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La vida de cuento de Rosana Largo, la diseñadora que pinta sobre sus trajes

La pintora de prestigio lleva sus creaciones a galas internacionales tras empezar desde niña en Palencia y Valladolid

Rosana Largo en el Museo del Cuento de Urueña.
Rosana Largo en el Museo del Cuento de Urueña.Emilio Fraile
Juan Navarro

El Gato con botas vigila desde un lado de la habitación, quizá atento a un contiguo Ratoncito Pérez. Más allá, los fantasmas de la Navidad acechan al señor Scrooge en su casa de la obra de Charles Dickens. El lobo de Caperucita Roja descansa sobre un asiento de madera, material compartido con la larga nariz de un Pinocho embustero. Las figuras de cuentos infantiles y moralejas no tan pueriles se desperdigan por el Museo del Cuento de Urueña (Valladolid, 197 habitantes) mientras su autora, Rosana Largo, describe sus características con nostalgia. Algunas de ellas fueron sus primeras creaciones antes de saltar al ámbito de la moda con un estilo inusual: pintar al óleo sobre la tela de los trajes. Sus reconocibles composiciones han desfilado en pasarelas de renombre y a ella le han llegado reconocimientos internacionales mientras intenta proyectarse en España: “Siempre he sido revolucionaria, no quiero anclarme”.

Rosana Largo, de 44 años, pasea por la estancia junto a su madre, Esperanza Rodríguez, de 70. Esta recuerda con asombro el genuino interés artístico de su hija desde pequeña. Pronto sus gustos evidenciaron la senda que tomaría la niña. Con apenas año y medio dejó estupefacta a la pediatra por realizar con lápiz o bolígrafo circunferencias impropias de un bebé de su edad; a los siete, intrigaba a los vigilantes del Museo del Prado (Madrid) por conocerse el nombre y el autor de los cuadros de cada sala de la pinacoteca. A los 11 pintó la mitad del techo del salón de su casa, con sus padres primero mosqueados y luego boquiabiertos por la maña de la chica. A los 14 llegó la confirmación de que tenía capacidades especiales al detectarle un coeficiente intelectual de 162, bastante por encima de la media, aunque esta ventaja acarreaba algunas dificultades de socialización con su entorno. La salida: el arte. “Mis padres me estimularon y me focalicé en la pintura”, describe Largo. A partir de entonces, composiciones cada vez más complejas, grandes y sobre todo tipo de soporte a medias entre Valladolid y Paredes de Nava (Palencia), de donde proceden sus antepasados.

La artista estudió Derecho en la Universidad vallisoletana y allí conoció como profesora de Derecho Constitucional a su amiga Ana Redondo, hoy ministra de Igualdad (PSOE). La universitaria trabó amistad con la docente por sus gustos comunes y, según reconoce la pintora, fue ella quien la animó a mezclar sus trazos de pincel con la moda y las telas hace tan solo dos años. Como muestra, que Redondo luciera en los Premios Goya de Valladolid uno de sus vestidos, adornados por Meninas como las de Velázquez. La autora ya se había hecho un nombre en el mundo pictórico, con exposiciones y premios en Roma, Florencia, Venecia o Milán (Italia), Nueva York (Estados Unidos), Tokio (Japón) o Dubái (Emiratos Árabes), donde acude “como artista y como representante de las mujeres de España”. También ha aparecido en los inmensos paneles publicitarios de Times Square (Nueva York). La expansión internacional y sus vestidos conquistando la élite de la moda contrastan con la aparentemente menos brillante Paredes de Nava, con unas iglesias de origen románico con final gótico y toques mudéjares de gran valor arquitectónico. Allí pintaba y elaboraba sus obras a gran tamaño y con todo tipo de materiales cuando, tras organizarse con el cura local, este le cedió una iglesia desacralizada, en desuso, para que pudiese exponer sus composiciones. De este modo nació el Museo del cuento y de la ciencia, donde Largo ha combinado las enseñanzas de los cuentos para explicar a los niños, o no tan niños, qué influencia científica existe en cada una de las facetas cotidianas.

Detalle de uno de los diseños de Rosana Largo.
Detalle de uno de los diseños de Rosana Largo.Emilio Fraile

Por allí campan El Principito, La Sirenita, Blancanieves o Los tres cerditos, personajes de menos caché que los plasmados sobre las telas. La aventura iniciada en 2022 se ha traducido en decenas de trajes de toda variedad, color y estilo: los hay con inspiración en la pintura española del siglo XVIII y con alegorías de Madame Butterfly, de Alicia en el País de las Maravillas o inspiradas en cuadros del Prado. Cada una de estas composiciones, calcula, le llevan unas tres semanas de minucioso trabajo tanto para otorgarle la máxima precisión a las pinturas como para garantizar su encaje y asentamiento en las ropas. Los trajes más complejos y abigarrados llegan a pesar 10 kilos, un volumen al que la artista trata de enfrentarse buscando “la comodidad y no ser un maniquí andante” pese a que ha llegado a utilizar madera para recrear ventanas adosadas, cual altorrelieve gótico, a un lateral del conjunto. La pintora aspira a añadir luces y proyecciones de frases inspiradoras mediante sensores a medida que se camina, toda una idea ambiciosa de quien no se conforma y siempre anda tramando nuevas alternativas.

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El precio de cada conjunto oscila entre los 3.000 y los 10.000 euros, en función de las calidades y las particularidades de la obra trasladada al vestido. Las clientas, y sus exigencias, varían según su procedencia. Algunas depositan en ella toda su confianza y se ponen encantadas el resultado final mientras que otras, como comprobó en Los Angeles (EEUU), piden composiciones muy concretas merced a su bolsillo más pudiente. Largo mantiene una filosofía, pues reniega de restringir la moda a las mujeres delgadas, de talla 36 o 38, y trabaja también para otros tamaños y volúmenes femeninos: “Todas tenemos derecho a estar guapas”.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, en comunicación corporativa, buscándose la vida y pisando calle. Graduado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS.
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