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Europa carece de un criterio común sobre el cordón sanitario a los ultras

En Francia, Bélgica o Alemania existe una separación política clara contra la extrema derecha, mientras que en Italia, sin embargo, esta ha formado parte de gobiernos

El País
Ultraderecha Europa
Seguidores del grupo de extrema derecha Aurora Dorada en Atenas, en octubre de 2014.Yannis Kolesidis/AP Photo

Cada vez que la extrema derecha asciende en Europa y tiene la posibilidad de tocar poder, como ocurre ahora en Castilla y León con la aspiración de Vox de entrar en el Gobierno regional, brota el debate sobre si debe tenderse o no un cordón sanitario o cordón democrático que rodee y aísle a los ultras de la gobernanza. La expresión designa la política de acuerdos entre partidos para impedir el acceso al poder de otro partido o ideología incompatibles con sus valores. Es un debate recurrente e inconcluso en España, que no ofrece dudas en países como Francia, Bélgica o Alemania, aunque en otros como Italia no hay problemas en incluir a La Liga de Matteo Salvini y algunos de sus acólitos en el Gobierno. Esta es la situación en los países del entorno de España donde ya se ha debatido, ejecutado o descartado el cerco a la la ultraderecha.

Francia. Un aislamiento estricto desde los años ochenta

El candidato de la extrema derecha a las presidenciales francesas, Eric Zemmour, en un acto de campaña el pasado mes de diciembre.
El candidato de la extrema derecha a las presidenciales francesas, Eric Zemmour, en un acto de campaña el pasado mes de diciembre.CHRISTIAN HARTMANN (Reuters)

El debate en Francia sobre el cordón sanitario a la extrema derecha se abrió cuando, en los años ochenta, el Frente Nacional (FN) de Jean-Marie Le Pen irrumpió en Francia como fuerza política de peso. La derecha tradicional, tras algunos titubeos, optó por rechazar acuerdos con los ultras. La izquierda participó en este aislamiento apoyando a candidatos de la derecha cuando era necesario para evitar el acceso del FN al poder. El cordón, que en este país recibe el nombre de frente republicano, se ha aplicado a la extrema derecha, nunca a la extrema izquierda.

El sistema de elección en dos vueltas, en el que se clasifican para la segunda los candidatos más votados en la primera, facilita el cordón sanitario. Cuando un candidato de la extrema derecha se clasifica para la segunda vuelta, es habitual que izquierda y derecha se unan para impedirle ganar. Sucedió en las presidenciales de 2002, cuando toda la izquierda votó al derechista Jacques Chirac para derrotar a Le Pen. Y de nuevo en 2017, cuando la hija de Jean-Marie, Marine, competía en la segunda vuelta contra el centrista Emmanuel Macron.

Éric Zemmour, candidato ultra a las presidenciales del próximo abril en competición con Marine Le Pen, intenta ahora romper ese aislamiento apostando por hacer caer el muro que separa a la derecha tradicional de la extrema derecha.

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Reagrupamiento Nacional, partido heredero del FN, solo tiene seis diputados en la Asamblea Nacional, ningún Gobierno regional y una decena de pequeñas ciudades o pueblos.

Alemania. El veto que acabó con la sucesora de Merkel

El candidato de AfD Tino Chrupalla habla con su compañera de partido Beatrix von Storch, en el Parlamento alemán, el 17 de febrero.
El candidato de AfD Tino Chrupalla habla con su compañera de partido Beatrix von Storch, en el Parlamento alemán, el 17 de febrero.MICHELE TANTUSSI (REUTERS)

El partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD) está completamente aislado. El cordón sanitario en este país no consiste solo en que las otras fuerzas políticas alemanas rechacen incluirles en una coalición; es que ni se sientan a hablar con ellos. Ni se negocia con AfD ni se usan sus votos para facilitar gobiernos regionales.

Desde que la formación entró por primera vez en el Parlamento alemán, en septiembre de 2017, con el 12,6% de los votos, solo se ha producido una brecha, que se llevó por delante la carrera política de la entonces secretaria general de la CDU, Annegret Kramp-Karrenbauer, designada por Angela Merkel para ser su heredera. Ocurrió en las elecciones del Estado oriental de Turingia en 2020: el candidato liberal fue elegido con los votos de la CDU de Merkel y los de AfD. El escándalo fue tal que el flamante primer ministro, Thomas Kemmerich, apenas duró 24 horas en el cargo. Dimitió tras el terremoto que causó en todo el país el hecho de que, por primera vez en la historia alemana desde la posguerra, un presidente regional se beneficiara de los votos de la extrema derecha.

AfD es el único partido con representación parlamentaria al que se impone ese aislamiento. Los poscomunistas de Die Linke (La Izquierda) lideran Gobiernos regionales (Turingia) o forman parte de ellos (Berlín, Bremen) con toda normalidad y nadie pone en duda su compromiso con los valores democráticos. AfD, en cambio, está bajo vigilancia de los servicios secretos internos alemanes, que consideran a la formación un peligro para la democracia.

Italia. Partidos con una larga trayectoria institucional

Matteo Salvini, en una rueda de prensa el 17 de febrero en Roma.
Matteo Salvini, en una rueda de prensa el 17 de febrero en Roma.DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)

Los partidos italianos no han sometido a las formaciones consideradas de ultraderecha a ningún tipo de aislamiento. El principal motivo es que los dos partidos que en el resto de Europa podrían encontrarse en esa franja ideológica —la Liga y Fratelli d’Italia— son dos de las formaciones más antiguas del país y con una larga trayectoria en las instituciones. En general, no son percibidas como formaciones radicales a las que hay que aislar: ni por los ciudadanos ni por el resto de partidos. De hecho, hoy suman más del 40% de la estimación de voto. Lo mismo sucede con el Movimiento 5 Estrellas, con quien el Partido Democrático ha creado una alianza para concurrir en coalición a las próximas elecciones.

La Liga, el partido que preside Matteo Salvini y que forma hoy parte del Ejecutivo de Mario Draghi con tres ministros, lidera la coalición de centroderecha que gobierna en 12 de las 20 regiones del país y que conforma con Fratelli d’Italia y Forza Italia (en el grupo de los Populares en Europa). El partido es hoy la evolución de la antigua Liga Norte, que abogó durante muchos años por la independencia de la Padania —un territorio político imaginario— y que Silvio Berlusconi integró en sus ejecutivos.

Fratelli d’Italia es un partido nacido de los rescoldos de grupos posfascistas, como el Movimiento Social Italiano, y de la Alianza Nacional de Giancarlo Fini. Cuando este renunció explícitamente al fascismo, el partido fue integrado sin problemas en el Parlamento y formó parte también de uno de los gobiernos de Berlusconi.

Grecia. De sorpresa política a organización criminal

Simpatizantes del partido ultraderechista Aurora Dorada celebran el resultado electoral de su partido el 1 de octubre de 2019.
Simpatizantes del partido ultraderechista Aurora Dorada celebran el resultado electoral de su partido el 1 de octubre de 2019.SAKIS MITROLIDIS (AFP)

Grecia acabó con la amenaza que para la política y la sociedad helenas suponía el partido Aurora Dorada gracias al vacío institucional y una implacable persecución judicial, que acabó metiendo en la cárcel a su cúpula y estableció, en 2020, que la formación que en 2015 se había convertido en tercera fuerza del Parlamento no era un partido al uso sino una organización criminal.

Surgido como respuesta a los estragos que la austeridad había hecho en el país, Aurora Dorada —un partido neonazi, xenófobo y anti-UE— dinamitó un bipartidismo de décadas con su entrada en el Parlamento en 2012 (21 escaños) y con su consagración como tercer partido tres años después. Su tirón electoral acabó desinflándose en las elecciones de 2019, en las que no obtuvo un solo escaño. Tan fulgurante como su auge fue su desaparición.

Al cordón sanitario establecido alrededor del grupo parlamentario contribuyó el historial de algaradas e intimidación que desde sus escaños desplegaron los miembros de Aurora Dorada. En paralelo a una investigación penal por el asesinato de un rapero antifascista en 2013, perpetrado por uno de sus miembros, la Cámara cortó la subvención y luego retiró la inmunidad a varios de sus diputados. Los líderes del partido nunca fueron recibidos por el presidente de Grecia.

Aurora Dorada es una anomalía en la extrema derecha europea y también en las manifestaciones populistas derivadas de la crisis en Grecia, como Griegos Independientes (primer socio del izquierdista Syriza) o Solución Griega, que dio la sorpresa en 2019 con 10 escaños.

Portugal. Un debate reciente con la llegada del populismo

André Ventura, del partido Chega, en una manifestación el pasado enero en Lisboa.
André Ventura, del partido Chega, en una manifestación el pasado enero en Lisboa.Nuno Cruz / Getty

La convivencia con la extrema derecha es un fenómeno nuevo en Portugal, que había permanecido como una isla libre de populismos en el mapa europeo hasta que en 2019 se fundó el Chega. Llegó tarde pero su ascenso es meteórico. En las últimas elecciones, celebradas el pasado 30 de enero, se convirtió en la tercera fuerza parlamentaria, al pasar de uno a 12 escaños. Su líder es André Ventura, abogado y comentarista de televisión que militó en la derecha moderada del Partido Social Demócrata (PSD) hasta 2019.

El primer ministro, el socialista António Costa, ha decidido que mantendrá un cordón sanitario respecto a los ultras. Su primer gesto ha sido la exclusión de Ventura de la ronda de consultas con los partidos para preparar la nueva legislatura, aunque ha diferenciado estas entrevistas de las audiencias institucionales en las que sí incluirá al Chega.

En la prensa portuguesa se ha debatido en estas semanas sobre la mejor estrategia para relacionarse con la formación ultra, que tendrá derecho a presidir alguna comisión parlamentaria y a proponer un candidato para la vicepresidencia de la Cámara. Hay voces que alertan del riesgo de dar espacio a los extremistas, y otras que desaconsejan su marginación. El sociólogo António Barreto escribió en el diario Público: “Los partidos radicales de derecha y de izquierda nunca han construido la democracia. Pero la democracia es el régimen de todos ellos”. Barreto considera que el Chega invoca problemas reales, como la corrupción, el nepotismo o la burocracia, aunque proponga soluciones “fantasmagóricas”.

Países nórdicos. Ascenso en Suecia, horas bajas en Dinamarca

El candidato de la extrema derecha, Jimmie Åkesson, celebra en octubre de 2019 el resultado de las elecciones en las que su partido, los Demócratas Suecos, obtuvo el 5,7% de los votos.
El candidato de la extrema derecha, Jimmie Åkesson, celebra en octubre de 2019 el resultado de las elecciones en las que su partido, los Demócratas Suecos, obtuvo el 5,7% de los votos.

El cordón sanitario que se formó en Suecia cuando la ultraderecha llegó al Parlamento en 2010 se ha resquebrajado en los últimos meses. Los Demócratas Suecos (DS) —un partido con raíces neonazis que encabezó los últimos sondeos prepandémicos—lograron en noviembre que se aprobaran los Presupuestos que presentaron junto con el Partido Moderado y los cristianodemócratas, las dos principales formaciones conservadoras de la oposición. DS afronta las elecciones del próximo septiembre en una situación inédita: el resto de la oposición de derechas ha asumido que tras los comicios será casi imposible formar gobierno sin su apoyo. En 2020, los Moderados reiteraron hasta la saciedad que jamás formarían una coalición con DS; hace unos meses, su líder, Ulf Kristersson, lo definió como “una fuerza constructiva”. Las últimas encuestas en el país escandinavo sitúan a DS en tercera posición, con en torno al 20% de los apoyos, muy cerca de los Moderados y a unos nueve puntos porcentuales de los socialdemócratas. Jimmie Åkesson, de 42 años y al frente de DS desde 2005, ha dejado caer que le interesa la cartera de Justicia.

En Dinamarca, por el contrario, la principal formación de extrema derecha atraviesa sus horas más bajas. Después de apoyar externamente a cuatro Gobiernos conservadores en las últimas dos décadas, el Partido Popular Danés (PPD) mantiene un respaldo de en torno al 5% de los electores daneses —frente al más del 20% de los votos que obtuvo en 2015—. Además, otro partido del mismo espectro ideológico, La Nueva Derecha, tiene un apoyo muy similar al del PPD, según los últimos sondeos. Sin embargo, el discurso antiinmigración con el que se amplió su base el PPD a principios de siglo ha sido asimilado por gran parte del arco parlamentario.

La situación en Suecia y Dinamarca difiere de la de Noruega, Finlandia y Estonia. En esos tres países, la ultraderecha ha tocado poder en el último lustro y hoy está en la oposición. Y en todos los casos, el Ejecutivo de coalición con miembros de formaciones radicales ha acabado dinamitado antes del fin de la legislatura.



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