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No fue el PSOE, fue la gente: las claves de la resistencia de Sánchez

Dirigentes y militantes de los feudos donde los socialistas plantaron cara o incluso vencieron al PP explican qué fue lo que movilizó a su electorado

Pancarta con la imagen de Xavier Garcia Albiol, ganador de las municipales, en las elecciones, en la plaza de la Vila de Badalona.
Pancarta con la imagen de Xavier Garcia Albiol, ganador de las municipales, en las elecciones, en la plaza de la Vila de Badalona.Albert Garcia

La obra de teatro, un drama en cinco cuadros, se escribió en 1933. En el primer acto, el criado entra en un escenario de paredes azules y se encuentra al director sentado, vestido de chaqué.

— Señor.

— ¿Qué?

— Ahí está el público.

— Que pase.

El lunes 29 de mayo, Pedro Sánchez se despertó como el director del drama en cinco cuadros escrito por Federico García Lorca, en medio de un escenario completamente azul, el que había resultado de las elecciones municipales y autonómicas celebradas el día anterior. Su partido, el PSOE, había perdido casi todo el poder regional a manos del Partido Popular (PP) y prácticamente lo mismo había sucedido en los comicios locales. Tenía entonces dos opciones, aguantar hasta las elecciones generales previstas para finales de año o, en una decisión de gran riesgo —con los dirigentes socialistas sumidos en la depresión y su socio de gobierno desfondado—, someter su cargo a la decisión del público.

— Que pase.

Justo una semana antes de las elecciones del 23 de julio, durante un viaje en AVE con destino a un mitin en Valencia, Sánchez pronunció hasta tres veces un latiguillo que en realidad parecía un conjuro: “Contra todo pronóstico”. Nos recordó —o se recordaba a sí mismo—que tanto las primarias de su partido como la moción de censura a Mariano Rajoy habían sido con el viento en contra: “Nunca he tenido elecciones fáciles”. En ese momento parecía el único en el PSOE que tenía fe verdadera en conseguir un resultado capaz de frenar al bloque compuesto por el PP y Vox. José Marcos, el redactor de este periódico que cubre la información del PSOE, recuerda: “En los días siguientes a la convocatoria, varios secretarios de organización —los fontaneros del partido, aquellos que controlan los mecanismos— me decían: solo tenemos un 20% de opciones; a la semana siguiente decían que un 30%, y la última semana, aunque con mucha prudencia, comentaban: está pasando algo, algo que va por debajo del radar y que las encuestas no están pillando, pero vemos a la militancia desatada, como hacía tiempo no la veíamos”.

Hemos hecho un viaje rápido. Madrid, Sevilla, Barcelona, San Sebastián. Un recorrido nada científico para hablar con dirigentes y militantes de aquellos lugares donde el PSOE ha resistido o incluso ha ganado las generales con una amplitud más propia de otros tiempos. La pregunta era seguramente más fácil que la respuesta: ¿qué era ese algo que despertó a los militantes y a los simpatizantes socialistas? Nos esperábamos, como así sucedió, las respuestas más o menos evidentes —aquellas que hablan de la resistencia al frente del PP y Vox, o de la campaña al ataque de Sánchez, o de la aparición de Zapatero como animador imprevisto…—, pero buscábamos más bien ese “algo” que no llegaban a detectar los fontaneros del PSOE. La periodista Lourdes Lucio, que conoce como nadie la política andaluza, aconsejó dos nombres para empezar las pesquisas: Javier Fernández de los Ríos y José Caballos.

Fernández de los Ríos es, además de secretario general del PSOE de Sevilla, alcalde de La Rinconada desde 2007 y presidente de la Diputación de Sevilla. Da por descontado que la respuesta de los socialistas sevillanos —”hemos ganado en 84 municipios de los 106 que tiene la provincia”— se debe a los motivos aludidos, comunes a todos los territorios, pero añade algo más: “Hay una memoria que va de generación en generación. Aquí la gente lo pasó muy mal durante los 40 años del franquismo, y el PSOE fue luego, durante 37 años, el partido que le dio oxígeno para tener y disfrutar un nivel de vida razonable. Eso no se olvida, y aunque algunas veces la gente se enfade con el partido —por medidas que no gustan, por ciertas acciones no ejemplarizantes de algunos dirigentes— no termina de romper. A veces te pegan algún tirón de orejas para hacerte saber que no vas por el camino correcto, pero cuando se les necesita están ahí, como una familia”.

Un alto dirigente del PP en el Parlamento de Andalucía asegura que hasta en los momentos de más éxito de su partido —que ahora gobierna con mayoría absoluta— suele decirles a sus compañeros: “No hay que confiarse. El PSOE de Andalucía es un gigante caído, que en cuanto se levante te puede destrozar”.

Cartel electoral del PSOE en el barrio de El Cerro del Águila, Sevilla, el jueves.
Cartel electoral del PSOE en el barrio de El Cerro del Águila, Sevilla, el jueves.Paco Puentes El Pais

Si Fernández de los Ríos es uno de los dirigentes socialistas con más poder y más futuro, José Caballos ha sido uno de los grandes muñidores del PSOE andaluz desde los tiempos de Felipe González y Alfonso Guerra. Más que diputado autonómico —que lo fue durante ocho legislaturas— o senador, fue el poder en la sombra, el hombre que lo sabía todo. Tiene, como maestro de formación, una gran facilidad para contar las cosas, muchas veces en forma de metáforas. “Mira, aquí ser socialista es como ser del Sevilla o del Betis, o de una cofradía de Semana Santa. Tú puedes enfadarte con tu equipo, y criticar la forma en que el presidente hace las cosas, pero como mucho dejas de ir al campo —o de votar en este caso— pero nunca dejas de ser de tu equipo”.

“Pedro Pacheco decía que en realidad lo que el PSOE tiene son vietcongs. Decía: Tenías un montón de vietcongs, que tú no los ves, que están escondidos, no hacen ruido, y de buenas a primeras empiezan a salir y te la lían. Y la verdad es que la realidad es esa. Nuestra gente sigue estando ahí. Nuestros barrios y nuestros pueblos están llenos de gente así, que aunque no esté afiliada se siente socialista, y cuando pasan ciertas cosas, se levanta y reacciona”, relata Caballos. Y añade: “Cada elección que pasa tenemos menos gente que recuerda cómo fue la guerra aquí o cómo fue la dictadura o cómo ha mejorado Andalucía. Pero nuestra gente, la gente de izquierdas, suele ser compasiva; personas atentas a lo que sucede a su alrededor, y cuando ve que se quieren meter en la vida de un vecino que es gay o de la hija de una vecina que es lesbiana, se levanta y dice: hombre, por ahí no, dejad a las criaturas que vivan su vida en paz. Ahí, con cosas así, se produce la reacción. Es entonces cuando aquellos vietcongs de los que hablaba Pacheco se levantan y le dan la vuelta a las elecciones”.

En Badalona, el militante socialista José Luis Díaz Torrevejano trata de explicar lo sucedido en una ciudad que acababa de otorgarle la mayoría absoluta a Xavier García Albiol hace solo un par de meses y que en las generales le ha dado la vuelta a la tortilla hasta el punto de que, en los 34 barrios del municipio —incluidos los tres del centro, de marcado carácter independentista—, ha ganado el Partido Socialista de Catalunya (PSC). “Aquí la alarma saltó”, explica, “cuando vimos en directo qué estaba pasando con los pactos del PP y Vox, en Valencia, en Castilla y León, y sobre todo en Extremadura, que lo vimos en directo. La gente dijo: esto no lo queremos para el Gobierno de España. Si a eso le sumas que Santiago Abascal amenazó con volver a traer el conflicto a Cataluña, te das cuenta de que no solo la gente de izquierdas se ha movilizado, sino que el votante independentista también ha recurrido al voto útil”.

Rafaela Romero, del PSE, en San Sebastián.
Rafaela Romero, del PSE, en San Sebastián.Javier Hernandez Juantegui

Rafaela Romero acaba de ser elegida diputada socialista por Gipuzkoa. La tarde del viernes, en un hotel de San Sebastián, aportaba una lectura distinta, aunque complementaria, de las razones que han dado la victoria al PSOE en Euskadi y Cataluña. “Yo creo”, explica, “que en esta ocasión la mayoría progresista ha votado para recuperar España. Hemos pasado unos años en que la idea de España estaba en poder de unos cuantos que decían quién es español y quién no. Y en estas elecciones se ha visto que hay otra España, una España diferente, que suma a la gente de izquierdas y a la que no es de izquierdas, que tiene proyectos compartidos, los mismos sueños, los mismos problemas. Este país tiene que ser de todos, todo el rato, y no podemos estar recuperándolo siempre de manera épica, sino constante, todo el rato. Incluso los nacionalistas se tienen que ver concernidos. ¿O no se construyó España con los nacionalistas cuando se recuperó la democracia? Yo creo que este Gobierno que la derecha tachaba de Frankenstein ha sido el Gobierno de la recuperación de las luchas comunes. La gente ha visto que hemos conseguido el escudo social, para que, cuando estés arriba, estés bien, pero que también estés protegido cuando las cosas te vayan mal”.

Uno de los últimos mítines de Pedro Sánchez en campaña fue precisamente en San Sebastián. La afluencia rebasó las expectativas. Muchos antiguos concejales —de aquellos que vivieron la mitad de la vida escoltados, de entierro en entierro por culpa de ETA— se quedaron en las escaleras. El presidente se percató y se acercó a saludarlos. El líder de los socialistas vascos, Eneko Andueza, pertenece a otra generación, la que ya no tiene que mirar debajo del coche gracias a la valentía de sus mayores, pero que de forma sorprendente ve cómo —desde el PP y desde Vox—se le acusa de connivencia con el entorno de ETA. Andueza, al igual que lo han hecho otros militantes consultados en Sevilla o Barcelona, destaca que hay algo en el Partido Socialista que no tienen el resto de los partidos y que, en circunstancias como las actuales, es determinante. “La presencia”, asegura, “la gente sabe, porque nos ve en las casas del pueblo, que cuando vienen malas, cuando la convivencia está en riesgo, en la época más dura de ETA o durante el Gobierno de Ibarretxe, la tabla de salvación es el PSE. Y que también ahora somos capaces de darle estabilidad al país, gobernando con el PNV, pero sin perder nuestra identidad y nuestro criterio”. Y añade: “La gente de aquí se ha movilizado porque ve que las barbaridades que dice Isabel Díaz Ayuso no se corresponden con la realidad que vivimos. Yo me pregunto: ¿quién manda en el PP de Euskadi para que no levante la voz y le diga a Ayuso que todas esas cosas son una barbaridad?”.

Federico García Lorca escribió la obra de teatro El Público en 1933. No se estrenó hasta 56 años más tarde.

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