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El día que Casado dijo basta a Vox

Abascal sale vapuleado de la moción con la que pretendía erigirse en líder de la oposición frente a un PP que pasa de víctima a protagonista

El líder del PP, Pablo Casado, durante su intervención en la segunda sesión del debate de moción de censura, este jueves. En vídeo, el cruce de acusaciones entre Casado y el líder de Vox, Santiago Abascal.Foto: EFE | EPV
Xosé Hermida

El 22 de octubre de 2020, a las 11.35 de la mañana, el presidente del PP, Pablo Casado Blanco, subió las escaleras hacia la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados, colocó un grueso taco de folios sobre el atril y anunció: “Hasta aquí hemos llegado”. “O Vox o España”, remachó. Lo que ocurrió en la media hora siguiente fue definido a la perfección por Santiago Abascal, el destinatario del contundente discurso del líder del PP: “Nos ha pateado de forma inmisericorde”. Con un ataque de una dureza que nadie esperaba, Casado puso fin a un ciclo político iniciado en diciembre de 2018 en Andalucía. Entonces, en unas elecciones autonómicas, España dejó de ser una excepción en Europa y asistió al bautismo de la extrema derecha de Vox. En los dos años siguientes, el partido de Abascal se había convertido en el incómodo y a la vez necesario acompañante del PP. Hasta esta mañana de finales de octubre, en el marco solemne del Congreso de los Diputados, durante el debate de la moción de censura de Vox, cuando Pablo Casado se subió a la tribuna de oradores y dijo basta. El veredicto de la Cámara sobre Abascal no pudo ser más apabullante: 298 de 350 votos en contra, todos menos su grupo parlamentario, el peor resultado en toda la historia de las mociones de censura.

Tras largos meses de titubeos, de guiños a Abascal en un intento de recuperar los votos perdidos, Casado rompió con Vox. La quinta moción de censura de la democracia acabó del modo más paradójico: el Gobierno incólume, la oposición fracturada y el promotor de la iniciativa vapuleado, con todo el resto de la Cámara en contra, sin distinción de derecha ni izquierda. Quien parecía la víctima propiciatoria, el líder del PP, salió convertido en el gran protagonista de una moción que se salda con relevantes —y en cierto modo inesperadas— consecuencias políticas. De la parte del Gobierno llegó además un gesto conciliador: el presidente, Pedro Sánchez, anunció que deja en suspenso su polémico proyecto de reforma del Poder Judicial para intentar por tercera vez un acuerdo con el PP que ponga fin al bloqueo actual.

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“Le ha salido el tiro por la culata”, se regodeó Casado en su ataque a Abascal, ese hombre a quien el PP “dio trabajo durante 15 años” y ahora se presentaba dispuesto a arrebatar a su antiguo partido el liderazgo de la derecha. Los rostros desencajados de Abascal y sus diputados daban a entender que efectivamente era así. Vox llegaba con el propósito de aprovechar el gran escenario de un pleno parlamentario de dos días, a mayor gloria de su líder, candidato a la presidencia del Gobierno, sin límite de tiempo para intervenir. En las vísperas, sus dirigentes estaban radiantes, convencidos de que la moción haría de trampolín para lanzar a Abascal como el referente de todos esos sectores de la derecha indignados con Sánchez, con su “Gobierno Frankenstein”, su gestión de la pandemia y el hundimiento económico que le ha seguido. La jugada parecía perfecta para Vox, todo se antojaban ganancias. Dejaba descolocado al PP en su política de tratar a la extrema derecha con tibieza y apoyarse en ella para sostener Gobiernos regionales. Subido a esa ola, Abascal se lanzó el miércoles a un discurso puramente trumpista, salpicado de toda clase de teorías de la conspiración y en el que llegó a comparar a la actual UE con “los sueños de Hitler”.

El PP destilaba desconcierto desde el inicio de la semana, atrincherado en el hermetismo, incapaz de aclarar si votaría en contra o se abstendría, sin reunir siquiera a sus diputados, que debatían por los pasillos del Congreso cuál debería ser la mejor opción para hacer frente a la competencia electoral de Vox. Casado también se hizo de rogar en la mañana de este jueves. Entró al salón de plenos con la sesión ya avanzada, se sentó en su escaño, sacó los folios de su discurso y volvió a repasarlo con cuidado, subrayando algunos párrafos. Armado de ellos se subió a la tribuna para acometer el “pateo inmisericorde” al líder de Vox.

Por un día, el presidente del PP se olvidó de Sánchez y volcó toda su dureza en el antiguo compañero de partido. Le acusó de promover una moción cuyo único resultado práctico iba a ser un triunfo para el Gobierno. “Usted es una garantía de derrota perpetua”, le espetó. Con un tono nunca visto, señaló a Abascal como responsable de promover una “política cainita”, de abrir “fracturas” entre los españoles y de ejercer de “socio en la sombra de Sánchez”. Para no dejar dudas sobre su ruptura con la extrema derecha, reivindicó a figuras como Angela Merkel, antes de sentenciar: “Señor Abascal, nosotros no queremos ser como usted”.

El líder de Vox se revolvía en su escaño, con un gesto entre agriado e incrédulo. Sus diputados también quedaron mudos, incluidos los vecinos de asiento de Abascal, con los que suele comentar habitualmente, como Iván Espinosa de los Monteros y Javier Ortega Smith. Él mismo lo reconocería después al subir a la tribuna para dar la réplica: “No salgo de mi perplejidad. Lamento este ataque personal”. El resto de la mañana, Abascal ya no pudo quitarse de encima la imagen de un púgil medio noqueado.

Casado, entre el entusiasmo de los suyos, también cogió con el pie cambiado al Gobierno. El vicepresidente Pablo Iglesias, que se estrenaba en el debate, dictó sentencia: “Ahora ha empezado de verdad la moción de censura”. Y reconoció sin rodeos al líder del PP: “Ha hecho usted un discurso brillante, en la tradición del mejor conservadurismo español”. La cita parlamentaria que se anunciaba tan tempestuosa como sus promotores acabó en un tono conciliador que no se había visto en mucho tiempo. Sánchez ofreció también una novedad importante y anunció la suspensión de la reforma del Poder Judicial. El Gobierno explorará de nuevo la posibilidad de un acuerdo con este Pablo Casado que, a las 11.35 de la mañana del 22 de octubre de 2020, trazó sobre el tapete del Congreso una línea roja a la extrema derecha.


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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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