Los hippies de la Explanada se quedan sin hueco en Alicante
El próximo viernes se producirá el desalojo de las casetas del principal paseo turístico tras cuatro décadas de historia, sin que se haya llegado a un acuerdo para su reubicación
Karim Sardi prácticamente nació en el puesto 22 del mercadillo artesanal de la Explanada de Alicante. Su padre fue uno de los primeros hippies, así se les conoce en la ciudad, que plantaron la caseta en el principal paseo turístico de la ciudad, entre palmeras, junto al puerto y a apenas un paso de cebra de distancia de la playa del Postiguet. “Me he criado aquí, empecé ayudando a mi padre a los 16 años y dejé los estudios por esto”, relata. Ahora, como el resto de sus 30 compañeros, tiene el puesto cerrado desde el pasado día 15. El Ayuntamiento ordenó la supresión del mercadillo, que deberá hacerse efectiva el próximo día 31, y tras varias negociaciones, no se ha cerrado ninguna nueva ubicación para las casetas. “No tengo plan b”, confiesa Sardi, que vende recuerdos de Alicante y pulseras. Por el momento, cuando los hippies dejen libre el mosaico ondulante de colores de la Explanada, no tendrán otro hueco libre en la ciudad en la que se instalaron hace más de cuatro décadas.
Lucía Ramello, portavoz de la Asociación de Vendedores de la Explanada, asegura que el desmantelamiento del mercadillo empezó en enero de 2020. “Al parecer, hubo una queja vecinal”, cuenta, “que se trasladó a la junta de distrito 1, donde se votó la supresión de los puestos con traslado al aparcamiento del Postiguet”, en el Paseo de Gómiz, a unos 100 metros de su ubicación actual. “No sabemos el motivo de la queja”, prosigue Ramello, “de la que nos enteramos dos años después”, en julio de 2022. En sucesivas reuniones con el entonces concejal de Ocupación de Vía Pública, Manuel Jiménez, se les asegura que se mudarán a la playa con una concesión de 15 años. Sin embargo, “en el Pleno municipal de marzo de 2023″, el consistorio vota supresión y traslado “pero solo consta en acta, después, la supresión”. “Nos engañaron, por todas partes”, afirma Ramello. Meses después, la sucesora de Jiménez, Cristina Cutanda, les comenta “que no sabe nada de su traslado, deniega la ubicación en el Paseo de Gómiz” y propone que los vendedores presenten alternativas.
Los hippies plantean varias posibilidades, “todas en suelo municipal”, en diferentes emplazamientos céntricos y con trasiego habitual de alicantinos y turistas. “Nos hemos ofrecido a cambiar las casetas, a pagar más tasas, a movernos donde nos digan”, indica la portavoz de la asociación, “pero a todo nos contestan que no, llegan a decirnos [el PP, que gobierna con mayoría simple la ciudad] que no entramos en su proyecto de Alicante”. Entre medias, el consistorio ofrece dos posibilidades más: “La zona del Cocó y el espigón del hotel Meliá”, situados a ambos costados de la playa “y que pertenecen al dominio marítimo terrestre de Costas”. El departamento del Ministerio de Transición Ecológica y el Reto Demográfico les remite a la ley de Costas, que señala que “es el ayuntamiento quien debe solicitar la autorización”. Trámite que nunca llega a formalizarse, según Ramello.
El pasado mes de noviembre, el Pleno municipal establece la última prórroga, que concluye este viernes. Un mes después, “vuelven a vendernos humo”, continúa la portavoz, “y nos proponen ubicarnos entre la Lonja del Pescado y un parque infantil”, en las inmediaciones de la Explanada. “Llegamos a extender cintas en el suelo para simular el espacio de las casetas, pero no cabemos”, asegura. Un estudio técnico pagado por los hippies demuestra que ese emplazamiento “no es viable”. El consistorio “se desentiende y nos recuerda que si necesitamos permiso para que circulen camiones por la Explanada para desmontar las casetas, tenemos que pedirlo”. Con una autorización de 15 años aprobada en 2012, que valida su permanencia hasta 2026, los vendedores piden la suspensión cautelar del desmantelamiento de los puestos en un juzgado de lo Contencioso Administrativo. El pasado lunes, el juez deniega la moratoria. Se basa en el pleno de marzo de 2023, “que no fue impugnado”, sentencia.
Fuentes municipales afirman que la eliminación del mercadillo responde al “proceso de transformación urbana del centro” de Alicante, con un constante crecimiento de zonas peatonalizadas. La idea es “recuperar la Explanada para uso público”, insisten en que los vendedores han rechazado todas sus sugerencias y que “prefieren el Paseo de Gómiz, donde habría que arrancar árboles y bancos y se repetiría el modelo” de ocupación de un espacio para viandantes. Además, subrayan que los puestos “están en un sitio privilegiado y solo pagan un canon de 23 euros mensuales” y que “si se realizara una nueva concesión, debería hacerse mediante licitación de concurso público”, algo que no se tuvo en cuenta en su instalación en 1983.
Los vendedores solo quieren “seguir trabajando”, declaran todos. Como Juanita Esteban, propietaria del puesto 13, en el que vende “ropa de ganchillo, anillos y pulseras” desde 1979, antes de su definitiva ubicación. “No he tenido otra cosa, en cuanto pague mi casa, me podré jubilar, pero ahora no”, lamenta. Incide en que el cierre afecta a 60 familias, “porque casi todos tenemos empleados, ya que no podemos estar 16 horas seguidas en la caseta”. Cristina Muenala llena su puesto 14 de artesanía ecuatoriana y acaba de terminar de pagar “los 10.000 euros que costaba la caseta”, dice. Su hermano John hipotecó su casa para instalarse en el puesto 10 en 2019. Con 56 años, “como el mercado laboral está muy mal, compré esta caseta”, explica, “y ahora no sé qué hacer”. “El puesto me da para sostener a cinco personas de la familia”, añade Umer Nadeem, pakistaní que accedió a un puesto en 2021, “y para pagar alquileres de casas, que han subido mucho”.
La última en llegar fue Verónica Labrador, una burgalesa de 37 años que lleva más de dos décadas en Alicante y compró el puesto 25 en febrero de 2024. “En ese momento, se suponía que nos íbamos a trasladar a la playa”, rememora. “Pedí un préstamo, llené la caseta de género”, vende velas y jabones artesanales, algo de joyería y dibujos para estampación de camisetas, “y ahora la promesa se ha quedado solo en un vacío”. “Tengo proyectos para la caseta, como una web para ventas online”, manifiesta, “pero con esta incertidumbre es imposible avanzar”. “Me fui a Inglaterra en 2008 porque aquí no había trabajo”, continúa, “y ahora, pensaba en tener cierta estabilidad para ayudar a mis padres. Si esto cierra, no me gustaría tener que emigrar otra vez. Mis padres ya no tienen edad para quedarse solos”, zanja.
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