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Luces y sombras en el robo del restaurante Atrio

Un nuevo informe presentado para el juicio reduce el valor de las 45 botellas de vino sustraídas a la mitad: de 1,6 millones a 750.000 euros. El “circo mediático” está servido y la expectación crece

Sylvia Córdoba, la abogada de los dos presuntos ladrones de 45 botellas de vino en el restaurante Atrio, a la salida de la Audiencia Provincial de Cáceres el pasado miércoles. Foto: JERO MORALES (EFE) | Vídeo: EFE
Patricia Ortega Dolz

El valor del vino es relativo. El pasado miércoles, el abogado Rafael Montes, en representación de la compañía de seguros Reale, incorporó un informe de cuatro folios sobre el coste atribuido a las 45 botellas robadas el 27 de octubre de 2021 en el afamado Hotel Restaurante Atrio de Cáceres. El perito, Roberto Nebreda, que firma el documento para el juicio, las valora en algo más de 750.000 euros, la mitad de los 1,6 millones que estimaron en su día los gestores del establecimiento, el chef Toño Pérez y su pareja, José Polo. La cantidad establecida por el perito —especializado en “incendios y riesgos diversos”, según su perfil de LinkedIn— se corresponde curiosamente con el montante de la indemnización cobrada por los afectados, pero ¿cuánto vale “realmente” el vino sustraído?

“La cantidad de 1,6 millones es lo que se estimó de acuerdo al precio que esos vinos tenían en la carta del restaurante”, resolvió el abogado Montes al ser preguntado por la llamativa diferencia de precios el pasado miércoles a la salida del juzgado. La carta de vinos, de “400 páginas con ilustraciones del fotógrafo y cineasta Joaquín Cortés”, se presenta como uno de los atractivos de Atrio, junto con la visita a su bodega, entre sus “ofertas especiales”.

Por su parte, los gestores de Atrio, que además se retiraron como acusación particular de la causa en cuanto cobraron el dinero del seguro y que acudirán al juicio, previsto para los próximos días 27 de febrero y 1 de marzo en la Audiencia Provincial de Cáceres, en calidad de testigos, no quieren hablar más del asunto: “Fue muy doloroso, no queremos darle más vueltas, ni hacer valoraciones”, dice el chef, Toño Pérez. “Ahora estamos muy felices con la ampliación del hotel Atrio y con la fundación cultural que hemos creado”, añade. Por la sala de vistas está previsto que desfile más de una veintena de personas, entre empleados, los propietarios del establecimiento, policías, peritos y los propios acusados.

La espectacularidad del robo y la excepcionalidad de los objetos robados (unas botellas que no han sido encontradas y entre las que había un Chateau d’Yquem de 1806 con un precio en carta de 150.000 euros), junto al hecho de que los presuntos ladrones sean una curiosa pareja, ha llevado aparejada una atención mediática extraordinaria. Ella, Priscila Guevara, es una exmiss mexicana de 29 años licenciada en Filosofía y estudiante de Arte Dramático en Madrid, que trabajaba cuidando niños: Él, Constantín Dumitru, es un ciudadano rumano-holandés con antecedentes policiales y veinte años mayor que ella, y que trabajaba limpiando cristales colgado de los más altos edificios de la capital. El revuelo suscitado en los medios en torno al robo ha supuesto también una innegable publicidad extra para el negocio, vapuleado como todos por los años de la pandemia. La expectación creada en torno al juicio ha congregado incluso a medios extranjeros.

Guevara y Dumitru, presuntos autores materiales del robo, siguen su historia de amor entre rejas, ya que llevan en prisión preventiva en la cárcel de Cáceres por “riesgo de fuga” desde que fueron interceptados el pasado 19 de julio en su coche en el paso fronterizo de Eslovenia hacia Croacia, nueve meses después del atraco. Según el relato de la acusación, tras cenar en el restaurante y visitar la bodega, la pareja subió a su habitación (la 107) y esperó hasta la madrugada cuando Guevara, supuestamente registrada en el hotel con un DNI suizo a nombre de Mirka Golubic, llamó al recepcionista para pedirle algo de comer y entretenerlo, a sabiendas de que estaba él solo a cargo de todo el establecimiento. Fueron esos momentos los que, supuestamente habría aprovechado Dumitru (que nunca llegó a estar registrado en el hotel) para coger de la recepción la tarjeta electrónica que facilitaba el acceso a la bodega y llevarse las 45 botellas. Después, presuntamente las envolvieron en toallas y sábanas del hotel y las metieron en tres mochilas para salir finalmente a pie del establecimiento al alba. La Fiscalía pide 4,5 años de prisión para cada uno por un delito de “robo con violencia”. La defensa, por su parte, intentará convencer al tribunal de que, si fuesen ellos los autores del robo (ya que las pruebas de ADN han acreditado que estuvieron los dos hospedados allí esa noche y las cámaras les grabaron por los pasillos y saliendo del hotel), podría tratarse de “un simple hurto”, ya que no se ha demostrado que forzasen ninguna puerta, “pudieron coger lo que estaba a su alcance sin más”, apunta la abogada Sylvia Córdoba.

Pérez y Polo, tras superar la conmoción, han logrado su tercera estrella Michelin, están acometiendo una importante ampliación de su hospedaje con la adquisición de otro palacio en la misma plaza de San Mateo, en el corazón del casco histórico de la monumental ciudad, y han creado una fundación: “Estamos haciendo cosas preciosas, hemos puesto profesores de música en los colegios de la ciudad...”, dice Pérez, que invita a conocer su proyecto más a fondo, pero que rechaza comentar nada relativo a las consecuencias del robo. “No nos apetece decir nada, es como cuando se te muere alguien y unos te sacan las cosas negativas y otros las positivas. Para nosotros es tremendamente doloroso. Hemos puesto en marcha una fundación, se han rehabilitado unos edificios. Del robo es todo negativo, fue muy doloroso, era algo de Jose, que había hecho a lo largo de su vida, pero no queremos participar de este circo mediático, doloroso y molesto, que nada tiene que ver con la magia del mundo del vino, ni con las extraordinarias piezas que se llevaron”, concluye.

Según los enólogos consultados, en el precio del vino hay valores objetivos y fácilmente cuantificables como pueden ser el precio de la uva, los costes de la producción y crianza, la denominación de origen (más o menos conocida), el formato de la botella... Y después otros más subjetivos y difícilmente valorables, como la singularidad del vino (su exclusividad o unicidad y su historia o leyenda aparejada), como ocurría con las botellas de Atrio, que aparte de pertenecer a ediciones limitadas, tenían siglos de historia detrás. Los márgenes pueden ampliarse tanto como el comprador esté dispuesto a pagar o como el vendedor quiera establecer, del mismo modo que puede ocurrir con una obra de arte.

Estos días Cáceres es de nuevo un hervidero de corrillos y comentarios en torno al que promete ser el juicio más mediático acaecido en la ciudad. Son muchas las preguntas que siguen en el aire, aparte del valor real de los vinos: ¿Por qué no había cámaras en una bodega con piezas tan caras? ¿Por qué solo había un empleado para todo el hotel por la noche? ¿Cómo hicieron para sacar 45 botellas de la bodega, envolverlas y llevárselas? ¿Cómo se puede saber a ciencia cierta que son 45 exactamente las botellas sustraídas y no más o menos si tan solo hay un registro manual de la bodega? Y, sobre todo: ¿Dónde están esas botellas?


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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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