Cuando Casado baja, Feijóo sube
Los papeles se invierten en el PP y el barón considerado más centrista se erige en el crítico más duro del estado de alarma aprobado por el Gobierno
Los astros nunca acaban de alinear las trayectorias de Pablo Casado y de Alberto Núñez Feijóo. Durante meses, tras cada ración de fogonazos con que el líder del PP ametrallaba al Gobierno de Pedro Sánchez, solía llegar desde Galicia una llamada del presidente de la Xunta a la moderación. Ahora que Casado suaviza las formas, tras comunicar al país la pasada semana que él no tiene nada que ver con las “hazañas bélicas” de Vox, el látigo lo ha empuñado Feijóo. Nadie en el PP ha tenido una reacción más furibunda a la declaración del estado de alarma que el barón gallego. Para él se trata en realidad de un “estado de excepción con toque de queda” y vaticina que tendrá un efecto “demoledor” sobre la economía y la imagen internacional de España.
Son días para interpretar cualquier señal de humo que emita el PP. De la ruptura de Casado con Santiago Abascal hay constancia televisiva y están las venerables paredes del Congreso por testigo. Ahora falta por saber si eso implicará también un giro en la estrategia de quien se ha reivindicado como el genuino líder de la oposición. La nueva declaración de emergencia y la conferencia de presidentes de este lunes depararon una primera oportunidad para escrutar el estado de la cuestión. Y el resultado fue que se oyeron pocas estridencias entre la mayoría de los dirigentes populares.
Casado puso sus condiciones, una vigencia de solo ocho semanas así como las reformas legales para suplir el estado de alarma, esas que el Gobierno también consideró en algún momento imprescindibles para luego defender que lo mejor era prescindir de ellas. Planteadas las exigencias, el líder del PP se dejó los adjetivos en casa. Y casi todos sus barones siguieron la misma línea. Se sumaron a la petición de un periodo más corto del estado de alarma, además de reclamar esas reformas del marco jurídico que la vicepresidenta Carmen Calvo anunció en primavera y que se diluyeron en La Moncloa con los últimos calores de agosto. Pero el tono general fue conciliador, a lo que se unió el silencio de la indesmayable Isabel Díaz Ayuso.
El andaluz Juan Manuel Moreno se dijo convencido de que el Gobierno ha tomado las medidas “de la mejor fe, fruto de la reflexión y el estudio profundo”. El murciano Fernando López Miras planteó algunas objeciones, aunque prefirió quedarse con lo positivo: “Se ha puesto fin a que haya 17 respuestas diferentes”. Alfonso Fernández Mañueco, de Castilla y León, defendió el estado de alarma “para controlar las conductas incívicas de una minoría que ponen en peligro a la mayoría”. Y en eso llegó Feijóo.
El presidente gallego se presentó investido de la autoridad que le da haber enviado en julio al Gobierno una propuesta de reforma legal que confiera más poderes a las comunidades y supla el estado de alarma. Lo que acaba de hacer el Ejecutivo le parece, sin embargo, “prácticamente un estado de excepción”. Así lo dijo la primera vez. Luego el “prácticamente” desapareció y se convirtió, a secas, en “estado de excepción con toque de queda”.
Feijóo insistió en reclamar para las autonomías la decisión de aplicar esas medidas, al tiempo que acusaba al Gobierno de perpetrar una “dejación de funciones sin precedentes” por esperar a que fuesen algunas comunidades las que solicitasen el estado de alarma. Señaló que la pandemia “se quedará por lo menos un año” y a la vez criticó que la emergencia esté vigente hasta mayo porque “se va a cargar el comercio de Navidad y va a cerrar la Semana Santa”. “Se va a tensionar más la sociedad española”, concluyó su fatal diagnóstico. Pero con lo que más molesto se mostró Feijóo fue con el uso oficial de términos tan duros como estado de alarma y toque de queda. Según él, socavan la “confianza de la economía y la reputación internacional de España”.
La alergia a hablar de toque de queda también se dejó notar en los discursos de otros presidentes autonómicos y del Gobierno. En Francia, donde ya lleva días vigente, es el propio Ejecutivo el que usa la expresión, couvre-feu en su idioma. Allí han declarado además lo que denominan “estado de emergencia sanitaria”. En Italia se llama stato di emergenza. Mucho más cerca de Galicia, en Portugal, lo catalogan sin remilgos como estado de calamidade.
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