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Sánchez decidió el adelanto electoral de las generales la noche del domingo y la comunicó a unos pocos fieles

La ruptura de la coalición también estuvo encima de la mesa pero se descartó. El presidente les dijo a sus ministros que España tiene que frenar la ola conservadora europea

Pedro Sánchez, durante su declaración el lunes en La Moncloa.Vídeo: EPV
Carlos E. Cué

Las noches electorales son el momento clave en las decisiones más rotundas de Pedro Sánchez. Como el anuncio del lunes sobre la convocatoria de elecciones adelantadas al 23 de julio. En la noche de los segundos comicios generales de 2019, después de consultar con muy pocos fieles en la sede de Ferraz —entonces estaban Carmen Calvo y José Luis Ábalos entre ellos—, el presidente decidió rápidamente que tenía que aceptar la coalición con Unidas Podemos que llevaba seis meses rechazando, y que fue uno de los motivos principales de la repetición electoral. No quiso un largo debate, un tira y afloja con Pablo Iglesias. Ordenó a su jefe de Gabinete, Iván Redondo, que llamara a la mañana siguiente al de Iglesias, el argentino Pablo Gentili, al que encontró en Buenos Aires. El martes ya estaba cerrada la coalición, en la que el presidente aceptó que Unidas Podemos tuviera una vicepresidencia para Iglesias, el ministerio de Trabajo para Yolanda Díaz y tres carteras más. Y esta noche electoral de las autonómicas no fue muy diferente, según diversas fuentes del partido.

Sánchez esta vez no fue a Ferraz. Siguió el escrutinio desde La Moncloa, pero cuando las cosas estaban muy claras maduró la decisión. Habló con algunas personas y llamó a la sede del Gobierno a los más cercanos: María Jesús Montero, número dos del PSOE; Félix Bolaños, ministro de la Presidencia; Óscar López, jefe de Gabinete (el único que ya estaba allí, los demás acudieron desde la sede socialista); y Santos Cerdán, secretario de Organización del PSOE. Normalmente en este núcleo suelen estar también Pilar Alegría, ministra de Educación y portavoz del PSOE, e Isabel Rodríguez, portavoz del Gobierno, pero esta vez no fueron porque la primera estaba dando la cara en Ferraz y la segunda dirigiendo el equipo electoral en el palacio de congresos del Ifema. Ambas estuvieron en contacto con el presidente.

El encuentro se produjo pasada la medianoche, cuando era ya muy evidente que el desastre electoral del PSOE era mucho mayor del esperado y se perdían casi todas las comunidades en manos de los socialistas. Sánchez, según estas fuentes, tenía absolutamente tomada la decisión de convocar elecciones, pero escuchó las opiniones de sus personas más cercanas. Se llegaron a poner encima de la mesa todas las posibles salidas que no incluían el adelanto electoral, desde un cambio profundo en el Gobierno a la más evidente, con la que se especulaba en el PSOE: la ruptura de la coalición con la salida del Ejecutivo de los ministros de Unidas Podemos. Pero el líder tenía claro que esa decisión no conducía más que a una agonía de seis meses de disputas internas.

El adelanto era la mejor opción para “clarificar”, la palabra que usaría al día siguiente, lunes por la mañana, en la comparecencia sin preguntas. Y sobre todo suponía tomar la iniciativa, cortar de raíz posibles debates internos o discusiones en Unidas Podemos y centrarse en la cuestión clave: ¿ha desaparecido la mayoría social que llevó a Sánchez a La Moncloa en 2019 o está ahí, pero no ha querido votar? El presidente explicó a los suyos que si hace este movimiento es para intentar ganar las elecciones, aunque sabe que es difícil, y no para tirar la toalla.

Al contrario, en La Moncloa creen que esperar seis meses de desgaste con la derecha envalentonada y discusiones internas de todo tipo en el bloque de la mayoría sí que era tirar la toalla. Ahora la confianza es que los ciudadanos progresistas vean, con la conformación de gobiernos de PP y Vox, que esto va en serio, que si no van a votar en masa como en 2008 y 2019, las dos últimas victorias socialistas, habrá un Gobierno PP-Vox que derogará buena parte de las leyes de este Ejecutivo, que según todas las encuestas tienen un importante apoyo social.

Tomada la decisión, Sánchez y su equipo más cercano, con el secretario de Estado de Comunicación, Francesc Valles, al frente, diseñaron el anuncio de la mañana del lunes, que incluía una visita al jefe del Estado, el rey Felipe VI, y una declaración institucional muy breve, sin periodistas, en la escalinata de La Moncloa. Muy pocos conocían la decisión, que el presidente no compartió ni con su ejecutiva ni con los barones del partido antes de anunciarla. El efecto sorpresa siempre es una prioridad en la forma de hacer política del líder del PSOE.

Después se fue a la ejecutiva, donde dio más explicaciones políticas, pero en la línea de la comparecencia, y no encontró ninguna crítica relevante, a pesar de que en el partido sí se hacen, aunque en privado, sobre todo por una campaña muy de política nacional que ha perjudicado a los barones y alcaldes. Y más tarde, el presidente convocó a su Consejo de Ministros. Y ahí, en una reunión muy breve, Sánchez les agradeció su trabajo, les dijo que estaba muy orgulloso de todo lo realizado, que se habían cumplido prácticamente todos los compromisos legislativos —los últimos más relevantes han sido la reforma de las pensiones y la ley de vivienda— y que, por tanto, no es un adelanto con graves consecuencias.

Pero sobre todo habló de política, de movilizar a la izquierda, y recordó que toda Europa vive una ola conservadora como se ha visto recientemente en Italia o en Grecia. Pero Sánchez cree que España puede ser la excepción, y por eso, les dijo a sus ministros, convoca las elecciones en julio: “Para que España pueda suponer el freno a la ola conservadora que recorre Europa. Pero eso depende de los ciudadanos, sobre todo de los votantes progresistas. Esto es la democracia”, concluyó. Ahora todo el entorno del líder del PSOE apoya a pies juntillas la decisión, que, sin embargo, casi nadie vio venir, y sostiene que una vez más el presidente ha recuperado rápidamente la iniciativa y ha decidido jugársela como siempre, a todo o nada. Parece evidente que no conoce otra manera de hacer política.

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