Josep Piqué, modernizador de la vida española
Más que el poder le interesaba fortalecer las instituciones políticas y las entidades de la sociedad civil
Era una persona generosa, respetuosa y próxima, con una mente ágil y brillante. Quizá por esto la noticia del fallecimiento de Josep (Pep) Piqué i Camps ha causado tanto impacto y dolor en todos sus amigos, pero también en aquellas personas que, sin conocerle de forma directa, le respetaban y le tenían simpatía. Era muy reconocido allí donde estaba, ya fuese en un acto, en la calle, en una estación de tren o en un aeropuerto. Como ocurría con Ernest Lluch, cuando estabas con él percibías en muchas personas ese afecto en la forma cómo le observaban y, en muchos casos, se acercaban a saludarle cariñosamente.
¿De dónde venía ese reconocimiento y aprecio ciudadano? Pienso que Josep Piqué tuvo la virtud y el acierto de encarnar la modernización de nuestro país en cada una de las etapas de su vida. Como estudiante en la Facultad de Economía de la Universidad de Barcelona, formando parte de una promoción que el profesor Fabián Estapé dijo que era de las más señaladas que había tenido en sus aulas; lo mismo en su etapa profesional y empresarial, en la que fue el primer alto directivo de La Caixa venido de fuera de la organización, durante la dirección de Josep Vilarasau; también mostró ese espíritu modernizador en su paso por instituciones de la sociedad civil, como el Círculo de Economía, que presidió en años complejos de la vida política catalana.
Muere el exministro Josep Piqué
Pero quizá en la etapa de su vida en la que supo encarnar mejor ese espíritu modernizador fue durante su paso por la política gubernamental activa, en los dos Gobiernos de José María Azar. Primero, como ministro de Industria y Energía y portavoz del Gobierno; y después, como ministro de Asuntos Exteriores. Una anécdota que en su momento me contó es expresiva, a mi juicio, de este espíritu de modernización que él supo aportar también a la política española desde el centroderecha.
Era el segundo año del primer Gobierno de Aznar. A la vuelta de un viaje político y comercial por Chile y Venezuela, Pep concedió una entrevista a La Vanguardia. En ella decía que no se veía en política eternamente, algo que fue entendido como un anticipo de su salida del Gobierno. El lunes siguiente le llamó el presidente del Gobierno y le pidió verse en La Moncloa. Pep pensó que iba a llamarle la atención por no habérselo comentado con anterioridad. Pero al llegar, Aznar sacó dos habanos de la caja de puros que le había regalado Fidel Castro. Con ese gesto, Pep supo que no le iba a reprender. Al contrario, a bocajarro le comunicó que iba a nombrarle nuevo portavoz del Gobierno. Pep se resistió diciéndole que no estaba seguro de poder desarrollar bien esa tarea y que, en cualquier caso, él no era afiliado del PP. Aznar le replicó algo así: “Pretendo cambiar la imagen de este partido y de este Gobierno, y tú eres la persona que mejor encarna la imagen de modernidad que quiero promover”.
Su compromiso, desde la etapa universitaria, fue con la libertad y la emancipación de los que sufren privación. Primero desde posiciones de la izquierda moderada catalana de los años setenta; más tarde, desde el pensamiento conservador moderado. Demócrata liberal, no era complaciente con la sociedad y el capitalismo de las últimas décadas. Más que el poder le interesaba fortalecer las instituciones políticas y las entidades de la sociedad civil.
Su responsabilidad al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores, desde abril de 2000 a julio de 2002, le ofreció la oportunidad de adquirir una visión geopolítica global e implementar una política exterior consecuente, que su mente ágil y brillante ha sabido traducir después en libros, artículos y conferencias muy apreciadas. Era un inteligente defensor de los valores occidentales, atlánticos, que trajeron progreso económico y libertad a muchas sociedades. Esos valores estaban presentes en su actividad de los últimos años, como consejero delegado y editor del grupo Política Exterior SA, y como promotor y presidente del Foro La Toja. Vínculo Atlántico.
Llevaba unos años luchando con entereza y voluntad contra una concatenación de calamidades que le debilitaron física, pero no anímicamente. Conversador brillante y respetuoso con las ideas de los demás, no rechazaba invitaciones a participar en conferencias y debates, aun cuando era consciente del esfuerzo que le suponían. Sabíamos de su debilidad, pero también de su entusiasmo y vitalidad. Confiábamos en su ánimo y voluntad para seguir. Hasta ayer.
Hasta siempre querido y recordado amigo Pep. Tu vida ha sido muy valiosa para tu familia, tu entorno y para nuestro país. Nos queda tu legado. Ha sido un privilegio haberte conocido y disfrutar de tu amistad. Descansa en paz.
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