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Vox se queda solo con su discurso catastrofista

Santiago Abascal no logra el apoyo de ningún otro grupo. Sánchez entra en el cuerpo a cuerpo con el líder de la extrema derecha, mientras el PP mantiene la incógnita sobre su voto

Sánchez interviene en el pleno frente a Abascal, Espinosa de los Monteros y Macarena Olona. En vídeo, parte de la intervención del presidente del Gobierno.Vídeo: EMILIO NARANJO / EFE
Xosé Hermida

Vox no logra sumar a nadie más a su misión para salvar a España de la hecatombe. Santiago Abascal exhibió este miércoles lo mejor de su catálogo catastrofista, en la primera jornada del debate de la moción de censura en el Congreso de los Diputados. De su programa de gobierno, siguió sin haber noticias. Ni un solo grupo accedió a brindarle apoyo. Al frente del rechazo se colocó el presidente del Gobierno, que no tuvo reparo en entrar en el cara a cara con el líder de Vox. Aunque el verdadero objetivo de Pedro Sánchez fue más bien Pablo Casado, a quien emplazó varias veces a romper con la extrema derecha. El líder del PP no intervendrá hasta este jueves y deberá despejar la incógnita de si rechazará de plano la candidatura de Abascal o se quedará en el limbo de la abstención.

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At first day of no confidence debate, Vox’s bid for power fails to find any support

Eran las 12.35 cuando Abascal gritó “¡viva España y viva el Rey!”, secundado por todos sus parlamentarios puestos en pie. Ponía fin así al memorial de catástrofes con el que había martilleado durante más de 200 minutos el salón de plenos del Congreso. Primero Ignacio Garriga, en nombre de los 52 diputados firmantes de la quinta moción de censura de la democracia, y después el propio Abascal, como candidato a presidente, pintaron a lo largo de una mañana entera un minucioso cuadro de los horrores, un país hundido económica, social y moralmente por la acción combinada de los independentistas, el “virus chino” y la gestión “negligente y criminal” del Gobierno.

Frente al chaparrón de indignidades y traiciones que se le atribuían, el presidente tenía la opción de sobrevolar el debate a la espera de que la Cámara rechace este jueves la iniciativa de Vox. Lejos de eso, Sánchez se metió de lleno en la refriega. Con tono calmado, pero sin rehuir los reproches personales, incluidas menciones a episodios del pasado de Abascal. “Nos tomamos en serio a usted y a su proyecto”, dijo Sánchez al líder de Vox para justificar la razón de su larga réplica. Y ahí lanzó un mensaje indirecto al PP, que luego repetiría con insistencia. “Ustedes”, espetó a Abascal, “son un peligro no por los apoyos que tienen, sino porque contagian de sus ideas a la derecha tradicional”. La réplica de Sánchez acabó con la imagen más ansiada por el Gobierno: los diputados de PSOE y Unidas Podemos puestos en pie y aplaudiendo con entusiasmo y cohesión. Pablo Iglesias no intervino y su turno queda para este jueves.

Dispuestos a sacar el mayor partido a toda la atención mediática volcada sobre el Congreso, los dirigentes de Vox usaron y disfrutaron de la barra libre de tiempo que les proporcionaba el reglamento del Congreso. Primero Garriga, durante 80 minutos, y a continuación Abascal, por más de dos horas, relataron las calamidades de un país a punto de “desmembrarse”, con un Gobierno de “ideología totalitaria” que esconde “objetivos criminales” como “poner fin a la Monarquía y al Estado de derecho”. Los miembros de ese Ejecutivo son un “puñado de traidores”, entre los que figuran “agentes encubiertos” al servicio de los más variados intereses extranjeros: del financiero George Soros —bestia negra de toda la extrema derecha mundial— a la “mafia del narcosocialismo” latinoamericano, de la “oligarquía” que dirige la UE “con pretensiones soviéticas” a la “plutocracia tecnológica” de EE UU opuesta a Donald Trump. Tan dramática resulta la situación, según Garriga, que “ETA no ha sido derrotada” e impone aún el terror en Euskadi. Entre los simpatizantes internacionales del Ejecutivo, Abascal situó a “los talibanes y el ISIS”, al parecer entusiasmados con el supuesto plan para derribar el Valle de los Caídos, “la cruz más grande del mundo”. Tan lejos fue el líder de Vox que en un momento de la refriega llegó a mostrar su sorpresa por que al presidente del Gobierno le molestase ser tildado de criminal.

Del programa de gobierno poco hubo en el oceánico discurso de Abascal. Tras explicar que su propósito sería simplemente formar un Gabinete técnico “con distintas sensibilidades” para convocar elecciones antes de final de año, reiteró promesas ya conocidas: la ilegalización de los partidos independentistas, la supresión de las autonomías, el blindaje de las fronteras “por tierra y mar” frente a la inmigración, así como la “rebaja de todos los impuestos y la liquidación de algunos”. Más novedoso sonó un plan para extender los trasvases hidráulicos por toda España a fin de crear grandes zonas de regadío.

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El Gobierno y sus diputados soportaron en silencio el huracán. Ni siquiera mostraron gestos de desaprobación, más allá de algún susurro y algunas risas rápidamente reprimidas en el banco azul. Por momentos, el hemiciclo ofreció la extraña imagen de un orador que iba relatando con enorme gravedad toda clase de plagas, mientras los destinatarios lo ignoraban, enfrascados en sus teléfonos. Cuando Sánchez subió a la tribuna, ya casi a la hora del almuerzo, pareció que iba a seguir la misma línea. El presidente comenzó en tono bajo, con la promesa de “no entrar en las provocaciones”. Pero su discurso fue in crescendo, con ataques a Abascal por su etapa en el PP, sus actuaciones de entonces en el País Vasco y el sueldo de 82.000 euros que le concedió hace años la Comunidad de Madrid. Sánchez le negó su condición de patriota: “Usted no tiene soluciones. Solo propone odio, odio y odio. Odia a España tal y como es, porque le sobran la mitad de los españoles”.

“Le van a despreciar”

Pese a que uno de los objetivos estratégicos de la moción es discutir al PP el liderazgo de la oposición, Abascal se limitó a pedir su apoyo a los populares, sin entrar en reproches. Fue Sánchez quien más emplazó directamente a Casado. Lo invitó a votar en contra, apelando a la actitud frente a la extrema derecha de otros líderes conservadores europeos, y se permitió aconsejarle: “Cuanto más se acerque a Vox, más le van a despreciar y más le van a llamar derechita cobarde”.

Uno a uno, los distintos grupos fueron anunciándole su no a Abascal. Los menos distantes en lo ideológico, como Navarra Suma, Foro Asturias o Coalición Canaria, le recriminaron que pretenda acabar con las autonomías. Inés Arrimadas, de Ciudadanos, le dijo que podía compartir sus críticas al Gobierno, pero no sus menciones “a virus chinos y conspiraciones masónicas” ni su ausencia de programa. Los grupos más a la izquierda lo tacharon, sin muchos matices, de “fascista”. Aitor Esteban, del PNV, no quiso intervenir más de dos minutos para no participar de la “patochada”.

Abascal solo encontró apoyo cuando decidió leer uno por uno los nombres de las 853 víctimas de ETA. Sus diputados le arroparon puestos en pie y de inmediato le acompañaron los populares. Hoy será el turno de Casado, el último que puede dar aún un poco de oxígeno al líder de Vox.


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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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