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Presos de la cárcel de Lugo se muestran en un vídeo consumiendo droga y con objetos prohibidos

Instituciones Penitenciarias sanciona a los reclusos y abre una investigación interna para determinar la posible dejadez de funciones de los trabajadores

En vídeo, estas son las imágenes grabadas por los reclusos de la prisión de Monterroso (Lugo).
Óscar López-Fonseca

Al menos siete reclusos del Centro Penitenciario de Monterroso (Lugo) han participado en la grabación clandestina de dos vídeos dentro de la prisión en el que se les ve consumir droga y presumen de tener objetos prohibidos, como una tatuadora y el teléfono móvil con el que captan las imágenes. Tras difundirse los vídeos en redes sociales, Instituciones Penitenciarias ha abierto una investigación interna para determinar si la presunta dejadez de funciones de algunos trabajadores que propició la grabación, según confirman fuentes del Ministerio del Interior, que han declinado facilitar más información. Otras fuentes penitenciarias añaden que los presos, que en todos los casos menos uno aparecen a cara descubierta, ya han sido identificados y sancionados. En el registro de sus celdas se han localizado los objetos que portaban en la grabación. En la prisión lucense hay en la actualidad cerca de 200 internos.

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Estas mismas fuentes confirman que las imágenes fueron grabadas la semana pasada en la llamada “sala de día” de uno de los módulos de la cárcel de Monterroso, donde los presos realizan actividades o ven la tele bajo la vigilancia de, al menos, un funcionario de prisiones. En el primero de los vídeos, que tiene una duración de 3 minutos y 44 segundos, un interno critica, precisamente, que en ese momento no haya en la sala ningún trabajador de la cárcel. “Cobrando mil y pico pavos [euros], trabajan 48 horas seguidas y luego descansan el resto de la semana. [...]. Mira, por aquí no hay ni Dios”, señala el recluso que graba las imágenes mientras muestra a otro interno sentado en una mesa “afilando algo” y otro haciendo un gran tatuaje en la espalda de un tercero con una máquina, cuya posesión está prohibida dentro de la cárcel. “Los tatuajes son más baratos [que en la calle]. Cobran una papela [dosis de heroína]”, asegura otro de los internos en la grabación.

En el vídeo, el recluso también se queja de la supuesta falta de talleres ocupacionales para los internos de su módulo, algo que niegan los funcionarios de la prisión consultados. Según este interno, “no hay otra forma de pasar el tiempo”, a la vez que señala lo que denomina como “mesa de póker, que no hay mesa ni nada, que es una puta papelera” y las sillas para ver la “mierda” de televisión. Tras la entrada de otros dos internos, a los que describe como “georgianos” y a los que saluda con la frase “honor, salud y libertad hasta la muerte”, se acaba la grabación.

El segundo vídeo, de 2 minutos y 46 segundos de duración, parece grabando instantes después y en él aparecen hasta siete presos que aparecen sentados alrededor de la mesa que han improvisado para jugar a las cartas. Varios reclusos son los mismos que aparecían en el primero. En esta ocasión, las imágenes muestran sobre la mesa una docena de cápsulas de fármacos inicialmente destinados a reclusos enfermos, pero que supuestamente han sido desviados para el tráfico clandestino. En el vídeo los reclusos presumen de su tenencia y empiezan a vaciar su contenido en un vaso de plástico en el que luego vierten un refresco de cola. El contenido es inmediatamente después bebido entre todos. “Es un cóctel molotov para que ustedes se lo gocen”, dice uno de los internos, mientras otros dice que “así se mueren los chavales en la cárcel”. Varios de ellos sacan la lengua y muestran en ella otras cápsulas.

Fuentes penitenciarias reconocen que las imágenes reflejan graves fallos de seguridad y supuestos errores de vigilancia. Y destacan que las terminales de telefonía móvil, como la utilizada para grabar los videos, son uno de los objetos clandestinos más cotizados entre los presos. En 2019, último año del que existen datos oficiales, los funcionarios de prisiones intervinieron dentro de las cárceles 2.672 de estos dispositivos, siete al día. Esta cifra dobló el número de los requisados en 2017, cuando fueron 1.383. El pasado mes de diciembre, y días después de la fuga de dos reclusos de la prisión madrileña de Valdemoro, Interior impartió instrucciones para reforzar las medidas de seguridad dentro de las cárceles para impedir, entre otras cosas, que los reclusos tuvieran en su poder objetos prohibidos.

El documento recordaba a los responsables de las prisiones y los funcionarios la necesidad de aplicar “de la manera más rigurosa y efectiva posible” los registros, con cacheos integrales, en aquellos reclusos sospechosos de traficar o consumir drogas cada vez que celebren una comunicación vis a vis (con contacto físico entre el recluso y sus familiares) o reingresen tras disfrutar de un permiso de salida. Además pedía organizar la dispensa de medicamentos a los presos enfermos para evitar que estos fueran desviados al tráfico dentro las cárceles. Interior también ordenaba extremar la seguridad en los patios, comedores, salas de televisión y otros espacios comunes, que deben ser revisados por los funcionarios antes y después de que lleguen a ellos los reclusos.


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Sobre la firma

Óscar López-Fonseca
Redactor especializado en temas del Ministerio del Interior y Tribunales. En sus ratos libres escribe en El Viajero y en Gastro. Llegó a EL PAÍS en marzo de 2017 tras una trayectoria profesional de más de 30 años en Ya, OTR/Press, Época, El Confidencial, Público y Vozpópuli. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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