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Sumar y Podemos acentúan sus diferencias un año después de la ruptura

El partido de Belarra presiona al Ejecutivo, mientras los de Díaz tratan de utilizar su posición de gobierno. Ambos redefinen sus estructuras en los próximos meses con el reto pendiente de la unidad

La líder de Podemos, Ione Belarra, a su llegada al Congreso este 6 de diciembre.
La líder de Podemos, Ione Belarra, a su llegada al Congreso este 6 de diciembre.Claudio Álvarez
Paula Chouza

La de aquel 5 de diciembre fue otra tarde frenética en el Congreso de los Diputados, de esas que se suceden cada 15 o 20 días en las últimas legislaturas, donde ya nada es previsible o estable. Faltaban unos diez minutos para las cinco de la tarde, el pleno celebraba en ese momento una comparecencia de Albares sobre Palestina y la noticia de la ruptura de Podemos con Sumar revolucionaba el hemiciclo, más pendiente hasta ese momento de las celebraciones de la Constitución al día siguiente. Habían pasado algo más de cuatro meses desde las generales que dieron a la formación de Ione Belarra cinco diputados en un grupo de 31, sus dos ministras ya no formaban parte del nuevo Gobierno y los reproches no habían hecho más que agudizarse. Un año después, las relaciones personales siguen rotas y la estrategia política entre ambas fuerzas es la de la diferenciación, con una presión de Podemos cada vez más fuerte al Gobierno. “Lo único que tengo son mis votos, así que tengo que usarlos”, reconocía Belarra este viernes en conversación informal con los periodistas en los actos por el 6 de diciembre.

Sumar trata de desmarcarse del PSOE (en vivienda, bajas flexibles o políticas LGTBI) en un Ejecutivo aun sin Presupuestos, cuando debe recomponerse tras la caída en desgracia de Íñigo Errejón, sin coordinadora y después de los malos resultados en autonómicas y europeas. El partido fundado por Pablo Iglesias, menguado en su estructura, ha endurecido su posicionamiento contra el Ejecutivo y juega a ser Junts valiéndose de sus cuatro diputados —han condicionado los PGE a la ruptura de relaciones con Israel o la bajada de alquileres— en un curso en el que deberá renovar también su dirección con la principal baza de Irene Montero como cartel electoral. El espacio, con encuestas a la baja, no lo tiene fácil y la ley es tozuda al penalizar la división. El líder de Izquierda Unida, Antonio Maíllo, es el único que hasta ahora aboga públicamente por una candidatura de unidad, que se dirima en primarias y “sin vetos cruzados” como fórmula para revalidar un Gobierno progresista.

“La decisión de pasar al Grupo Mixto se produjo tras semanas de debate y reflexión, y fue cuestionada por analistas y medios, pero hoy nadie duda de que fue un paso clave para reforzar nuestra autonomía y nuestra capacidad de hacer política desde las instituciones”, defienden fuentes de la dirección de Podemos, que sacan pecho de su influencia este año a la hora de evitar recortes en el subsidio por desempleo para mayores de 52 años, la extensión del bono social eléctrico o el impuesto a las energéticas (un acuerdo con los socialistas cuyo cumplimiento es condición, insistía Belarra este viernes, para cerrar luego un pacto sobre las Cuentas).

Las estrategias, hoy por hoy, son percibidas de forma muy distinta en uno y otro partido. Mientras en la organización de Ione Belarra hablan de utilizar sus diputados para “hacer virar al Gobierno a la izquierda”, en Sumar creen que la formación solo busca “tumbar” al Ejecutivo para medirse de nuevo en unas generales. “La legislatura no depende de que haya o no Presupuestos”, asegura la líder de Podemos sacándose la presión de encima. Si en su organización repiten que hay “parálisis” y que en la coalición “solo manda Sánchez”, los de Díaz hacen gala de su peso con algunas normas laborales o el simbólico reconocimiento del Estado palestino.

En este tiempo, Podemos ha sufrido bajas (la más importante, la de la secretaria de Organización, Lilith Verstrynge, cuya renuncia los dejó con cuatro parlamentarios) y ha perdido en el duelo electoral en Galicia y Euskadi (donde no tiene representación), pero los resultados de ambas fueron tan pobres, que no hicieron otra cosa que agudizar la crisis a la izquierda del PSOE. En las europeas de junio, Podemos obtuvo dos eurodiputadas y Sumar, que englobaba a más de seis organizaciones, tres. El fracaso provocó el paso a un lado de Díaz, dejando a la organización huérfana de liderazgo. Mientras el grupo parlamentario ensaya una nueva distribución interna, Movimiento Sumar ha ido retrasando su Asamblea, que en principio celebrará en marzo ya sin contar con otros partidos, carente aún de modelo organizativo y de un sustituto claro para la coordinación. Y con el papel de Díaz aún en el aire.

En paralelo, Podemos elige varias direcciones territoriales este diciembre, con la principal incógnita de Andalucía. En la comunidad, que es junto a Castilla y León la primera en celebrar elecciones, todos los actores del Parlamento trabajan para revalidar una coalición cuyas relaciones se han ido engrasando con el tiempo. Antes de junio de 2025, el partido deberá celebrar su V Asamblea Ciudadana, y la apuesta por el tándem Belarra-Montero para el liderazgo orgánico y electoral se consolida.

Recomponer lazos

Aquel 5 de diciembre, el diputado Javier Sánchez Serna justificó la ruptura en la falta de autonomía política de su partido, que, sin éxito, había pedido intervenir en la sesión para defender su postura en el conflicto en Oriente Próximo. Pero la realidad es que el pacto para las generales, después de unas negociaciones muy duras con el veto a Irene Montero de por medio, había nacido herido de muerte. “Tensionaron el espacio hasta la ruptura. Este año les ha venido bien, pero nunca lo van a tener mejor y tampoco acaban de despuntar”, cuestiona un dirigente de Sumar, que ve los sondeos estables, con los de Yolanda Díaz en un 7% de estimación de voto y Podemos en torno al 3,4%, según el CIS de noviembre. “En una campaña electoral, esos dos puntos de diferencia con los resultados del 23-J [12,3%], se pueden recuperar”, analiza otra figura próxima al espacio, que recuerda que España sigue siendo una isla en Europa y las posibilidades, enormes. El problema es la división. Y la dificultad, recomponer los lazos.

“La ruptura le ha sentado bien a Podemos, que se libró del maltrato y del ninguneo y pudo empezar a respirar. Esa relación empezó tóxica y continuó tóxica”, sintetiza Juan Carlos Monedero, profesor de ciencias políticas y cofundador de Podemos, hoy alejado de la primera línea. “Cuando Podemos se fue, se abrió la posibilidad de volver a construir diálogos desde otro sitio, como ha pasado en Andalucía. Sumar, en cambio, empezó a devorarse a sí misma, lo que demostraba que su único cemento era odiar a Podemos”, añade. “Si Podemos se siente fuerte, buscará alguna forma de unidad que no le haga perder su identidad. Pero es cierto que hay muchas heridas (...) Todos esos dolores son más personales que ideológicos. Si prima lo personal, no nos encontraremos; si prima lo ideológico, habrá alguna suerte de Frente Amplio. Y que las “viejas guardias” hayamos regresado a nuestras tareas previas a la política puede ser una gran ayuda”, prosigue Monedero, que evita entrar en si es necesario que las actuales figuras de referencia se retiren.

“En este caso, el orden de los factores sí altera el producto”, defiende un miembro de la Ejecutiva de Sumar. “Si no hay unidad, no hay Gobierno de coalición progresista, pero es que si no hay reducción de la jornada laboral, subida del salario mínimo, medidas en vivienda, tampoco. Esto es lo primero, y a este Gobierno se le va a juzgar por su capacidad para dar respuesta a los problemas”, ahonda para poner el foco ahora en la acción del Ejecutivo. Hacerlo bien, insisten, es la condición previa para que haya alguna posibilidad de éxito futuro.

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Sobre la firma

Paula Chouza
Periodista de Política en EL PAÍS. Participó en el lanzamiento de EL PAÍS América en México. Trabajó en el Ayuntamiento de A Coruña y fue becaria del Congreso de los Diputados, CRTVG o Cadena SER. Es licenciada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, Máster en Marketing Político y Máster de Periodismo de EL PAÍS.
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