La búsqueda de un asesino en serie tras el hallazgo del cadáver de una mujer dentro de una maleta en Vigo
Los documentos hallados en su mochila, la relación con la víctima y la personalidad psicópata de José Manuel Durán le atribuyen su tercer crimen
Una semana después del hallazgo completamente casual del cadáver de una mujer abandonado dentro de una maleta en un barrio de Vigo, agentes de la comisaría de Policía lograron resolver un crimen que había sido perpetrado seis meses antes y despejar las grandes incógnitas del caso. Unas pesquisas contra reloj que permitieron conocer la identidad de la víctima, Carmen Bento, de 60 años, y del presunto autor de su apuñalamiento, José Manuel Durán González, de 66, que fue detenido cuando intentaba huir. Ahora, con las pruebas e indicios acumulados, los investigadores se enfrentan a un hombre que pasó 36 años en prisión por dos asesinatos anteriores y que supuestamente, ha vuelto a matar tras cumplir su última condena. “Le podemos llamar asesino en serie o asesino múltiple, da igual, porque todo apunta que estamos ante la personalidad de un psicópata que ha matado a tres personas, que nosotros sepamos, cada vez que ha salido de la cárcel, y que es la respuesta extrema de un comportamiento violento”, afirma uno de los responsables de la investigación.
En la localidad pontevedresa de A Lama, donde nació Durán, se lo conoce con el apodo de El Chioleiro. Este pequeño municipio de apenas 3.000 habitantes fue el escenario de los dos crímenes que aparecen en su historial penitenciario, por los que tiene prohibido regresar allí. En 1988, se ensañó con su anciana abuela de 83 años, a la que violó y luego mató a puñaladas. Ahora, el 1 de marzo, cuando llevaba un año en libertad tras cumplir su última condena de 17 años y medio de cárcel por matar en 2004 a una amiga del pueblo para robarla, Durán ha sido detenido por acabar con la vida de otra mujer en Vigo, empleando un cuchillo, la misma arma de sus anteriores crímenes.
El 22 de febrero, un repartidor paró para orinar en la cuneta de una finca abandonada en la calle Espedrigada, a un kilómetro del estadio de Balaídos, en Vigo, cuando vio entre la maleza lo que parecía una maleta envuelta en plásticos. Dentro se encontró el cadáver de una mujer semidesnuda sin ninguna pista sobre su identidad. La brigada de Homicidios comenzó entonces una intensa búsqueda para identificar el cuerpo, rastreando la lista de denuncias por desapariciones, por lo que en un primer momento se pensó que podría ser de nacionalidad portuguesa.
La autopsia pudo determinar que la víctima, de mediana edad y baja estatura, presentaba varias incisiones de arma blanca, pero una de ellas fue mortal en el corazón. Tras analizar la base de datos, los agentes lograron situarse sobre la pista correcta. Localizaron unas denuncias registradas el pasado verano procedentes del vecindario del número 83 de la calle Fragoso, a escasos 100 metros del lugar donde apareció la maleta. En ellas se hacía referencia a las fuertes discusiones de una pareja y malos olores en la habitación que tenían alquilada. Tras intensas averiguaciones, comprobaron que allí se había hospedado una mujer cuya descripción coincidía con la víctima, pero a raíz de las denuncias dejaron de verla por el barrio.
La investigación se centró entonces en la búsqueda de una mujer de nacionalidad española, en riesgo de exclusión social y que estuvo alojada en aquella vivienda, en el entorno del barrio donde se halló la maleta. En una semana de gran repercusión mediática, la Policía pudo encajar todas las piezas del puzle: identificar a la víctima y al supuesto autor. “No teníamos grabaciones de cámaras, ni huellas dactilares, y tampoco posicionamiento de teléfonos móviles, pero dado el perfil del hombre que buscábamos y su violento historial, teníamos menos dudas que certezas”, relatan fuentes de la investigación.
La Policía constató que la víctima era Carmen Bento Domínguez, de 60 años, una vecina de la localidad de Celanova (Ourense) que llevaba una vida completamente desarraigada. Su familia le había perdido la pista desde hace años, cuando ella dejó de visitar a su hermana. Había estado casada allí, pero abandonó la aldea tras separarse de su pareja y ser víctima de continuos malos tratos. Se cree que convivió con su asesino aproximadamente un mes, cuando él acababa de abandonar el centro penitenciario donde cumplió íntegramente su última condena y sin incidencias como interno conflictivo, aunque con una ficha psiquiátrica que para los investigadores apenas dejaba dudas del riesgo de reincidencia.
Las pruebas del tercer asesinato
El 1 de marzo, ocho días después de aparecer el cadáver de la maleta, el juez Juan Carlos Carballal, que dirige la investigación, ordenó el arresto de José Manuel Durán. Los agentes tenían como referencia para identificarlo unas fotos de su ficha policial, pero su físico era muy diferente, prácticamente estaba irreconocible. Él ya se disponía a abandonar Vigo porque sabía que los agentes habían estado indagando sobre su paradero y le seguían la pista. La Policía lo localizó en la estación de autobuses de la ciudad, antes de comprar el billete, por lo que no se sabe a dónde se dirigía.
El detenido se mostró tranquilo y colaborador. Contestó a todas las preguntas que tanto el juez como el fiscal le formularon a lo largo de casi una hora de interrogatorio. Asistido por un abogado de oficio, Durán admitió que conocía a la víctima, pero negó categóricamente los hechos y se defendió desviando la atención hacia otras personas que le parecían sospechosas, hombres con los que dijo haber visto a Carmen.
Pero las pruebas se acumularon contra Durán. Había estado conviviendo con la víctima, sus antecedentes eran irrefutables y dentro su mochila escondía unas pruebas documentales que son definitivas para desentrañar el caso. Unos papeles manuscritos que lo incriminan directamente y que los investigadores interpretan como un hecho o comportamiento bastante habitual, que describe elementos de la personalidad de un asesino en serie.
Con estas evidencias, el juez lo envió por tercera vez a la prisión de A Lama, su pueblo natal. Le atribuye la presunta autoría del asesinato de Carmen Bento, a la espera de que lleguen al juzgado todas las pruebas científicas sobre ADN y huellas dactilares de la víctima y la maleta donde fue abandonada. Se cree que una vez cometido el crimen en la habitación alquilada, Durán retuvo la maleta un tiempo hasta que los vecinos protestaron por los malos olores que había en la casa, según el cotejo de las denuncias que hizo la Policía. Luego abandonó la valija a pocos metros del edificio. Una testigo que reside en la finca colindante aseguró que la maleta estaba allí desde agosto.
Por el momento, el juez no le ha imputado a Durán ninguna circunstancia de agravante de género, mientras se investiga si el detonante del crimen pudo ser una fuerte discusión entre ambos por dinero. El acusado tenía una prestación penitenciaria que los internos perciben al salir de la cárcel para su reinserción social, mientras la víctima vivía de la mendicidad.
El impulso de un asesino
El Chioleiro ha pasado más de media vida en prisión, de la que salió en febrero del pasado año. La Audiencia de Pontevedra lo condenó a 17 años de cárcel por el asesinato de su vecina Alicia Rey, de 33 años, cometido el 11 de diciembre de 2004. Durán estaba en libertad, pero todo el pueblo sabía de qué forma había acabado con la vida de su abuela 16 años antes, por lo que había estado recluido en un centro psiquiátrico hasta que volvió a la cárcel de A Lama en 2003 y salió de allí al año siguiente. Ya en libertad, ese día de finales de 2004 Durán vio que Rey se dirigía al supermercado, y la convenció para que lo acompañase al monte de Santa Ana, donde la acuchilló y le robó las joyas, el dinero y las tarjetas bancarias, según la sentencia. Dos días después, unos vecinos hallaron el cadáver semienterrado de la mujer y la Guardia Civil detuvo a Durán, que confesó el crimen.
La estrategia de defensa se centró en intentar convencer al jurado de que el acusado sufría una psicopatía que le impedía controlar su voluntad y que tenía la edad mental de un adolescente. Pero el tribunal popular no vio ninguna alteración psíquica y tampoco creyó a Durán cuando llegó a decir que la mató porque ella se lo había pedido.
Relató que la primera cuchillada en el cuello fue accidental y que en la segunda fue la propia Alicia la que se colocó el cuchillo en el pecho y se apuñaló. Fue declarado culpable de asesinato por unanimidad, cometido premeditadamente y consciente de lo que hacía.
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