“Se les acabó el agua. Tiraban los cadáveres por la borda”
El único superviviente de la patera naufragada en Mauritania relata que fallecieron 27 personas, entre ellas varios menores
Pasaron varios días a la deriva, no recuerda cuántos. Se quedaron sin agua y sin comida. De 28 personas, solo él vivió para contarlo. El único rescatado de la patera naufragada el jueves en aguas mauritanas, un joven cuya identidad no se ha revelado, se encuentra ya en un albergue de la ciudad de Nuadibú, al norte del país africano, tras pasar varias horas en el hospital. “Según su relato, hemos podido reconstruir que la patera salió con 28 personas a mediados de julio de la ciudad de Dakhla [Sahara Occidental, bajo administración de Marruecos]”, cuenta Laura Lungarotti, jefa de misión de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) en Mauritania. “Tuvieron una avería en el motor y pasaron muchos días en el mar sin víveres ni agua. Poco a poco empezaron a morir por deshidratación y falta de comida. Él veía cómo los cadáveres eran arrojados por la borda”. Murieron 27 personas —no 40, como se dijo en un primer momento—, entre ellas tres mujeres y varios menores, según el joven.
La embarcación se dirigía a Canarias. Muchos de sus ocupantes procedían de Guinea Conakri, al igual que el joven superviviente, que habla soussou, una lengua propia de este país. Fue la Guardia Costera mauritana quien encontró la embarcación a la deriva en aguas próximas a Nuadibú con el joven en su interior, “en estado de shock”, según Lungarotti. “El chico asegura que sobrevivió porque bebió agua de mar”, añade. Fue ingresado en el hospital de esta ciudad, donde permaneció varias horas hasta su traslado ayer a un albergue gestionado por la OIM. “Está agotado, pasa mucho tiempo durmiendo”, añade la jefa de misión de esta agencia de Naciones Unidas.
Las autoridades mauritanas no tienen previsto repatriar al joven, quien tendrá la opción de regresar a su país si así lo desea cuando se recupere. De momento, tanto la OIM como la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) se han puesto en contacto con la comunidad guineana en Nuadibú para que participe en la asistencia al migrante, que está recibiendo no solo ayuda humanitaria y médica sino también psicológica.
Guinea Conakri se encuentra situada en la cornisa atlántica de África occidental y tiene unos 12 millones de habitantes. Desde 2018 se ha convertido en uno de los principales países africanos emisores de emigración clandestina hacia Europa, coincidiendo con el alza de las turbulencias políticas y sociales. En los últimos años las manifestaciones antigubernamentales y contra la corrupción y el nepotismo se han intensificado, así como la violencia policial, con el resultado de decenas de fallecidos.
Aunque Guinea ocupa una de las últimas plazas en el Índice de Desarrollo Humano (puesto 174º de 189), lo que revela su extrema pobreza, en realidad es uno de los países más ricos del continente. No solo tiene bauxita, de la que es el segundo productor mundial, sino oro, hierro, diamantes, uranio, cobre, manganeso, madera, pesca y agua en abundancia. De hecho, en las facultades de Economía se habla de la “paradoja guineana” para ilustrar cómo la población de países con enormes riquezas se encuentra en la miseria. Las sucesivas dictaduras que ha sufrido el país desde su independencia hasta 2010, el mal gobierno y la explotación injusta de los recursos por empresas extranjeras se señalan a menudo como las causas de la pésima situación en la que se encuentra.
Frente a ello, miles de guineanos han tomado el camino de la emigración. En primer lugar hacia otros países africanos, pero en los últimos años cada vez más hacia Europa a través de Malí, Argelia, Marruecos, Níger y Libia. Sin embargo, la intensificación de la vigilancia en el Mediterráneo y los cierres de fronteras a causa de la covid-19 han limitado los movimientos de los migrantes. La llamada ruta atlántica o canaria lleva dos años en auge. En diciembre pasado otra tragedia, también en aguas próximas a Nuadibú costó la vida a un centenar de personas cuando el cayuco en el que viajaban volcó al chocar contra una roca. En este caso se trataba en su mayor parte de gambianos y senegaleses que habían zarpado de Barra, en Gambia.
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