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Ramón Tamames: “Rufián vino a saludarme y Arrimadas me confesó: ‘Yo te votaría, pero no puedo”

El candidato de Vox cuenta los entresijos de la moción de censura más insólita de la democracia española

Ramón Tamames, el viernes en su casa de Madrid.Foto: Olmo Calvo | Vídeo: EPV
Miguel González

Cinco semanas después de protagonizar la moción de censura más insólita de la democracia española, Ramón Tamames (Madrid, 1933) no se arrepiente de haber servido de mascarón de proa a una iniciativa de Vox condenada de antemano al naufragio. “Me lo pasé en grande”, resume su experiencia de aquellos 21 y 22 de marzo, cuando el Congreso se convirtió en plató de un espectáculo televisivo con más espectadores (8,9 millones en la primera jornada) que el clásico Madrid-Barça que se jugó 20 días antes en el Santiago Bernabéu, que se divisa desde su casa.

Al contrario de lo que opinaron la mayoría de los comentaristas, él no cree que el debate sirviera de balón de oxígeno a Pedro Sánchez. “No lo creo. Sobre todo, porque habló demasiado largo y con poco contenido. Yo aguanté mecha, me podía haber irritado, pero cuando terminó se lo dije de buenas maneras: ha hablado usted una hora y 40 minutos. Es una barbaridad. Asimov contó la historia del Imperio romano en un librito de 300 páginas”.

Pregunta. Usted se saltó muchos párrafos del discurso que traía preparado.

Respuesta. Muchos.

P. ¿Por qué?

R. Porque lo vi demasiado largo. Tenía 31 páginas y leyéndolas te puedes morir. Antes estaba en 50, lo dejé en 30 y empecé por la parte histórica, luego abandoné la lectura y lo utilicé solo como guion. En total, mi intervención debió ocupar unas 15 páginas, la mitad de lo que traía escrito.

En realidad, su discurso ya se conocía. Lo publicó la semana anterior eldiario.es Recuerda que encajó la filtración como un golpe. “Una especie de ¡pum!, un toque importante. Pero en unos segundos se fue aplanando [su estado de ánimo] y hasta me permití decir que era como si a los alumnos les adelantas el esquema antes de soltarles la lección”. Sigue sin saber quién lo filtró, porque “se mandó a bastante gente para que sugiriera cosas”, pero cree que, si alguien quiso “causar daño, no lo logró”.

No fue ese el momento más delicado en las semanas previas al debate, reconoce, sino cuando EL PAÍS publicó una entrevista que dejaba en evidencia el abismo que separaba a Vox de su candidato en temas como la ilegalización de los partidos nacionalistas o el cambio climático. “Fue tremendo el impacto [que tuvo] en ellos”, dice, aludiendo a los dirigentes del partido. “No voy a entrar en detalles, pero esa entrevista hizo pensar a muchos [en la cúpula de Vox] que no era bueno seguir adelante. Y creo que hicieron bien en seguir adelante”, apostilla, cerrándose en banda ante nuevas preguntas al respecto.

Finalmente, llegó el día D. Tamames, de 89 años, había sido diputado ocho años ―primero por el PCE y luego por Izquierda Unida―, pero no había vuelto al Congreso desde hacía más de tres décadas. De su época solo quedaban dos ujieres, a los que saludó, y notó que el clima político era menos amistoso que entonces, “con más veneno en el ambiente”.

Tamames, el viernes, en la terraza de su casa de Madrid.
Tamames, el viernes, en la terraza de su casa de Madrid. Olmo Calvo (EL PAÍS)

Pese a ello, el debate no fue tan “cruento” como temía. Lo atribuye a que la presidenta de la Cámara, Meritxell Batet, “lo hizo muy bien”. Y a que los diputados “enseguida tomaron cierto respeto por el candidato; salvo Patxi López, que se puso mitinero y pensé que le daba un infarto”.

Pregunta. ¿La intervención de López fue la que más le molestó?

Respuesta. No, porque lo conozco y sé cómo es. El que más me molestó inicialmente fue [Gabriel] Rufián, que habló de unos diputados de Vox que tenían unos antecedentes tal y cual [militaron en grupos violentos de extrema derecha durante la Transición] y yo no podía defenderlos porque no era esa mi misión y, además, no los conozco. Eso me incomodó bastante y él debió darse cuenta, porque la segunda vez que intervino se paró al pasar a mi lado, me tendió la mano y yo se la di.

P. ¿Qué le dijo?

R. Nada. Me saludó como quien saluda a un viejo amigo. Sonrió y nada más.

El portavoz de ERC no fue el único en saludarle. El de Podemos, Pablo Echenique, se disculpó porque estaba resfriado y no iba a asistir por la tarde. Y asegura que la exlíder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, le hizo una confesión: “Yo te votaría, pero no puedo porque tengo un problema ahora, como sabes”.

Quien no se acercó a saludarle —él pasó el día sentado en el escaño de Santiago Abascal― fue Pedro Sánchez, lo que le pareció una falta de respeto parlamentario. “Me dicen que, cuando el debate terminó y nos íbamos a retirar, el presidente inició el camino hacia mí, pero lo paró [el ministro de Presidencia, Félix] Bolaños y se dio la vuelta. Me extrañó que no me saludara, porque yo era el candidato”. Tampoco le gustó que la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, aprovechara el debate para presentar su nueva fuerza política, Sumar: “Habló más de una hora y dediqué tres minutos a contestarle. Estaba fuera de lugar”.

Al duelo inicial entre Santiago Abascal y Pedro Sánchez asistió “con resignación”, sumido en “una cosa parecida al nirvana”, tal vez contemplando las pinturas de la zona cenital del hemiciclo, que admira, aunque “procuraba seguir el hilo”, asegura. “Esto no tiene una duración indefinida. Antes o después tiene que terminar”, se decía a sí mismo. Aunque lo más duro fue la sesión de la tarde, cuando escuchó mudo a 20 portavoces porque, si le contestaba a uno, “tenía que contestar a todos”. El segundo día, admite, “ya la cosa iba cuesta abajo”, él mismo lo notó.

Aunque la culminación del debate era la votación de su candidatura, Tamames no llegó a pedir el voto a los diputados. “No lo pedí porque hubiera sido irreal. Yo no tenía la idea de llegar a La Moncloa. Era más bien un repaso de los males de la patria, como decía Lucas Mallada”. Lo que sí pensó fue pedir que el voto fuera secreto, “porque a alguien podría haber convencido”. Solo convenció al exdiputado de Ciudadanos Pablo Cambronero. “El segundo día apareció y me dijo: ‘Yo te voy a votar’. ‘Muchas gracias’, le contesté”.

Tras el debate, se fotografió en el hemiciclo con los 52 diputados del grupo de Abascal. “Me aplaudieron mucho como era su obligación, en cierto modo, porque al fin y al cabo yo era su candidato, aunque fuera independiente. Todas las señoras de Vox vinieron a saludarme”. ¿Y los señores? “También”.

Tamames, en su casa.
Tamames, en su casa.Olmo Calvo

En los días siguientes recibió cientos de cartas, hasta 350 en una jornada. Todavía hoy, asegura, muchos lo paran por la calle. “Lo que no ha habido es nadie que me grite: ‘¡Fascista, defendiendo a Vox!’ y cosas así. La gente es bastante educada”. Hace 10 días, cuando iba a un restaurante, se detuvo a su lado un vehículo de la Policía Municipal de Madrid. “Pensaba que iban a ponerme una multa. ‘¿Qué pasa?’, les dije. ‘Nada don Ramón, queremos hacernos una foto con usted”.

El día del debate fue el último en que coincidió con su amigo Fernando Sánchez Dragó, sentado en la tribuna de invitados. Fue él quien, unos meses antes, le había enviado un enigmático correo electrónico: “Te voy a plantear un asunto importante que tienes que estudiar”. Al día siguiente, lo llamó y le dio la sorpresa de su vida, al proponerle ser candidato de la moción de censura de Vox. Cuando acabó todo, el escritor le llamó por teléfono: “Estaba muy contento. Quedamos a comer. Ya no pudo ser”. Sánchez Dragó murió de un infarto el día 10. En su entierro, Tamames saludó a Abascal, a quien no había vuelto a ver desde la sesión del Congreso.

Asegura que el objetivo de la moción de censura se cumplió “largamente” y que los problemas que planteó (el agua, la vivienda, la lengua) siguen en primer plano de la agenda política. Ahora le da vueltas a la posibilidad de presentar, antes de las elecciones generales, “unas recomendaciones de mínimos democráticos y eficacia por el bien del país”. De momento, su discurso en el Congreso, el texto completo, lleva más de 500 ejemplares vendidos, versión Kindle, a través de Amazon por 4,74 euros.

Pregunta. ¿Se plantea la posibilidad de presentarse a las elecciones?

Respuesta. No he pensado en eso. No he tenido ninguna oferta.

P. ¿Y si alguien se lo pide?

R. Nunca digo de esta agua no beberé.


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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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