Picasso y Fontbona se reencuentran, un siglo después
La familia del escultor entrega dos de sus obras al museo del pintor, quien en 1902 comenzó a modelar en su taller
Pablo Picasso le debe mucho a su etapa barcelonesa; la de su formación y primeras amistades, en la que frecuentó un círculo de amigos que se reunían en el famoso Els Quatre Gats. Fue allí donde expuso por primera vez el malagueño de forma individual en febrero de 1900 y posiblemente donde conoció a Emili Fontbona i Ventosa (1879-1938), un escultor con el que compartió sus inicios como artista. Incluso Picasso comenzó en la escultura en la casa de veraneo que la familia Fontbona tenía en la calle de Pàdua de Sant Gervasi. Allí realizó en 1902 su primera escultura: Mujer sentada, cuyo original se encuentra en el Museo Picasso de París y una copia en bronce en el Museo Picasso de Barcelona desde que la donara Jaume Sabartés en 1962. En ese mismo año, y por qué no, a la vez, Fontbona creó dos de sus piezas: Mujer de Amposta y Marinero de Tarragona; dos esculturas (su fundición en bronce) que su familia, en concreto su sobrino nieto, el historiador del arte Francesc Fontbona, entregó este lunes al Museo Picasso de Barcelona, haciendo que estos dos amigos, representados por estas obras, volvieran a reencontrarse, más de un siglo después.
“Estas obras permitirán profundizar y difundir los conocimientos del museo sobre Picasso y Cataluña”, explicó el director del Museo Picasso, Emmanuel Guigon, en la sala en la que pueden verse, dentro del recorrido de la permanente, las esculturas de Fontbona junto a la de Picasso, y varios dibujos que el malagueño hizo de su amigo, todos de 1902.
Del mismo círculos de amigos, Fontbona y Picasso coincidieron en París a partir de 1899, con artistas comunes como Max Jacob y Manolo Hugué y Mateu Fernández de Soto, además de Jaume Sabartés. “Las esculturas demuestran la relación profesional de amistad entre ellos y la influencia mutua”, explicó Francesc Fontbona. En París, Emili Fontbona compartió taller con otros artistas, como Pidelaserra y Pere Ysern, en la Rue Saint-André-des-Arts, como se ve en una de las fotos de la muestra.
En la instalación que se ha inaugurado pueden verse otras fotografías, las esculturas donadas y sus originales de barro, el medallón La poesía épica y la poesía mística que Fontbona hizo en 1902 en homenaje a Jacint Verdaguer, además de Cabeza de fauno, de 1905; la cubierta que hizo Fontbona de Il Tiberio del 15 de marzo de 1897, dos dibujos de Picasso en los que se ve a Fontbona y un lienzo de Marià Pidelaserra, Retrato de Emili Fontbona, lleno de expresionismo y color.
Las obras, como la mayoría del resto de la pequeña producción del artista, apenas una docena de piezas, no llegaron a presentarse más allá de la exposición que se celebró en la Sala Parés en 1905. “Una piezas de acabado arcaico, tosco y austero”, según elogió Carles Junyer Vidal en El Liberal; “obras de una grandiosidad bárbara, de una aspereza popular, de expresión espiritual. Grandiosas en sus pequeñas proporciones”, dijo también Eugeni d’Ors.
Pero ahí acabó casi todo. Fontbona, que sufría crisis nerviosas, trabajó en 1905 como modelista en la Sagrada Familia. “Gaudí dijo de él que el desequilibrio que sufría era fruto de la falta de disciplina”, explica Núria Gil, profesora de la Universitat Rovira i Virgili, que ha participado en el minicatálogo que se ha editado con motivo de la donación. En 1906 una crisis más fuerte lo llevó a ser ingresado en un centro psiquiátrico, el Frenopático de Les Corts, donde falleció en 1938, después de 32 años de reclusión. Según contó su heredero, el profesor Fontbona, su escasa producción se debe, en parte, a que su madre las destruyó, achacando que era el origen de su enfermedad.
De las esculturas en barro se han editado 20 copias en bronce para coleccionistas. De esas, se han hecho hasta seis donaciones: al MNAC, al Museo Marés, al Museo de Arte Moderno de Tarragona, al Museo de Montserrat y al Casino de Amposta y Tarragona, además de las que ha recibido el Picasso.
Conservación preventiva de los artesonados góticos
Los lunes son días en los que el Museo Picasso de Barcelona (y la mayoría de museos de la ciudad) cierran al público. Pero el trajín continúa. No solo se quita el polvo de todas las obras expuestas; también se aprovecha para llevar a cabo trabajos que comportan mayor infraestructura; como en algunos de los ricos techos de madera, artesonados, de los palacios que acogen el museo. Ayer, dos operarios, a nueve metros de altura, acababan de dar una última capa de barniz a las enormes vigas góticas que cubren la galería del patio del siglo XV del Palau Aguilar, propiedad desde 1953 del Ayuntamiento. Son los que protegieron, hasta que fueron arrancados y llevados al MNAC, a los excelentes frescos de finales del siglo XIII que evocan la conquista de Mallorca por Jaime I, en 1229. Según la responsable de conservación restauración del museo, Reyes Jiménez, los trabajos han consistido en limpiarlo a fondo, sobre todo de polvo, aplicar un tratamiento contra xilófagos y barnizado final.
Este martes, cuando el museo abra sus puertas, estos trabajos estarán acabados. A lo largo de marzo, los trabajos continuarán en la sala neoclásica, “solo limpieza del polvo” y en otros de los artesonados del palacio.
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