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El avión presidencial de Obiang, cárcel volante para trasladar a opositores secuestrados

Las policías española, italiana y belga investigan decenas de casos con un patrón común. Desde 1997 han sido raptados 34 disidentes

Teodoro Obiang
Teodoro Obiang Nguema, presidente de Guinea Ecuatorial, en un acto oficial en Malabo, en diciembre de 2022.- (AFP)
José María Irujo

Teodoro Obiang Nguema, presidente de Guinea Ecuatorial, persigue y secuestra a sus opositores hasta en el último rincón del planeta. Un informe confidencial de la Comisaría General de Información de la Policía (CGI), así como trabajos de distintas ONG, la ONU y el Departamento de Estado de EE UU concluyen que los servicios secretos del dictador han secuestrado a 34 disidentes entre 1997 y 2019.

El pago a sicarios o colaboradores africanos y el uso del avión presidencial como escudo diplomático para trasladar a sus víctimas hasta Malabo dibujan el patrón común de estos secuestros. Algunos opositores fueron ejecutados, otros han desaparecido, según los informes de una investigación policial a la que ha tenido acceso EL PAÍS. Todos los secuestros guardan una extraordinaria similitud con el de los cuatro opositores, dos de ellos españoles, raptados en Sudán del Sur en 2019, los últimos de la macabra lista. Por este caso la Audiencia Nacional acaba de ordenar la búsqueda y captura de Carmelo Ovono Obiang, secretario de Estado de la Presidencia e hijo del presidente. También las del ministro del Interior y el director general de Seguridad. Las policías española, italiana y belga trabajan unidas en la investigación de varios casos.

El examen de la implacable persecución de Obiang a sus opositores en el exilio es un paseo por el horror. En cada historia afloran trampas, engaños o falsas ofertas de trabajo para conducir a sus víctimas hasta países africanos donde sicarios o policías locales a cambio de dinero raptaron a los opositores y los condujeron hasta la embajada guineana. Y desde allí en coches diplomáticos hasta el avión presidencial para terminar en el siniestro penal de Black Beach, en Malabo, un agujero negro donde el maltrato, las torturas y la humedad obligan a los presos a vivir en condiciones dramáticas. Un infierno del que fue alcaide el actual presidente antes de derrocar a su tío, Francisco Macías. El episodio final concluye con juicios militares, sin garantías, en los que son condenados a penas de entre 30 y 90 años de cárcel.

Sobredosis de Diazepan y Valium

En 2005 Juan Ondo Abaga, excomandante de la Marina, llevaba ocho años refugiado en Cotonou, capital de República de Benin, bajo la protección del Gobierno y del Alto Comisionado para Naciones Unidas (ACNUR). Un beninés que se ganó su amistad le convenció para viajar hasta una localidad fronteriza con Nigeria donde le presentaría a un inversor para un posible negocio. Durmieron juntos en un hotel y durante la cena, y con la complicidad de los dueños del establecimiento, lo anestesiaron con una sobredosis de Diazepan y Valium. Agentes de Obiang trasladaron su cuerpo inconsciente hasta Nigeria y lo condujeron a la residencia del embajador guineano en Abuja, la capital. En el aeropuerto esperaba el avión presidencial del dictador. La policía nigeriana interrogó a sus secuestradores sobre la identidad del hombre al que conducían en una camilla. Lo identificaron como miembro del séquito presidencial y esgrimieron la urgencia del traslado por motivos de salud. Juan Ondo acabó en la prisión de Black Beach. Gracias a la presión internacional, quedó en libertad tres años después.

Asesinato en Costa de Marfil

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Anastasio Bita Rope Lope se refugió en Costa de Marfil tras el levantamiento popular, de enero de 1998, en el que activistas bubis se enfrentaron a la dictadura y atacaron puestos de la policía guineana. Bita, miembro de la etnia bubi, huyó desde la isla de Bioko en un barco e inició una nueva vida lejos del activismo. Ocho años después, el 4 de febrero de 2006, dos hombres que dijeron ser agentes de policía se presentaron en su casa de Abiyán, capital económica de Costa de Marfil, donde residía con su mujer, y le pidieron que los acompañara. Nadie, salvo funcionarios de la Embajada española en ese país que les ayudaban, conocía su domicilio. Dos días después, se encontró su cadáver con dos heridas de bala. Las llamadas de su mujer al director general de seguridad en las que explicó la siniestra visita no sirvieron para localizar a los sicarios. Se cree que, ante el despliegue policial y la dificultad de sacarlo del país, los asesinos optaron por ejecutarle.

Anastasio Bita Rope era el activista bubi más buscado por el régimen del dictador.

Maletero diplomático y doble secuestro

El caso de Cipiriano Nguema Mba, es una muestra de hasta dónde puede llegar la obsesión de Obiang por perseguir a sus opositores. Este ex teniente coronel fue secuestrado dos veces. Su historia es la de una persecución sin descanso. Una cacería que se inició cuando en diciembre de 2003 huyó a Camerún, donde obtuvo asilo político. La respuesta fue un juicio en ausencia, denunciado por Amnistía Internacional, en el que fue condenado a 30 años de prisión.

Cinco años después, tres policías cameruneses se presentaron en su casa en Yaoundé, la capital, lo introdujeron mediante engaños en su coche y lo entregaron en la Embajada de Guinea Ecuatorial a un alto funcionario que les había contratado. Tras ser torturado, lo encerraron en el maletero de un vehículo con matrícula diplomática que le condujo hasta la pista del aeropuerto. Camerún abrió una investigación, suspendió a los agentes y declaró persona non grata al embajador guineano. Los agentes confesaron que Obiang quería a Cipriano vivo. En 2010, el opositor logró sin embargo escapar a Camerún y desde allí a Bélgica, donde obtuvo la condición de refugiado político.

En 2013 este exmilitar volvió a ser secuestrado cuando visitaba a un familiar en Nigeria. De nuevo, el avión presidencial de Obiang fue empleado para su traslado a Malabo. Gracias a la presión internacional, fue puesto en libertad en 2018 y regresó a Bélgica junto a su familia.

De Roma a la prisión de Black Beach

La historia del ingeniero Fulgencio Obiang Esono y de Francisco Micha Obama, el primero residente en Pisa (Italia) y el segundo en Madrid, dio un giro siniestro cuando el 17 de septiembre de 2018 decidieron citarse en el aeropuerto de Roma. Unos supuestos empresarios les habían tentado con una oferta de trabajo que les condujo a Lome, la capital de Togo. Picaron el anzuelo y acabaron en el avión presidencial de Obiang camino de la prisión de Black Beach en Malabo, donde fueron torturados. La policía togolesa los entregó sin que mediara ningún proceso de extradición. En un juicio sin garantías fueron condenados a 58 años de cárcel.

Martin Obiang Ondo, Feliciano Efa Mangue, Bienvenido Ndong y Julio Obama, todos residentes en Madrid, son los últimos protagonistas del largo rosario de secuestros y persecución que los servicios secretos de Obiang protagonizan con impunidad desde hace décadas. Los cuatro acabaron también encapuchados en el avión presidencial de Obiang rumbo a una cárcel guineana. “Era el avión de la Presidencia, un avión blanco, ponía C, 0, 3. Después de despegar nos pusieron una inyección en el culo”, confesó Bienvenido a un testigo protegido que ha declarado en la causa tras huir de Guinea Ecuatorial. Los tres secuestrados han sido condenados a penas de entre 60 y 90 años de cárcel por un supuesto intento de golpe de Estado.

Obama, de 61 años, falleció dos semanas después de que Carmelo Ovono Obiang, de 44 años, hijo del dictador y jefe del servicio de inteligencia exterior, conociera que estaba siendo investigado en España por delitos de terrorismo y torturas. El juez Santiago Pedraz, instructor de la investigación, renunció a detenerlo cuando la policía lo había localizado en un hotel de Madrid. El cadáver del opositor no ha sido repatriado. Hace casi dos años que Exteriores desconoce el estado de salud de los otros tres secuestrados.

Investigación@elpais.es

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Sobre la firma

José María Irujo
Es jefe de Investigación. Especialista en terrorismo de ETA y yihadista, trabajó en El Globo, Cambio 16 y Diario 16. Por sus investigaciones, especialmente el caso Roldán, ha recibido numerosos premios, entre ellos el Ortega y Gasset y el Premio Internacional Rey de España. Ha publicado cinco libros, el último "El Agujero", sobre el 11-M.
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