Ferraz, dos formas de ser España y de ser Iglesia
El verdadero manual de resistencia lo tienen la calle que alberga la sede socialista, sus vecinos y sus comercios
El verdadero manual de resistencia no lo tiene Pedro Sánchez, lo tiene la propia calle de Ferraz, sus vecinos y los comercios de las aceras y calles colindantes. Lo tiene por lo que ocurrió la mañana del sábado, la jarana socialista en torno a un hombre dolido ante el que sus fieles lloraban, y mucho, pidiéndole que no se vaya, que la noche sin él muere. Lo tiene por lo de este domingo, con la calle de nuevo desviada a la altura de Marqués de Urquijo por la celebración de la Maratón de Madrid (hay tantas carreras populares en la capital como personas inscritas en ellas).
Pero si hay algo por lo que tiene ganado el cielo y una placa del alcalde Almeida a la paciencia es por lo que lleva sucediendo a diario desde noviembre. A diario, han leído bien, siguen reuniéndose un puñado de personas en torno a una cruz enorme, sus banderas constitucionales y alguna que no, para rezar un rosario por España que culmina con la letanía de siempre y a la que se añade otra, compuesta por insultos a Sánchez, a su partido, a su mujer, a su madre, a los catalanes, a los migrantes. La última es: “Begoña te han pillado, estás en el juzgado”. La de siempre: “Un, dos, tres, colgado por los pies”. Qué manera tan particular de ser católico.
Y la tienen, no se sabe si la resistencia o el cuajo, los fieles que entran en la iglesia del Inmaculado Corazón de María y se encuentran, en el tablón de anuncios del templo claretiano, sobre el cartel de la campaña de la renta para marcar la X de la Iglesia en la declaración, un par de pegatinas con la cara del dictador Franco enmarcadas en la bandera de España. Los que las ven y no se inmutan. Y no se indignan. Como decía José María García, hay días en los que a una le dan ganas de cambiar de afición.
El barrio, como todos los de dinero viejo y nevera llena, se despierta más tarde que el resto de los códigos postales con menos renta disponible por hogar. A eso de las diez de la mañana solo ocupan las aceras los dueños de perros que caminan en dirección al Parque del Oeste. Apenas 24 horas antes el paisaje era algo distinto. Estaban los mismos dueños con los mismos perros, pero entre ellos se mezclaban algunos simpatizantes socialistas, como el que caminaba, erguidísimo y vestido con chándal blanco impoluto y bandera republicana a la altura del conservatorio Adolfo Salazar, vecino a la sede. O los grupos que emergían del metro de Argüelles y enfilaban la calle de Marqués de Urquijo. “Se nota que no son de aquí”, comentaba uno de los vecinos.
Pero esta mañana de domingo todo estaba como casi siempre. Algún señor mayor, en perfecto estado de revista, de esos que desprenden el mismo perfume desde hace 40 años, que caminan con el periódico bajo el brazo (siempre a caballo entre El Mundo y el ABC) y la barra de pan para la comida familiar de después. Cerca del templo de Debod, un grupo de chavales grita más de la cuenta, señal de que aún no se han acostado y que han seguido la noche desayunando cerveza. Decibelios de más también se escuchan en la comisaría de la calle del Rey Francisco, con las risotadas de los cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado, solo posibles tras varios cafés en las venas.
Muy cerca, a las puertas del convento de las Hermanas de la Compañía de la Cruz, en la calle del Rey Francisco, la cola de gente que daba la vuelta a la esquina aumentaba la contaminación acústica de la mañana. Como tantas otras mañanas, esperan a que las religiosas les repartan desayuno y algo que llevarse a la boca después. Porque hay varias Españas, y afortunadamente también hay varias iglesias.
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