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El síndrome de abstinencia agita las cárceles

El precio de la droga se dispara en el mercado negro tras el aislamiento y eleva la tensión entre los reclusos

Óscar López-Fonseca
Entrada al Centro Penitenciario de Sevilla I.
Entrada al Centro Penitenciario de Sevilla I.PACO PUENTES

La decisión del Ministerio del Interior de aislar las cárceles para evitar la expansión del coronavirus ha provocado un descenso drástico del tráfico clandestino de drogas en su interior y el consiguiente incremento del precio de las mismas, según confirman a EL PAÍS varias fuentes penitenciarias. Las principales consecuencia de todo ello han sido hasta ahora altercados y riñas entre presos, muchos de ellos con el síndrome de abstinencia, que han causado “situaciones delicadas en algunas cárceles, pero que se han controlado”, señalan estas mismas fuentes.

La causa última de la disminución brusca en la cantidad de droga dentro de las prisiones ha sido la decisión de Instituciones Penitenciarias de suspender, mientras dure la alarma sanitaria, las visitas de familiares y amigos (incluidos los encuentros con contacto físico o vis a vis) a los reclusos, además de los permisos de salida que disfrutan algunos internos. Ambas son consideradas las principales vías de entrada de estupefaciente dentro de las prisiones. Como consecuencia de ello, la bellota de hachís, que antes costaba una media de 100 euros, ha pasado a pagarse a 150 euros o más en algunas cárceles, según trabajadores penitenciarios. Lo mismo ha ocurrido con el pollo (gramo) de cocaína, que de 60 euros ha subido hasta los 90 e, incluso, los 100 euros.

La falta de droga en las prisiones ha llevado a los delincuentes a recurrir a otros sistemas más burdos para intentar introducir estupefacientes y objetos prohibidos, como teléfonos móviles, en prisión. Así, el pasado martes, los funcionarios de la cárcel de Cuenca localizaron en uno de los patios una zapatilla y un paquete envuelto en una prenda de lana que habían sido lanzados desde el otro lado del muro, y que contenían hachís y un teléfono móvil con dos cargadores, según detallan fuentes penitenciarias.

En los últimos años, las cifras de incautaciones de estupefacientes dentro de las cárceles se han incrementado a pesar de que el número de presos ha descendido de manera significativa: de 4.500 intervenciones de droga en 2012 se ha pasado a más de 5.100 en 2018 a pesar de que había 10.000 reclusos menos. En 2019, se intervinieron en prisión cerca de 3.500 psicotrópicos; 30 kilos de cannabis y 417 gramos de heroína, según una reciente respuesta del Portal de Transparencia. En ese mismo periodo, 53 reclusos fallecieron por reacción adversa a las drogas.

Por ello, el pasado diciembre, Instituciones Penitenciarias lanzó una campaña que buscaba sensibilizar a los visitantes del riesgo que para sus familiares presos suponen las drogas, además de las consecuencias penales que para ellos mismos tendrán si son descubiertos intentando introducirla. Lo hizo tras constatar que uno de cada cinco reclusos fallecidos por sobredosis se acababa de comunicar con sus familiares o regresaba de un permiso. Significativamente, desde el inicio de las restricciones en las cárceles por la crisis de coronavirus no se ha registrado ningún fallecimiento por sobredosis, destacan fuentes penitenciarias.

Sin dinero en el peculio

En los incidentes entre presos por la disminución de la droga y su encarecimiento también ha contribuido la falta de dinero que han empezado a sufrir algunos presos a consecuencia de las medidas para frenar el coronavirus. A pesar de que se puede hacer por transferencia o giro, muchas familias aprovechaban sus visitas a las prisiones, ahora suspendidas, para ingresar dinero en las cuentas de peculio de los presos. Este es un depósito monetario con restricciones con el que los internos hacen frente mediante una tarjeta a gastos como la compra de productos en el economato o las llamadas telefónicas, pero también para trapichear con ellas a cambo de productos ilegales.

“Ahora esos ingresos no se están haciendo y las deudas entre presos, principal causa de conflicto, se están incrementando”, detalla un funcionario de prisiones. Otra fuente penitenciaria destaca que el pasado miércoles un interno de la cárcel de Jaén dio un puñetazo a un trabajador del centro para conseguir ser trasladado a otro módulo de la prisión y, así, no tener que compartir espacio con otro recluso al que debía dinero. El jueves, un recluso conflictivo provocó un incidente en el patio de la cárcel gaditana de Puerto III porque aseguraba que le habían robado la tarjeta del economato. El incidente se saldó con sendas agresiones a dos funcionarios y el recluso y otros seis presos que le alentaron, en el módulo de aislamiento.

Con ese dinero, los reclusos también deben hacer frente al cupo de 10 llamadas que pueden hacer semanalmente a familiares y que ahora Interior ha incrementado hasta 15 para compensar la suspensión de las visitas y evitar el aumento de la sensación de soledad y desamparo que puede provocar perder el contacto directo con los seres queridos. Instituciones Penitenciarias también ha decidido que los presos sin fondos en sus cuentas de peculio puedan hacer estas llamadas de forma gratuita.

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Sobre la firma

Óscar López-Fonseca
Redactor especializado en temas del Ministerio del Interior y Tribunales. En sus ratos libres escribe en El Viajero y en Gastro. Llegó a EL PAÍS en marzo de 2017 tras una trayectoria profesional de más de 30 años en Ya, OTR/Press, Época, El Confidencial, Público y Vozpópuli. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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