Unidad de desactivación del olvido
Un grupo de ertzainas crea una asociación para recordar a los compañeros que se jugaron la vida contra ETA
A los nuevos agentes de la Ertzaintza no les explican la historia de sus medidas de seguridad. Todos conocen el porqué y el para qué, pero muy pocos el precio que han pagado algunos compañeros para vestir ahora un equipo más seguro ante el fuego y las balas. La asociación no oficial Mila Esker (Mil gracias) nació el pasado jueves con el objetivo de homenajear a varias decenas de víctimas de ETA, agentes de la Ertaintza, que dejaron el Cuerpo “por la puerta de atrás”, critican. “Los buzos ignífugos o los chalecos antibalas tienen impresos los nombres de quienes en unos casos murieron y en otros resultaron heridos, porque los empezamos a usar después de que ellos sufrieran atentados. Vamos a buscar a los que siguen vivos y a activar su recuerdo”, explica su presidente y miembro de la Brigada Móvil, Julio Rivero.
El atentado, en 1995, de la kale borroka con cócteles molotov a Jon Ruiz Sagarna, que resultó quemado en el 55% de su cuerpo, aceleró la implantación de buzos ignífugos. El blindaje de las furgonetas y de los coches patrulla llegó después de atentados y trampas que les puso ETA, como una pancarta con bomba en el parque de Etxebarria de Bilbao en 2001 que provocó heridas a dos agentes, o tras el asesinato de Iñaki Totorika con un coche bomba ese mismo año. Los chalecos antibalas se empezaron a usar tras el asesinato a tiros de los ertzainas Ana Arostegi y Javier Mijangos, que regulaban el tráfico en una rotonda de Beasain, también en 2001. Otros dos agentes resultaron heridos en la emboscada que sufrieron en el puerto de Herrera y uno de ellos perdió la visión en un ojo. “Nosotros sabemos quiénes son nuestros héroes y vamos a sacarlos a la luz”, subraya el vicepresidente de la asociación, Isi Aguayo.
Aunque oficialmente son una asociación desde este pasado jueves, su actividad arrancó hace unas semanas con el homenaje que ofrecieron a Sagarna, a puerta cerrada y sin conocimiento de la dirección de la Consejería de Seguridad. Él fue el superviviente más afectado del ataque con un cóctel molotov de gasolina, ácido sulfúrico y clorato de potasio que convirtió el interior de la furgoneta policial en la que circulaba por Rentería en un infierno. Un compañero logró sacarle, pero sufrió quemaduras y secuelas muy graves que arrastra en la actualidad. No había vuelto a su unidad desde el atentado.
Medio centenar de agentes uniformados formaron en la base de Iurreta para mostrarle su cariño y respeto. Le llevaron, junto a su familia, con engaños para que no sospechara nada. “Nos dijo emocionado que era el día más feliz de su vida”, recuerda Rivero. “Hemos estado en la primera línea de contención a favor de las libertades y no es justo que nos escondan o nos olviden por ser una víctima o estar ya jubilados”, explica Aguayo.
Los miembros de Mila Esker se arriesgaron a un expediente por no comunicar el acto, pero finalmente el Gobierno de Iñigo Urkullu no ha sancionado a ninguno de los organizadores ni participantes. “Sabíamos que corríamos el riesgo, pero hubiera sido un honor que nos expedientasen por homenajear a un compañero”, subraya Rivero. Fuentes oficiales del departamento de Seguridad sostienen que la iniciativa cuenta con su “máximo respeto”. Estas fuentes confirman que el Consejero de Seguridad, Josu Erkoreka, ha solicitado el listado de los ertzainas asesinados por ETA, para recordarles en cada efeméride “con un comentario suyo”.
“El Cuerpo ha hecho homenajes a los agentes asesinados, nosotros queremos encontrar a los vivos, a los que, como en el puerto de Herrera o en el parque de Etxebarria, se jugaron la vida por todos los ciudadanos, porque tenemos una deuda con ellos y la queremos saldar”, señala un miembro jubilado de la Brigada Móvil, conocido en el Cuerpo como Montxo. Aseguran tajantes que no quieren polemizar con la dirección de la Ertzaintza.
El homenaje a Sagarna, cuyas secuelas están siendo mucho más largas que la condena de seis años de prisión que fue impuesta a cada uno de sus tres agresores, se ha celebrado 26 años después del ataque, cuando los recibimientos a los etarras que salen de la cárcel se celebran en espacios públicos el mismo día, y muchas veces a escasos metros del lugar en el que atentaron contra policías, jueces y políticos o simples ciudadanos, antes y después de la estrategia criminal de “socializar el sufrimiento” que puso en marcha el conglomerado de ETA-HB en 1994.
“Por la puerta de atrás”
Mila Esker no dispone de la base de datos de los agentes que fueron heridos en ataques de la kale borroka o en atentados de ETA. Su búsqueda parte del recuerdo de los propios compañeros que vivieron los años duros de la banda terrorista. Saben que hay docenas de historias de agentes que se marcharon por la puerta de atrás, o se jubilaron después de meter la ropa en una bolsa de basura, sin ningún tipo de reconocimiento. Les quieren invitar a recibir “las muestras de afecto y de pertenencia a un colectivo que nunca tuvieron”, explica Rivero.
Los actos públicos y espontáneos de reconocimiento a los agentes, sean del Cuerpo que sean, han dado un giro con la pandemia. En marzo, una caravana de patrullas de la Ertzaintza se trasladó al cuartel de la Guardia Civil de Sansomendi, en Vitoria, para homenajear a dos agentes fallecidos por la covid. Y unos y otros han coincidido frente a los hospitales, en varias quedadas para homenajear al personal sanitario.
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