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Afiliados del PP debaten sobre la crisis interna: del “bochorno” de los primeros días al “alivio” por el próximo congreso

Los militantes reunidos por EL PAÍS coinciden en dar libertad a los barones para pactar, pero difieren en cómo deben relacionarse con Vox

Iker Vega
A la izquierda, Almudena Gómez, y Eduardo López, a la derecha, ambos militantes del partido Popular, en la puerta de la sede del Partido Popular en Madrid.
A la izquierda, Almudena Gómez, y Eduardo López, a la derecha, ambos militantes del partido Popular, en la puerta de la sede del Partido Popular en Madrid.Víctor Sainz

En apenas dos semanas, el Partido Popular ha sufrido una guerra interna y pública que ha desembocado en la marcha forzada de su líder, Pablo Casado, la convocatoria de un congreso extraordinario para elegir al próximo presidente de la formación, y la candidatura oficial a dicho puesto del presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. EL PAÍS ha reunido a cinco militantes de base del PP de Andalucía, Galicia, Madrid y Castilla-La Mancha para que debatan y expresen —desde fuera de altos cargos de responsabilidad— cómo vivieron aquellos días de crisis furiosa y cómo afrontan el futuro del partido. Desde el “bochorno” de los primeros días de trifulca orgánica hasta el “alivio” por la convocatoria del congreso nacional.

La guerra abierta y la salida forzada de Casado

“Impotencia”, “vergüenza”, “decepción” o “ansiedad”. Son las palabras que usan los militantes para describir cómo han vivido “el momento en el que estalló todo”, como se refiere Mariña Prego al cruce de acusaciones de espionaje y corrupción entre Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, y Pablo Casado. La militante gallega, de 22 años y que estudia el máster de acceso a la abogacía, asegura que la incertidumbre cubrió aquellos días. “Tuve la sensación de que todo el mundo estaba sacando los trapos sucios del partido”, continúa, y considera que Casado “tuvo errores, pero también aciertos”. Alejandro Núñez, de 34 años y también gallego, admite haber vivido estas semanas con “rabia e indignación”. En las primarias de hace tres años eligió a Casado como líder: “Me devolvió la ilusión de la primera vez que pegas un cartel”, afirma. Núñez asegura que el partido necesitaba entonces una regeneración y admite que aún no entiende muy bien lo que internamente ha provocado “todo esto”, a lo que Prego asiente.

José María Cervilla, de 27 años y doctorando en Dirección de Empresa en el Puerto de Santa María (Cádiz), se muestra más crítico con Casado: “Elegir a un presidente en primarias no es darle una carta blanca para dejarle hacer lo que quiera”. Y añade: “Quien crea que lo que ha pasado se circunscribe a la problemática con Ayuso, se equivoca”. Almudena Gómez (53 años), analista financiera en Madrid, concuerda: “Al final lo que importa es el proyecto, estas cosas, para la gente que no vive eso desde dentro, no tienen tanta relevancia (...) Buscamos solidez”. “El problema de Casado no ha sido Teodoro García Egea [el ex secretario general], que muy joven, se ha echado el partido a la espalda, sino quienes le acompañaban de Nuevas Generaciones”, apunta Eduardo López, economista de 33 años, nacido en Ciudad Real y residente en Madrid.

Cervilla, considera que entre la militancia se “arrastraba un sentimiento de que con Pablo Casado” les iba a “costar algo más llegar a La Moncloa”. “En la sesión de control al Gobierno del miércoles anterior [al estallido de la crisis] Pablo Casado habló de cuestiones políticas que interesan poco a la ciudadanía, mientras otros partidos [en referencia a Vox] preguntaron por el precio de la luz. Nos dio a entender que perdía la conexión con los problemas de la gente”. De los cinco, es el único que asegura haber vivido con “alegría y oportunidad” la caída de la cúpula del PP; y señala que la victoria en Castilla y León en las elecciones anticipadas del 14 de febrero, “no supo tan bien como se esperaba”.

La llegada de Feijóo

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Los gallegos sacan a relucir una especial ilusión por el posible liderazgo de Feijóo. Es el resultado de arrastrar cuatro mayorías absolutas y haber dejado a fuerzas como Vox y Unidas Podemos sin representación en el Parlamento gallego. “Con él podemos demostrar que tenemos un candidato con mucha experiencia y gestión detrás. Me devuelve la ilusión de creer en un proyecto. Es lo que importa ahora”, afirma Mariña Prego. “Se le ha tachado de nacionalista, pero gana las elecciones. (...) Desde Génova, antes se dictaba a los líderes qué hacer. Pero Feijóo juega en otra liga y entiende que España no es Madrid y hay singularidades”, afirma López, que atribuye a su capacidad de gestión el haber “parado a todos”.

“El éxito de Moreno Bonilla (presidente de Andalucía), Feijóo o Ayuso es por dejarles gobernar y delegar en personas con conocimiento, como el consejero de Sanidad madrileño, Enrique Ruiz Escudero”, considera López. Todos los afiliados creen que Feijóo dará libertad de maniobra a los líderes territoriales para pactar sus gobiernos, algo que consideran necesario, en comparación con los años de gobernanza interna de Casado.

Precisamente por la singularidad de cada territorio, el andaluz Cervilla se muestra “reticente” con el liderazgo de Feijóo, y duda de su capacidad para atraer al votante de Vox: “Puede ser un buen presidente, pero no va a tener un camino de rosas ni va a tener un reconocimiento e ilusión nacional en el votante de la derecha como para formar Gobierno él solo”. Este afiliado señala que “Galicia no es Andalucía ni es Madrid”. “Las cosas pueden funcionarte en un sitio y no en otros, sin embargo, Vox parece que siempre tiene fuerza”, concluye. El estudiante señala que el líder gallego debe “ensanchar el partido como hizo Aznar” e incluir perfiles más moderados y más conservadores, y añade: “Si hace como Rajoy...”

Todos son partidarios de que el líder nacional sea elegido en unas elecciones primarias —en caso de presentarse competencia—. Almudena Gómez, que también apoya la candidatura del líder gallego, apunta a la moderación como forma de evitar que haya votos que recalen en el PSOE: “La gente ve a Vox como una formación exaltada y eso moviliza a votar al PSOE. Piensan: “vamos a votarles porque el Partido Popular está dudoso con el extremo”. La analista financiera cree que transmite el pensamiento de que “con él, no hace falta Vox”.

Pactar con Vox

Tan solo Mariña Prego rechaza cualquier pacto con la ultraderecha: “Me afilié al Partido Popular precisamente para defender que Vox no es el PP”. Además, señala que en Castilla y León tampoco han obtenido un resultado “como para exigir”: “Ideológicamente no somos lo mismo”. En cambio, José María Cervilla sí les atribuye cierta afinidad en este aspecto: “Nos recuerdan determinados aspectos políticos y sociales que son importantes”. Prego insiste en que precisamente es ese punto “en el que más” se diferencian ambos partidos, y critica el discurso “populista” de la formación liderada por Santiago Abascal al “negar la violencia de género” o “meterse con los menores no acompañados”.

El andaluz Cervilla también defiende los pactos con Vox para demostrar que “la grandilocuencia no gestiona ministerios ni consejerías”. También atribuye a la extrema derecha una posición de ventaja respecto al PP: “Son capaces de atraer un voto que el PP no puede atraer y nunca va a hacerlo porque no entran en el mismo espacio político”. Además, asegura que el pacto es la única forma de conseguir una “mayoría social” de derechas. Alejandro Núñez, en concordancia con su paisana Prego, califica a la ultraderecha de “populismo puro y duro. Argumentos, ninguno”. A pesar de ello, no rechaza pactar con ellos y parafrasea a Ayuso: “Prefiero pactar con el partido de Ortega Lara, que con Bildu”.

El castellanomanchego Eduardo López coincide en su respuesta con su compañera gallega: “Depende del momento y de qué pida Vox”. Asegura, no obstante, que Iván Espinosa de los Monteros lo haría “genial” como ministro de Exteriores; “de vicio”, insiste. La madrileña Almudena López tampoco rehúye el pacto del todo, pero advierte. “Eso de que me da igual en qué ministerio entren, tiene sus repercusiones...”, asegura riendo, y cree que deberían tener un “espacio limitado”. “Esto tiene que ser como en las parejas. Tú limpias, pero yo soy quien cocina”, concluye.

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