El caro precio de una Málaga más internacional: la población local vive cada vez peor
Ocho de cada diez nuevos residentes en la provincia son extranjeros, quienes mejoran la dinámica económica al tiempo que disparan el precio de la vivienda y expulsan a los nativos
A Neshann Lacuesta (27 años), filipina criada en Irlanda, le fascina Málaga. Tras una primera experiencia en Benalmádena como au pair unos años antes, cuando en 2019 le ofrecieron la oportunidad de trabajar como auxiliar de conversación en España, lo tuvo claro: quería como destino la capital malagueña. “Aquí me quedo para toda la vida. Me encanta”, asegura ya con cierto acento local y afincada en el barrio de La Trinidad, desde donde da clases de inglés y español. Su situación es similar a la de otras muchas personas extranjeras. En los dos últimos años esta provincia ha ganado 56.242 habitantes, de los cuales 44.656 son foráneos y 11.586 nacionales, según los últimos datos provisionales del Instituto Nacional de Estadística (INE). Es decir, ocho de cada diez nuevos vecinos vienen de fuera de las fronteras españolas, dato que esconde beneficios y también desventajas para un territorio que crece a mayor ritmo que el resto del país: en el último año aumentó un 1,5%, el triple que Andalucía (0,5%) y casi un tercio más que España (1,1%).
No hace falta rascar demasiado para entender la elección de Málaga como destino residencial. Los motivos, como los de la propia Lacuesta, son los clásicos: clima, calidad de vida, patrimonio, playas, gastronomía, precios asequibles para bolsillos del norte de Europa o una amplia comunidad internacional. El aeropuerto y la estación de AVE son también clave. El avión conecta con más de un centenar de destinos del mundo y ciudades como París o Londres se enlazan apenas a dos horas y media, como Madrid en el tren de alta velocidad.
José Damián Ruiz Sinoga, catedrático de Geografía Física de la Universidad de Málaga (UMA), indica que “a ello se une la gran dinámica económica” y señala al turismo, el cultivo de subtropicales y las nuevas tecnologías como base de ese crecimiento. Apunta, además, a la evolución del patrón turístico: si históricamente los turistas pasaban solo unos días en la Costa del Sol, ahora suelen repetir estancias a lo largo de los años y, al final, se quedan a vivir. “El turismo ha pasado de ser de sol y playa a residencial”, explica Ruiz Sinoga, que cree que basta un paseo por pueblos blancos o áreas costeras para entender esa mudanza ante las “extraordinarias condicionales ambientales” de muchos rincones de este territorio, como Benahavís, Mijas o Frigiliana.
Los cambios de prioridad tras la pandemia y la generalización del teletrabajo son otros factores relevantes, así como un mercado laboral de servicios necesitado de mano de obra. La hostelería, por ejemplo, se queja de que no encuentra trabajadores. Municipios como la capital han lanzado campañas específicas para atraer a empleados extranjeros ligados a las nuevas tecnologías, la mayoría de rentas altas. Les convence con argumentos: el reciente informe Executive Nomad Index (Índice de nómadas ejecutivos, en inglés) —de la consultora inmobiliaria Savills— refleja que la malagueña es la segunda urbe más atractiva del mundo para trabajadores remotos ejecutivos de 2023, detrás de Dubài.
“Málaga se ha puesto de moda. Y no solo la ciudad, porque desde fuera se entiende la marca Málaga como Costa del Sol y quienes vienen atraídos por esa buena imagen acaban viviendo en otros municipios”, afirma José Luis Sánchez Ollero, catedrático de Economía Aplicada de la universidad malagueña. Las cifras indican, además, que la dinámica poblacional es diferente en la capital respecto al resto del litoral. A un lado, la ciudad lleva unos años estancada y, además, pierde residentes nacionales.
Entre 2020 y 2022 —últimos datos consolidados del INE— tiene 1.600 vecinos nacionales menos y, a cambio, ganó 2.300 residentes extranjeros. Al otro, todos los grandes municipios de la costa —a excepción de Torremolinos— han crecido en residentes a buen ritmo en ese periodo. Destaca Estepona, con 2.617 nuevos vecinos internacionales más gracias a su gran transformación, y Marbella, con 2.448 habitantes más. El ritmo de crecimiento recuerda a principios del siglo XX, cuando la bonanza económica también les atrajo. Nunca a estos niveles, que han favorecido que la provincia tenga ya un 18% de población extranjera, el doble que hace dos décadas.
Beneficio económico sin justicia social
Su presencia es positiva y no solo en términos de intercambio intercultural y llegada de nuevas ideas. “Sin ellos se reduciría la población: hoy hay más defunciones que nacimientos en Málaga”, destaca Elena Bárcena, también catedrática de Economía Aplicada de la UMA, que subraya también el aumento del consumo y el número de empresas. “Los beneficios son obvios. La economía local crece por encima de la media nacional, con importantes sinergias de creación de empleo, inversión extranjera y crecimiento económico”, añade Antonio Gallegos, docente e investigador del Departamento de Geografía de la UMA, que indica que está mejorando la imagen de marca como destino turístico.
Ambos añaden que también existen numerosas desventajas para los residentes nativos. Especialmente, los jóvenes. “El beneficio que traen es muy inferior al problema que dejan. No hay equilibrio ni justicia social”, aclara Sánchez Ollero, quien prevé que si se analizase el bienestar social neto en Málaga —que mide el reparto equilibrado entre los miembros de la sociedad— saldría negativo: la población local vive cada vez peor.
Los expertos señalan a los servicios públicos incapaces de absorber el incremento poblacional tan rápido o la mayor contaminación y destrucción del entorno natural. A ello se une un turismo voraz que satura el centro de la capital y numerosas zonas rurales, como denuncian vecinos y ecologistas. Todos los especialistas coinciden, sin embargo, en la principal secuela escondida negativa bajo los datos: el mercado de la vivienda.
Los nuevos residentes internacionales están expulsando al habitante autóctono gracias a su mayor capacidad de renta en términos comparativos y absolutos. Su llegada ha impulsado una demanda de casas y pisos mucho mayor que la oferta existente. “Y los precios crecen desorbitados, por encima de nuestra escala racional”, dice Sánchez Ollero. Málaga lidera las clasificaciones de encarecimiento de las compraventas en España. “Para reducirlos debe haber más vivienda. El problema es que los trámites urbanísticos son muy lentos, a pesar de que es un problema urgente”, alega Violeta Aragón, secretaria general de la Asociación de Constructores y Promotores de Málaga, que indica que los extranjeros compraron un tercio de los casi 42.000 inmuebles que se vendieron en 2022 en la provincia.
Con un mercado hipertensionado, hoy solo pueden comprar personas con alta capacidad adquisitiva o inversores externos. Muchos ni buscan hipoteca: “Compran al contado”, evidenciaba un informe del Observatorio de Medio Ambiente Urbano (OMAU) de la capital malagueña, “donde los jóvenes no pueden pagar un piso y se tienen que ir al área metropolitana donde, además, encuentran mayor calidad de vida”, afirma Remedios Larrubia, profesora de Geografía Humana de la UMA.
También ocurre en el alquiler, disparado por la explosión de las viviendas turísticas. La malagueña es la provincia de España que más tiene —35.000, según el INE— y en la web de AirBnB se recogen casi 8.000 solo en la capital, la ciudad más buscada del mundo en 2023 en dicha plataforma. Sus datos inciden en que la mayoría pertenecen a pequeños propietarios, pero hay 10 empresas que se reparten casi un millar de ellas.
La enorme cantidad de pisos para turistas ocasionales en vez de para residentes de larga temporada, ha hecho que el alquiler también se dispare con un 20,7% más en solo un año, según Idealista. Ello genera un efecto de expulsión de la población, sobre todo jóvenes, forzados a vivir en municipios alejados de la costa.
Por este motivo, los especialistas inciden en la necesidad de “políticas públicas de verdad”, en palabras de Sánchez Ollero —que pide sobre todo vivienda pública “para la que falta voluntad política”— y una buena planificación urbanística. También abogan por “regular los costes del alquiler y la vivienda, facilitando el acceso de los residentes locales”, según Antonio Gallegos, que cree también fundamental regular el turismo para hacerlo sostenible y mejorar la formación de la ciudadanía autóctona: “No deberíamos conformarnos con ser los camareros y tenderos de este nuevo escenario, sino entrar de lleno en él e impulsarlo desde dentro”.
Reequilibrar el territorio
Mientras la Costa del Sol gana población, decenas de pequeños municipios del interior de Málaga la pierden. El catedrático José Damián Ruiz Sinoga cree que el aumento de habitantes es también una oportunidad de equilibrar el territorio a nivel provincial. “Sería interesante que se activasen mecanismos e incentivos para revertir esos procesos de despoblamiento”, sugiere el experto, que no entiende cómo se habla de 5G o 6G y de grandes procesos de digitalización en la capital cuando hay territorios donde apenas hay cobertura del móvil, como en el Valle del Genal.
“Hay que garantizar conectividad y servicios para que las personas puedan residir en esas zonas y haya más equilibrio”, propone. En la misma línea se han manifestado en diversas ocasiones alcaldes de pueblos como Genalguacil, cuyo alcalde, Miguel Ángel Herrera, subrayaba a EL PAÍS que “las grandes administraciones tratan con aspirinas el cáncer que supone la pérdida de habitantes” en los pequeños municipios, donde denunciaba que “escasean las oportunidades”.
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