Torra quiere restituir a Torres-García
El ‘president’ expresa su deseo de devolver al salón Sant Jordi las pinturas que Primo de Rivera censuró
Cuando juró su cargo como presidente de la Generalitat y este sábado, en la toma de posesión de sus nuevos consellers, Quim Torra repitió su idea de restituir al expresidente Carles Puigdemont y a los consejeros encarcelados o huidos por su actuación en el procés. Pero no son los únicos a los que Torra quiere restituir durante su mandato. El martes 29 de mayo en uno de los tuits a los que es tan aficionado, y que le han costado algún disgusto, escribió: “Como es sabido, el Salón Sant Jordi del Palau de la Generalitat fue redecorado durante la dictadura de Primo de Rivera. Las fabulosas pinturas de Torres-García fueron sustituidas por las que actualmente todavía lucen. Un tema, entonces, que habrá que resolver”.
El tuit, que ocupa casi los 280 caracteres permitidos, lo ilustró con una fotografía de Josep Brangulí en la que se ve parte del ciclo pictórico que creó el pintor uruguayo entre 1913 y 1917. Además, Torra ha cambiado recientemente la foto de su perfil de Twitter por una enorme fotografía de la Atenea que preside la pieza más importante del conjunto pictórico, el de La Catalunya eterna; una obra, que como el resto de pinturas novecentistas en las que Torres-García ilustró su arcadia mediterránea, permanece desde fines de los años sesenta en otra sala del Palau de la Generalitat, un lugar en el que los expertos consideran que no es el idóneo porque impide leer las pinturas de forma correcta.
Y es que sin apenas moverse del sitio desde que fueron creadas hace un siglo, estas pinturas de Torres-García han tenido una historia convulsa. El pintor realizó cuatro frescos sobre la pared: La Cataluña eterna (1913), La edad de oro de la humanidad (1915), Las artes (1916), Lo temporal no es más que símbolo (1916), y dos estudios preparatorios: La cerámica (1917) y La Cataluña industrial (1917) por encargo de Enric Prat de la Riba, presidente de la Diputación de Barcelona y luego de la Mancomunitat, una de las labores que más prestigio podía recibir un pintor del momento ya que se trataba de poner imágenes a la parte más solemne y noble del Palau construida en el siglo XVI, en pleno Renacimiento. Consciente del encargo, Torres-García visitó Italia para documentarse sobre la técnica al fresco y admirar a primitivos italianos como Giotto.
Com és conegut, el Saló Sant Jordi del Palau de la Generalitat va ser “redecorat” durant la dictadura de Primo de Rivera. Les fabuloses pintures de Torres Garcia van ser substituïdes per les que actualment encara llueixen. Un tema, doncs, que caldrà resoldre. pic.twitter.com/7vedAbws6A
— Quim Torra i Pla (@QuimTorraiPla) May 29, 2018
Pero no todo el mundo estuvo de acuerdo con su trabajo —además de criticar duramente que no era un artista catalán, pese a que su padre si lo era—. Entre ellos, el sucesor de Prat de la Riba en la Mancomunitat, que no fue otro que el famoso arquitecto e historiador Josep Puig i Cadafalch que suspendió en 1918 los trabajos de decoración del salón, una decisión que comportó que Torres-García se marchara de Cataluña para no volver más.
Las pinturas “griegas” de Torres-García acabaron ocultas, primero bajo cortinas y luego sepultadas por unas nuevas de estilo historicista encargadas durante la dictadura del general Miguel Primo de Rivera a 26 pintores activos en Barcelona que elaboraron una serie de óleos pegados sobre las pinturas murales. Y así estuvieron durante cuatro décadas, hasta que en 1968 las pinturas de Torres-García se arrancaron, con la misma técnica del strappo que se usó en los ábsides románicos, y troceadas durante el mandato de Juan Antonio Samaranch. El trabajo se encargó al taller de Ramon Gudiol y costó un total de 150.000 pesetas.
Tras arrancarlas se discutió dónde llevarlas: al Museo Marítimo, a la Biblioteca Nacional o que fueran la primera pieza del museo de arte contemporáneo que la ciudad no tenía. Al final se trasladaron a una sala cercana del mismo Palau: la sala Torres-García situada en el Pati del Tarongers, que acoge actos institucionales, pero que muestra de forma evidente que las pinturas no se pintaron para ese espacio.
Con todo, la iniciativa que parece haber tomado Torra no es nueva. “En 1989, durante el mandato de Jordi Pujol, me pidieron un informe para llevar a cabo el traslado de las pinturas a su lugar original. Luego, a partir de 2003, con Pasqual Maragall, volvió a salir el tema y les dije que buscaran el informe que había hecho. Incluso luego hubo un tercer intento. Esta sería el cuarto”, explica Francesc Fontbona, uno de los mayores especialistas que hay en pintura modernista y noucentista y en Torres-García, que deja claro que no sería un trabajo sencillo: “Torres-García no pintó todo el salón por lo que si se restituyeran habría que rellenar los siete u ocho espacios vacíos de alguna forma. Si no, el salón quedaría horrible”. “Además”, prosigue Fontbona, “está el problema de qué hacer con las pinturas que hay ahora. Son unos cromos, de acuerdo, pero están realizados por pintores interesantes. Enrollarlas y llevarlas a la reserva del MNAC, no es lo más aconsejable”. Y remacha el experto: “Se podría hacer, pero no creo que sea necesario”.
"Por Dios y por España"
Durante la transmisión de TV3 de ayer solo se vió un primer plano de las pinturas del Salón Sant Jordi: la de la Virgen de Montserrat que pintó Josep Mongrell. El realizador prefirió insistir en sus barridos de la senyera y de la pequeña, pero exquisita, obra maestra de la orfebrería como es el Sant Jordi de plata del siglo XV originario de este mismo espacio y que el propio Torra había ordenado traer del MNAC (donde está depositado por la Generalitat desde 2010) para que presidiera el acto.
No es extraño. El resto de las casi 50 obras de este solemne espacio loan grandes gestas de la historia de España relacionados con Cataluña. Como la batalla de Lepanto (Josep Maria Xiró), las Navas de Tolosa (Laurà Barrau), el recibimiento de Colón por los Reyes Católicos (Francesc Galofre) y la reunión del Toisón de Oro en la catedral de Barcelona (Arcadi Mas i Fontdevila). Bajo La espiritualidad catalana con Dios y la Patria se escribió: "Por Dios y por España, un alma sola, un solo corazón". Una frase que acabó tapada bajo una capa de pintura, como el resto de inscripciones.
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