La Fiscalía acusa a un policía de Albolote de “amedrentar y atemorizar” a su expareja con multas inventadas
El ministerio público pide cinco años de prisión y 5.100 euros para un agente local que simuló tres infracciones de tráfico que la víctima no pudo cometer porque no estaba en el lugar
Aquella mañana, el policía local J. M. J., según la narración de la Fiscalía, presentó tres boletines de denuncia contra la que había sido su pareja sentimental hacía tiempo. Era sábado, día de mercadillo, ella trabajaba habitualmente en ese mercado y era la propietaria y conductora habitual del vehículo multado. Una situación mil veces repetida que encajaba perfectamente al propósito del policía de hacerle la vida imposible. No hacía falta siquiera, debió de pensar el agente, acercarse al sitio. Podía rellenar los partes de multas desde la Jefatura de la Policía Local de Albolote (Granada). La única pega del plan es que, según la Fiscalía, ni ella ni su coche estuvieron aquel sábado en el mercadillo. Por eso, acusa a J. M. J. de “amedrentar y atemorizar” a su expareja, valiéndose de su condición de autoridad policial.
J. M. J., de 42 años y más de 20 de servicio como agente local, completó tres denuncias. La primera, por “no haber, presuntamente, respetado la prioridad de paso de peatones con riesgo para estos”: 200 euros y pérdida de cuatro puntos de carné. La segunda, por “no utilizar supuestamente la conductora el cinturón de seguridad o sistema de retención homologado correctamente abrochado”: otros 200 euros y pérdida de tres puntos más. La tercera, dice la Fiscalía, “se extendió [por el agente] de manera mendaz, presumiblemente por conducir manualmente el teléfono móvil o cualquier otro dispositivo incompatible con la obligatoria atención permanente a la conducción”: otros 200 euros y la detracción de tres puntos. Con un saldo de 600 euros y 10 puntos menos, el abuso policial se convirtió además en un acoso a quien había sido su pareja con la supuesta intención, de haber salido adelante, de dejarla al borde de la pérdida de todos los puntos y, en consecuencia, de no poder conducir ―ni trabajar― durante un tiempo.
La Fiscalía granadina ha hecho concienzudamente su investigación y ha aportado las horas exactas, medidas al segundo, para determinar qué hacían cada uno de los involucrados en el momento de las tres multas, a las 11.21 del sábado. Ella entró en el gimnasio a las 11.12.27 horas de aquel día y salió a las 12.36.28. Él, estuvo entre las 10.46.16 y las 11.28.46 en la sede de la Policía Local, así que queda claro que nadie estuvo donde figuraba que estaban en las denuncias. En consecuencia, la Fiscalía considera que el acusado, “con evidente y palmario propósito de amedrentar y atemorizar a la que fue tiempo atrás su pareja, prevaliéndose de su condición de agente de la autoridad, extendió, a sabiendas de su falsedad, tres multas de tráfico […] simulando haberse cometido”.
Falsedad en documento público
El ministerio fiscal entiende que el agente ha cometido un delito continuado de falsedad en documento público cometido por un funcionario y pide para él una pena de cinco años de prisión, 17 meses de multa con una cuota diaria de 10 euros ―5.100 euros en total― y cinco años de inhabilitación para empleo o cargo público, lo que le haría perder su condición de agente de la autoridad de Albolote. La sentencia se conocerá tras el juicio que se celebrará el próximo 20 de octubre. Será en ese momento, según Salustiano Ureña, alcalde de Albolote y responsable de la Policía Local, cuando el Ayuntamiento determinará si cabe tomar alguna medida disciplinaria contra el policía, según lo que determine el fallo judicial.
El agente J. M. J. ha tenido sus altibajos en su carrera profesional. Uno de sus mejores momentos tuvo que ser, por ejemplo, el 24 de octubre de 2005, cuando le concedieron la medalla al mérito de la Policía Local de Andalucía, “en reconocimiento a las acciones, servicios y méritos extraordinarios realizados”. Estos, sin embargo, no están recogidos en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía que dispone esa conmemoración.
En el lado de los momentos malos: lo ocurrido el 1 de febrero de 2017. Aquel día, J. M. J. estaba de servicio y acudió al juzgado de paz donde declaraba Jesús Candel, conocido como Spiriman, un polémico médico que durante un tiempo lideró una fuerte contestación social contra el Gobierno socialista de la Junta de Andalucía. Esa mañana, muchos seguidores de Candel acudieron a arroparlo a la declaración judicial y, a la salida, J. M. J. lo paseó en hombros mientras el médico se dirigía a la multitud con un megáfono. Esto le costó al agente un expediente informativo por parte del Ayuntamiento que, según recuerdan miembros de la corporación municipal de entonces, quedó en nada. El agente comentó entonces que había aupado a Candel porque este se lo pidió y que no pensó en las consecuencias posteriores.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.