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El bibliotecario que se negó en Rusia a destruir libros LGTBI, desamparado en Galicia sin casa ni ayudas oficiales

Vladímir Kosarevsky pide auxilio porque vive en un albergue de A Coruña del que lo echarán el próximo martes. Nadie le alquila un piso y le han dado cita para tramitar el asilo el 15 de mayo de 2025

bibliotecario ruso
Vladímir Kosarevsky, en la residencia Padre Rubinos de A Coruña.óscar corral
Sonia Vizoso

Vladímir Kosarevsky era hasta hace un mes el director de una de las principales bibliotecas públicas de Moscú y hoy duerme en un albergue de A Coruña que debe abandonar el próximo martes. No tiene adónde ir. Este bibliotecario de 39 años escapó de la capital rusa el 6 de enero después de negarse a destruir libros. Es la orden que le dieron sus jefes tras aprobar el Gobierno de Vladímir Putin una ley que prohíbe toda obra cultural que mencione la homosexualidad. Kosarevsky recibió una lista con los volúmenes que debía desterrar de las estanterías y enviar al patíbulo. La desobedeció. “Destruir libros es fascismo”, se reafirma, sentado en una cafetería coruñesa. Su rebelión desencadenó amenazas de despido, de cárcel y de alistamiento forzoso en el frente de Ucrania: “No me quedó más remedio que marchar”. Ahora se confiesa desesperado porque, sin papeles ni ingresos, nadie le alquila una vivienda y ninguna institución pública ha movido un dedo hasta ahora para ayudarlo.

Kosarevsky pidió cita el pasado 7 de febrero para tramitar su solicitud de asilo. Lo hizo en Ferrol, primera ciudad española que pisó porque conocía allí a dos compatriotas. En la Oficina de Extranjería le han dado fecha para dentro de… dos años: el 15 de mayo de 2025. “Vladímir es un refugiado y además es una persona LGTBI. Se están vulnerando sus derechos humanos y el Estado español debería protegerlo”, defiende Sandra López, presidenta de Les Coruña, la asociación por la visibilidad lésbica que se ha movilizado para ayudar a este ciudadano ruso. Han acudido a la Xunta y al Ayuntamiento coruñés, pero ninguna de estas administraciones ha tomado medidas. “Miran para otro lado”, lamenta López.

La pesadilla de Kosarevsky comenzó incluso antes de tener en sus manos la lista de libros condenados a la quema por el Gobierno de Putin por estar escritos por autores gays o lesbianas o contener personajes con esta orientación sexual. Cuando en diciembre se aprobó la ley rusa que pretende invisibilizar a toda persona que no sea heterosexual, el bibliotecario publicó en sus redes sociales que la norma debía ser derogada por “discriminatoria y perjudicial”. “Ahí ya empecé a tener problemas en el trabajo. Los empleados del Estado se perciben como el ejército de Putin y debemos obedecer órdenes. El que se opone debe callar o marcharse”, explica.

Todo fue a peor cuando llegó la lista negra. Incluía más de 60 títulos de autores como Haruki Murakami, Michael Cunningham, Danielle Steele, Sara Waters, John Boyne, Stephen Fry, Eduard Limonov, Jean Genet, Banana Yoshimoto, Stephen Chbosky o Robert Jones Jr. La orden era destruirlos todos. “Rescaté libros como pude, intenté esconderlos para que no los destruyeran. Nos ordenaron entregar el papel para reciclar”, relata el bibliotecario. Y fue entonces cuando se rebeló: dijo que no, que no pensaba hacer trizas aquellas obras. Sus superiores en el departamento de Cultura del Ayuntamiento de Moscú, del que depende la biblioteca, y también algunos de sus compañeros, le amenazaron con el despido, con multas, con denuncias que lo llevarían a la cárcel y hasta con que sería alistado en el Ejército para luchar en Ucrania.

Sintió “mucho miedo” y se dio cuenta de que tenía que salir urgentemente de Rusia. Pidió una excedencia en el trabajo y un visado para huir a España. El permiso para pisar territorio español no entraba en vigor hasta el 17 de enero, pero no pudo aguantar más: decidió abandonar su país el día 6 para esperar en Armenia. Cuando llegó a Ferrol se alojó de forma provisional en un hostal. Pronto se percató de que en sus circunstancias no habría forma de alquilar un piso. Desesperado, Kosarevsky envió un correo electrónico a la asociación Les Coruña contándoles su situación.

Esta ONG coruñesa, que se ha movilizado para ayudarle junto a la asociación Casco, le ha conseguido una plaza en el albergue Padre Rubinos de A Coruña pero solo para 15 días. El bibliotecario cuenta que el personal de este centro, que da cobijo a personas sin techo, le ha comunicado que debe abandonarlo el 28 de febrero porque solo atienden casos de emergencia social y el suyo no consideran que lo sea. En esta residencia tampoco le han permitido empadronarse, añade la presidenta de Les Coruña, un paso administrativo clave para que este refugiado ruso pueda salir adelante. Kosarevsky ha solicitado a la ONG Accem una plaza en uno de sus pisos para refugiados, pero el plazo para resolver es de tres meses.

El abandono que sufre Kosarevsky fue denunciando el pasado 10 de febrero por Les Coruña ante el pleno del Observatorio Galego contra a Discriminación por Orientación Sexual e Identidade de Xénero, del que forman parte la Xunta, las universidades, los ayuntamientos, los sindicatos y varias ONG. En aquel encuentro, la representante del Gobierno gallego calificó su situación de “dramática”, pero ninguna administración se ha puesto hasta ahora en contacto con él.

Vladimir Kosarevsky, represaliado en Rusia por negarse a retirar libros LGTBI y refugiado en Galicia, en la biblioteca que dirigía en Moscú, en una imagen cedida por él.
Vladimir Kosarevsky, represaliado en Rusia por negarse a retirar libros LGTBI y refugiado en Galicia, en la biblioteca que dirigía en Moscú, en una imagen cedida por él.

El 30 de enero, Kosarevsky fue despedido por WhatsApp. Recibió un mensaje en el que sus jefes le comunicaban que se cancelaba su excedencia. Busca empleo en España. Titulado en Biblioteconomía y con un posgrado en políticas municipales culturales y educativas, ha trabajado en la Biblioteca Anna Akhmatova de Moscú, también conocida como Biblioteca Central número 197, durante 14 años, 7 de ellos como director. El centro, con un fondo de más de 160.000 documentos, tiene 55 años de historia y en 2018 se convirtió en la primera biblioteca “inteligente” de la capital rusa por innovador diseño con tecnologías digitales y realidad virtual.

La web de Tripadvisor aún mantiene la foto de Kosarevsky para ilustrar la información sobre la Biblioteca Anna Akhmatova de Moscú. El canal de Youtube del centro público moscovita muestra el vídeo que su exdirector grabó hace solo dos meses repasando los resultados de su actividad. Él nunca ha ocultado su orientación sexual en su lugar de trabajo y señala que eso ya le había causado algún problema en el pasado. Entre 2013 y 2015, cuando ya estaba en vigor la ley que empezó a amordazar a los homosexuales en su país, colaboró con la Federación de Deportes LGBT de Rusia y organizaba viajes al extranjero de atletas gays. Cuando se enteraron, sus superiores le advirtieron de que “tenía que elegir entre su trabajo o el activismo”, recuerda.

Su activismo le impide volver a Rusia. En cuanto abandonó su país, realizó declaraciones a medios internacionales denunciando la política represiva del Gobierno de Putin contra la comunidad LGTBI. “Allí me espera, como mínimo, la cárcel”, afirma. Está escribiendo un diario personal sobre el vuelco que dio su vida desde que el Ejército ruso invadió Ucrania. Kosarevsky no ha conseguido aún protección internacional en A Coruña, pero sí un refugio que nunca falla: en cuanto puede, se escapa a la biblioteca Ágora, al calor de las estanterías repletas de libros.

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Sobre la firma

Sonia Vizoso
Redactora de EL PAÍS en Galicia. Es licenciada en Periodismo por la Universidad de Santiago. Lleva 25 años ejerciendo el oficio en la prensa escrita y ha formado parte de las redacciones de los periódicos Faro de Vigo, La Voz de Galicia y La Opinión de A Coruña, entre otros. En 2006 se incorporó a El País Galicia.

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