era, como sería esperable, el secretario de Salud Pública, Joan Guix, sino el director general de Investigación, Robert Fabregat.
Pero antes de que alguno de ellos pudiese siquiera valorarlo, el president ya había hecho suya la propuesta y entró con ese boceto en la mano a la reunión del pasado domingo entre el Gobierno y los presidentes autonómicos. Torra se lo expuso al presidente Pedro Sánchez. Un decálogo donde el punto seis planteaba valorar la posibilidad de implantar un certificado digital vinculado al carnet de vacunación y el punto ocho instaba a estudiar el uso de un “pasaporte de inmunidad” para la reapertura progresiva de espacios públicos con alto riesgo de transmisión. “No es nada que no se esté planteando países como Alemania o el Reino Unido”, dijo Torra en la rueda de prensa posterior. “Sería temporal y varía según el estado inmunológico, infección y de riesgo”, insistió.
El borrador desmenuzaba la propuesta con croquis y gráficos. Serviría para “recuperar interacciones sociales” y acceder a espacios con alto riesgo de transmisión, como un concierto. Y funcionaría como un semáforo de colores: rojo, si la persona tiene una PCR positiva o ha tenido algún contacto de riesgo directo y reciente; verde, si tiene anticuerpos positivos y PCR negativa; y amarillo, si tiene PCR negativa desde hace menos de 30 días y no ha tenido contactos de riesgo ni síntomas compatibles con la enfermedad. El documento sugería que la medida “fuese por imposición general, no electiva ni voluntaria”.
Pero el pasaporte serológico no contó, en ningún momento, con aval científico ni político. Mitjà y Torra estaban solos con una propuesta que, por otra parte, la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene, ya había advertido que limitaba libertades según el estado serológico y discriminaba por motivos de salud. La mayoría de los expertos de la sanidad catalana a los que Mitjà consultó su plan de desconfinamiento declinó, con más o menos mano izquierda, valorar su plan. ERC, socios en el Govern, tampoco se pronunciaron. Y, apenas 24 horas después del anuncio, las primeras declaraciones de la consejera de Presidencia, Meritxell Budó, compañera de filas de Torra en Junts per Catalunya, fueron para rebajar el ímpetu del president: “Aún no lo hemos decidido”. Al día siguiente, Budó admitiría también que “buena parte de la población cuestiona su aplicación por razones técnicas y sociales”.
El pasado miércoles, tres días después de que Torra hiciese suyo el borrador, el Govern publicaba oficialmente el documento del grupo de trabajo. El pasaporte inmunológico había caído del decálogo de las primeras páginas y se circunscribía a un anexo. Eso sí, con más cautela semántica, eliminando la palabra pasaporte en favor de la de certificado, y destacando la falta de conocimiento sobre la inmunidad en este virus y los aspectos bioéticos que sería preciso revisar si se pusiese en marcha. Según Mitjà, siete de aquellos expertos a los que se les consultó hicieron aportaciones, pero todos bajo anonimato porque el documento no concreta ningún nombre. La consejera de Salud, Alba Vergés, por ejemplo, también ha evitado posicionarse sobre el controvertido certificado.
Las voces en contra a la propuesta no han cesado. Hasta ayer: el Govern publicó su plan final de desconfinamiento en el que apenas se recogía un apunte sobre el certificado de inmunidad, pero para rechazarlo. “A día de hoy no se dan los elementos de oportunidad, accesiblidad y fiabilidad suficientes para implantarlo a la población”. A diferencia del primer borrador y el documento final del grupo coordinado por Mitjà, este plan contempla un posicionamiento tajante respecto al certificado inmunológico y hace suyos, uno por uno, los argumentos de la comunidad científica que justifican su rechazo: no hay evidencias de cuánto duran los anticuerpos generados tras la infección ni de cuál es su nivel de protección y este certificado también podría generar desigualdades según el estado serológico y alentar la sobreexposición al virus.
Precisamente, el mismo día que el Govern enterraba la propuesta de Torra, la Organización Mundial de la Salud (OMS) rechazaba el pasaporte inmunitario y advertía de la falta de evidencia sobre el riesgo de reinfecciones. Se desconoce si una persona curada puede volver a infectarse. "Las personas que asumen que son inmunes a una segunda infección porque han recibido un resultado positivo pueden ignorar los consejos de salud pública. Por lo tanto, el uso de dichos certificados puede aumentar los riesgos de transmisión continua”, zanjó ayer en un informe científico.
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